Columna LN
Facundo Manes: el outsider que sueña con patear el hormiguero
Las últimas elecciones bonaerenses revelaron una novedad: el médico radical logró capturar votos de las clases medias y bajas del conurbano

Horacio Rodríguez Larreta tuvo una semana negra. Está inquieto porque siente que el sueño presidencial, que acuña desde que tenía ocho años, está amenazado. No solo Macri lo acecha con selfies desde el conurbano. Ahora también le preocupa la resurrección de los socios radicales. Lo sacudió la última encuesta reservada de una de las consultoras preferidas del círculo rojo. El sondeo de junio reveló que el jefe porteño sigue siendo el preferido, pero enseguida le pisa los talones Facundo Manes, el segundo político con mejor imagen y un outsider que hasta hace poco más de un año ni siquiera era registrado por el radar de las consultoras.
La disputa por el poder que los socios opositores dirimirán en unas PASO está picante y abierta. Todo puede suceder, si es que esa olla en ebullición que es hoy la Argentina –y, sobre todo, el conurbano– lo permite.
Las últimas elecciones bonaerenses revelaron una novedad: el médico radical logró capturar votos de las clases medias y bajas del conurbano, esos que antes le pertenecían a Sergio Massa y que, en 2019, fueron para Alberto Fernández. Es decir, capturó algo del kirchnerismo blando y desencantado. Justamente desde esa geografía, que concentra el 37% de los votos, Larreta acaba de recibir un bombazo en forma de foto. Macri, Ritondo y María Eugenia Vidal se retrataron timbreando por Tolosa, el barrio donde nació Cristina. No hay ingenuidad en la selfie, indudablemente dedicada a Larreta y Diego Santilli, que, igual que Ritondo, aspira a gobernar una provincia arrasada por la pobreza y la apatía política.
“Estos chicos grandes tienen que dejar de pelear”, los retó Lilita Carrió esta semana en LN+. En privado es más ácida: cree que la crisis económica podría llevarse puestos a todos, incluidos a los propios. La pelea no solo es dentro del macrismo, también están las tribus radicales enfrentadas: la estructura tradicional de la UCR versus Evolución Radical, las huestes de Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti, el nuevo Coti Nosiglia. La alianza que Larreta tejió con Lousteau en la ciudad, con la zanahoria de sucederlo, era atractiva con un radicalismo subsumido, pero no tanto con socios recargados.
“Pelearse y lanzar candidaturas a un año y medio de las elecciones es un suicidio”, alerta Carrió, en la intimidad.
Cerca de Manes, disparan: “Larreta siempre quiso usar al radicalismo para su lucha contra Macri. Siempre quiso cooptarlo, pero ahora se siente desafiado. Es el Luder del 83, representa al sistema. Facundo, en cambio, vino a patear el hormiguero. Pro quedó viejo”. El politólgo Andrés Malamud, histórico militante de la Franja Morada, apoya esa tesis y la extiende a Mauricio Macri, que hace un par de semanas se trenzó con Gerardo Morales por Hipólito Yrigoyen, nada menos. Macri siempre creyó que ciertas ideas económicas de sus socios son “populistas”. La diferencia es que, esta vez, lo hizo público. “Está disputando poder, usa la palabra ‘populismo’ como un insulto para bajarle el precio al partido. Mauricio siempre tuvo un desprecio subyacente por el radicalismo”, desafía, picante, Malamud. En esta puja sorda, que parecía académica, Macri suele recomendarles a sus aliados “volver” a Marcelo Torcuato de Alvear, su exponente más liberal. “Es que, para él, todo lo que sea Estado presente es populismo”, le retrucan desde la otra orilla. Dardos incesantes, que dejan flotando un pregunta: ¿podrá la coalición opositora acordar un programa económico común?
Ni Manes ni la UCR parecen tener, por ahora, un programa de gobierno. Lo que sí tienen es un renovado programa de representación social. Brotes verdes radicales. Aunque, como Natalia Denegri, sus dirigentes también querrían un “derecho al olvido” sobre el desmadre económico que signó el final de los dos últimos gobiernos radicales. Los referentes económicos más cercanos al creador de Ineco, el Instituto de Neurología Cognitiva que fue la plataforma de lanzamiento profesional de Manes, son Marina Dal Poggetto y Martín Rapetti, un discípulo intelectual del historiador económico Pablo Gerchunoff. Eduardo Levy Yeyati también está cerca. Y todos muy lejos de Carlos Melconian, a quien Mauricio Macri quisiera ver algún día como ministro de Economía. Macri, en estado puro, está mucho más cerca del pensamiento económico de Milei que de los socios “populistas”.
Pero ¿qué explica realmente que un partido, que parecía terminado, vuelva a parir candidatos competitivos? Malamud ofrece algunas pistas: “Como no sucedía desde la época de Alfonsín, la UCR está reclutando afuera. No tenía mujeres, ni colores, y ahora está incorporando jóvenes por abajo y celebrities por el costado”. Enmarca así la inclusión de figuras mediáticas como Carolina Losada, Martín Tetaz y el propio Manes: una estrategia que también usó Pro y, mucho antes, el menemismo. Daniel Scioli, por caso, es fruto de esa inyección de bótox imaginada por el riojano. La segunda clave es el éxito electoral de la Franja Morada en las universidades nacionales. “He visto a jóvenes, que no conocieron a Alfonsín, llorar con sus discursos”, cuenta Malamud.
Pero tal vez la razón más crucial es la recuperación de votos en el conurbano que el macrismo había perdido, después de la dura derrota electoral de 2019: de esa manera la oposición logró ganar las últimas elecciones en la provincia, con un peronismo unido. Hay una máxima que siempre se cumple en la política argentina: quien gana la provincia de Buenos Aires domina el país. El que la pierde, en cambio, inicia su vía crucis. Le sucedió a Alfonsín en el 87 y a Menem, una década más tarde.
Precisamente, Manes definió su candidatura presidencial después de la interna de la UCR bonaerense, en marzo de 2021, que ganó su actual aliado Maximiliano Abad. “Ahora somos tres hermanos: Gastón, Maxi y yo”, informa el neurocientífico, que tiene con su hermano Gastón una unión casi simbiótica, similar a la de Milei con su hermana Karina. El abogado Gastón Manes fue el presidente de la última convención nacional partidaria y es de los que creen que la UCR tiene que liderar la coalición opositora porque “es más que Pro”.
Después de aquella interna, en plena pandemia, en la que votaron 130 mil afiliados bonaerenses, los popes partidarios se aferraron a la estrella rockera de las neurociencias como un náufrago a su tabla. Aquella inesperada participación –pensemos que a Gerardo Morales, en la elección para gobernador de 2019, lo votaron 175 mil jujeños– unió a las tribus y a dirigentes que, incluso, se odiaban entre sí. Los triunfos siempre vuelven tierna a la gente.
El politólogo Juan Carlos Torre afirma que el radicalismo es tautológico. Para ser auténticamente radical hay que haber sido radical. Un Manes adolescente exhibe como trofeo una foto con Alfonsín, en Rosario, en el cierre de campaña de 1983. La imagen incluye a su inseparable hermano menor. Goropito y Chinchulín los apodaban, desde chiquitos, en Salto, por una dupla de payasos famosa en el pueblo donde crecieron. A Manes le gusta más que los comparen con los hermanos Kennedy, de quienes tiene una foto en su despacho de Ineco.
Para seguir existiendo, después del fallido gobierno de Fernando De la Rúa, el radicalismo desarrolló estrategias de supervivencia: primero fue la transversalidad con el kirchnerismo. Luego Gualeguaychú, la asamblea en la que la UCR tomó la estratégica decisión de aliarse al macrismo para competir en 2015. Manes diagnostica a la Argentina como “un paciente deprimido”. Lo que nadie sabe es si tendrá cura, antes de que sea demasiado tarde.
Por Laura Di Marco para lanacion.com.ar
Columna LN
Ritondo & Santilli: dos tipos audaces siempre cerca del poder

Esta semana, en su editorial radial, la periodista Nancy Pazos, exesposa de Diego Santilli, hizo un sugestivo comentario: “Soy analista política y voy a analizar la vida de la persona con la cual, alguna vez, compartí la cama. Ahora, sepan que primero soy madre. ¿Queda claro? Entonces, el debate se da en el terreno de la política. Que los otros (periodistas) vayan a investigar lo que quieran. Conmigo, no cuenten”.
Elípticamente –y no tanto–, Pazos se refería a las eventuales investigaciones sobre la integridad económica de su exmarido, cuestionada por el propio Milei en un tuit incendiario durante la campaña de 2023, en el que, entre otras maravillas, decía: “No hay nadie que no diga que es un corrupto”.
Pero llamativamente Pazos no salió en defensa del buen honor de Santilli, como podría esperarse. En cambio, justificó su silencio, amparada en el hecho obvio de que Santilli, que fue postulado como reemplazante de José Luis Espert, es el padre de sus hijos. A buen entendedor, pocas palabras.
Pero si exploramos con mayor profundidad aquel tuit de 2023, cuando Santilli se presentaba como un larretista de la primera hora y Milei decía lo que decía sobre él, contiene muchas claves. Por ejemplo, cuando en el mismo texto sostiene: “El tipo que dice abiertamente que vive de ‘sus negocios’ (SIC) y recibe sonrisas, no preguntas”. Y continuaba: “Este es el que los medios nos quieren vender como la alternativa para la provincia de Buenos Aires”.
Pero pasó el tiempo y “el Colorado” –el sobrenombre que le asigna la política– se ganó la confianza de “el Jefe”, la hermana del Presidente. Carismático, entrador, siempre intuitivo para saber por dónde entrar, acertó nuevamente con el password correcto hacia Las Fuerzas del Cielo. Como dicen algunos dirigentes que conocen bien de cerca su larga trayectoria: se metió dentro del universo libertario con el calculado discurso de un vendedor de autos usados.
Ni Milei ni Santiago Caputo lo querían al frente de la lista de diputados. “¿Cómo hago para que la gente crea que Santilli es Milei?”, deducía, con razón, el joven asesor presidencial. Cabe aclarar que “Santi” perdió influencia al lado del Presidente.
Con la baja de José Luis Espert, ahora la campaña libertaria efectivamente va a tener que hacerle creer a la gente que el Colorado es Milei. Una operación que parece, si no imposible, muy difícil. Sobre todo cuando el economista al que reemplazaría el Colorado se las daba de duro con los delincuentes, para los que pedía “cárcel o bala”, cuando en paralelo mantenía relaciones non sanctas con el acusaso de narco Fred Machado. La incoherencia en el máximo nivel.
Pero Santilli no está solo en la aventura del poder. Como Batman y Robin, comparte cartel con el inefable Cristian Ritondo, jefe de la bancada de diputados de Pro. Los amigos, que comparten generación, devinieron inseparables compañeros de peripecias desde los albores de la década del noventa. Y fueron, obviamente, los primeros en traicionar a Macri cuando la estrella de Milei estalló, fulgurante.
Santilli y Ritondo: los más menemistas en los noventa, los más macristas en los 2000. Los más mileístas desde el triunfo del libertario. Y, como frutilla de esta alocada carrera, Santilli mimetizado con Larreta cuando compitió en la interna por la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Cuando perdió poder, Larreta, ingenuo o despistado, confesó públicamente: “De pronto, mi teléfono dejó de sonar. Pensé que estaba roto”. El primero que lo dejó de llamar fue Santilli.
Santilli y Ritondo. Buenos muchachos, blindados y bendecidos durante décadas por “los privilegios de la casta”. Y, más que nada, viejos navegantes de su opacidad.
Mezclado entre la gente que pugnaba el último martes por ingresar al Movistar Arena, donde Milei estaba por presentar su libro y protagonizar un bochornoso espectáculo, Ritondo pontificó ante un cronista: “Cuando uno no termina de explicar bien, perjudica al conjunto”. La frase iba dirigida hacia Espert, pero bien podría aplicársela para él mismo.
A fines del año pasado, Ritondo fue denunciado en la Justicia Federal por enriquecimiento ilícito, ante la sospecha de que su esposa, Romina Aldana Diago, aparecía relacionada con sociedades offshore, dueñas de inmuebles en Miami. La investigación sobre el matrimonio fue publicada por el ElDiarioAr y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP). La denuncia fue realizada por el abogado Luján Jeremías Rodríguez, cercano a Juntos por el Cambio.
Jeremías Rodríguez sostuvo en su cuenta de X: “Hay políticos que, además de corruptos, son cínicos”. Y agregó, lapidario: “Se muestran de una manera y hacen totalmente lo contrario. Durante mi participación en Juntos por el Cambio he visto hacer negociados a Ritondo y su gente con intendentes kirchneristas de todo tipo”.
El texto cerraba con una frase que no dejaba espacio para la duda. “Ojalá el PRO se lo saque de encima y tenga un renacer con gente nueva y honesta”. Mucho para explicar.
El fantasma de la narcopolítica recorre “la casta”, hoy paradójicamente metida hasta el cuello en el universo mileísta.
En agosto de 2020, Elisa Carrió denunció un supuesto sistema de impunidad en San Isidro, que involucraba a los entonces fiscales Julio Novo y Claudio Scapolan. “Lilita” señaló en ese entonces a Ritondo como supuesto “encubridor”. Más tarde, Scapolan fue destituido y Novo renunció. ¿La razón? Sus vínculos con el narco. Poco después de la explosiva denuncia de Carrió se sumó la de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, quien denunció en televisión que la apartaron de la causa en la que investigaba a Scapolan. Y también señaló al actual jefe de la bancada de Pro. Todo quedó en la nebulosa y Ritondo nunca dio explicaciones creíbles sobre aquel entramado.
Si hace tres meses a Milei no le entraba una bala, ahora parecen entrarle todas. Algo se rompió entre la sociedad y él. Como sucede en la vida, cuando algo empieza a ir mal, la catarata de maldiciones se precipita. La invulnerabilidad presidencial comenzó a corroerse con el affaire Spagnuolo. Pero el telón de fondo es una economía lastimada, en la que las clases media baja y baja (que se habían encandilado con el león) apenas llegan al día 12 del mes, tal como revelan los focus groups de Guillermo Oliveto, al frente de la consultora W.
Lucas Romero, director de Synopsis, acerca una idea interesante, que ratifica el enojo de gran parte de la sociedad con un outsider que, como demostró en el acto del Movistar Arena, parece haber perdido la conexión con la realidad.
Synopsis elaboró un sondeo inquietante: el 58% rechaza la figura presidencial, mientras que apenas un 36% la aprueba. La taba comienza a darse vuelta y entra a jugar el sesgo de confirmación.
¿Cómo funcionaría este sesgo de confirmación? El director de Synopsis explica que, cuando una parte de la sociedad empieza a experimentar sentimientos negativos hacia el gobierno de turno –como sucedía, por caso, hacia el final del gobierno de Alberto Fernández–, busca confirmar esa creencia. En una palabra, si antes no rendían las malas noticias sobre Milei, hoy los enojados buscan regocijarse con lo que previamente ya creen o sospechan: las miserias de Milei.
Pero ¿qué pasaría si, en este contexto, LLA hiciera una elección mediocre o, aún peor, la perdiera? La Argentina coquetearía con el precipicio, como tantas veces.
Claro que habría que ver cuánto pesa en este ajedrez el salvataje del amigo americano. No hay dudas de que a Milei le juega a favor. Mientras su gobierno tiembla, el Presidente se disfraza de rockstar. Como diría Lali Espósito: tu mayor fantasía es, algún día, ser yo.
Columna LN
¿Francella o Darín? Dos actores en la grieta

- 20 de agosto de 2025
- 00:29
- 4 minutos de lectura
PARA LA NACION
Homo Argentum es un indudable éxito de taquilla, potenciado por la apropiación de los libertarios de lo que interpretaron como un símbolo de la batalla cultural: una crítica despiadada al progresismo, la disonancia del “corazón woke”, como diría el Presidente, y el doble discurso K entre la supuesta defensa de las causas nobles y la corrupción o la mentira agazapadas por debajo de los dichos.
Claro que, en este guion argumental, no hay que perder de vista algo central: los directores del film, Mariano Cohn y Gastón Duprat, abrevan en una militancia cultural antiperonista y crítica de progresismo de doble estándar, como lo demostraron en El hombre de al lado. O, más cabalmente, en El ciudadano ilustre, cuyo protagonista es Oscar Martínez.
En El ciudadano ilustre, por caso, Duprat y Cohn muestran otro costado del “gen” argentino: la envidia que se esconde bajo el logro ajeno. Como si la creencia inconsciente del argento medio susurrara: “lo que él o ella tienen me corresponde”. O “a alguien se lo habrá sacado”. El kirchnerismo, por cierto, trabajó paciente, pero persistentemente, sobre ese resentimiento.
Cabe hacer hincapié en la palabra “interpretación” del film que hicieron los libertarios de las 16 viñetas porque puede haber muchas otras, como en su momento sucedió con El Eternauta, apropiado por el mundo K.
Es que ¿acaso el director “progre”, de doble discurso, de Homo Argentum no se encuentra también en el mundo anti-K? Aunque suene a una linda narrativa de campaña, no existe el mundo de “los argentinos de bien” versus “los argentinos del mal”.
El “mal” y el “bien” suelen convivir en una misma persona y, de hecho, conviven. El “mal” es lo que el psicoanalista Carl Jung llama “sombra”, esas características “negativas” que generalmente tenemos proyectadas en los demás.
Sin embargo, bajo la mirada de los libertarios, la “hipocresía” del gen progre argento, que queda al descubierto en los personajes de Francella, vendría a encontrar su remedio en las formas “genuinas” de Milei.
Lo curioso es que Homo Argentum también es una película políticamente incorrecta, que abreva en el cine italiano de Dino Risi, Mario Monicelli y Ettore Scola. Su formato está inspirado en las viñetas de Los monstruos y Los nuevos monstruos, donde descuellan Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi. Sin embargo, la saga de Risi se inserta en un contexto muy distinto: una Italia que pasa de la pobreza a la prosperidad, que a la vez impulsa la emergencia de una nueva burguesía enriquecida que se corrompe. Aquellas viñetas itálicas cuestionan ese clima de época. Pero, en cambio, ¿qué nos deja Homo Argentum? ¿Que somos irremediablemente chantas o ventajeros? ¿O habrá otras mutaciones genéticas de la argentinidad?
¿Francella o Darín? ¿El personaje elige al actor o el actor resuena con el personaje? La pregunta es importante porque el propio Francella, uno de los más queridos actores de la Argentina –igual que Darín–, defendió la película con la idea de que nos identifiquemos.
El problema surge cuando ponemos la lupa en los personajes que eligen Francella y Darín. Diametralmente opuestos en su sensibilidad. Tanto en las viñetas de Homo como en Poné a Francella, Casados con hijos (con el insuperable Pepe Argento) o El encargado, Francella encarna a esa clase media arribista, que se burla de todo el mundo y celebra la ventaja que obtiene, al parecer sin conciencia de su maldad.
En Eliseo, el portero inescrupuloso, va un paso más allá: usa la delación como medio, como otros igualmente innobles, que justifican su fin de adueñarse del edificio. Como afirma un crítico que prefiere no ser identificado: “Francella caricaturiza al ‘garca’ y lo festeja”. Lo burlesco está en casi todos sus personajes. ¿Igual que en el personaje Milei?
Vamos ahora a Darín. En “Bombita” –el personaje que encarna en una de las historias de Relatos salvajes– hay un “gen” argentino muy diferente. “Bombita” no es un violento, sino, aunque desregulado, un hombre que se rebela frente a un sistema corrupto. Dirigido por Juan José Campanella –un no peronista, pero “progre”–, en Luna de Avellaneda, se pone en la piel de Román Maldonado, un antihéroe que se propone el salvataje de un club de barrio. En El hijo de la novia y, más aún, en El secreto de sus ojos, ganadora de un Oscar a la mejor película extranjera, Darín lleva a su personaje a la máxima nobleza y sensibilidad del gen argento. Ese combo también nos pertenece.
¿Darín o Francella? ¿O ambos? Podemos inclinarnos por lo segundo. Un gen argento capaz de lo mejor y de lo peor. De lo luminoso y lo sombrío. Depende del contexto y de qué costado potencie el liderazgo del momento.
Por Laura Di Marco
Columna LN
Los insultos de Milei, ¿espejo del argento?

- 5 minutos de lectura
PARA LA NACION
El lunes por la noche, en la Fundación Faro y ante una audiencia amiga, Milei tomó una decisión audaz para su escudería: entrar en abstinencia de insultos. Una jerga a la que tiene adicción, ya desde sus tiempos de panelista. Algún adicto podría decirle, como ocurre en los grupos que tratan los consumos problemáticos: solo por hoy. Es decir, veremos si logra despojarse en el tiempo –y en medio de una campaña electoral violenta– de una fórmula que lo hizo fenomenalmente popular y que logró establecer un puente comunicacional eficaz con una Argentina en la que, desde hace 15 años, seis de cada diez ciudadanos no terminan el colegio secundario en tiempo y forma.
Los insultos presidenciales, ya una marca registrada del mileísmo, expresan además una cruzada identitaria contra el correctismo político. O contra la hipocresía de la “casta” que, en la narrativa presidencial, arrasó al país, pero –eso sí– con buenos modales. Ese es su caballito de batalla contra los “sommeliers” de las formas que “carecen de ideas”.
La promesa de abstinencia vino después de un extenso relevamiento que hizo La Nación el último fin de semana, en el que contabilizó 611 insultos en los últimos 100 días, 57 de ellos relacionados con el sexo anal. La andanada, según muestra la exploración, se fue radicalizando y creciendo, igual que sus seguidores. Ejemplo: la mayoría de los insultos fueron lanzados en el streaming del “Gordo Dan”, acaso uno de sus más violentos tuiteros. “El Gordo Dan” también fue cambiando su tonalidad: de médico genetista que ayudaba a los niños –una suerte de “Santi” Maratea de la derecha– a odiador serial.
Como rememora el analista internacional Álvaro Zicarelli, quien se asume públicamente como gay y que participó activamente, entre 2020 y 2023, del protomileísmo, Daniel Parisini (el nombre verdadero de “Dan”) era un médico que tenía, sí, un discurso anticomunista, conservador, antivegano y sobre todo apuntado contra el correctismo político, pero de ningún modo tenía posiciones discriminatorias hacia los homosexuales. Intelectual muy cercano al fallecido Juan José Sebreli, Zicarelli argumenta: “De lo contrario, jamás se habría sentado conmigo”.
Una escena reciente revela hasta qué punto la violencia verbal y la cultura de la discriminación hacia las diversidades sexuales empiezan también a permear o, tal vez, a habilitar emocionalmente a un sector de la sociedad que se sentía inhibido por los modos del wokismo.
“Participo de muchas mesas de varones –confiesa un hombre relevante del mundo editorial– y lo que hace cinco años era impensable hoy se puede decir. Escucho, atónito: ‘Ese puto, ¡quién se cree que es!’, o ‘a esa puta la conozco’, ‘fulana es una loca’”. El editor del que hablamos no tiene dudas de que si Milei es reelegido estaremos ante un sociedad extremadamente más violenta e intolerante.
Es cierto que, como apunta provocativamente el consultor Jorge Giaccobe, del otro lado del mostrador hay más “Mileis que Kovadloffs”. Es decir, Milei le habla a un amplio sector de la sociedad que se le parece y lo hace en su propio lenguaje. Pero es igual de cierto que desde lo más alto del liderazgo político se puede extraer lo mejor o lo peor de las personas. Sucede como en la vida: hay personas que sacan nuestra mejor versión y otras que nos conectan con nuestra más profunda oscuridad. Al argento que tira la basura en plena avenida Santa Fe no se le ocurriría arrojar ni una pizca de papel sobre la Quinta Avenida.
¿Alguien dejaría de votar a Milei por sus insultos? Hoy seguramente no. No mientras mantenga a raya la inflación y ordene la macroeconomía. Pero, como dice el encuestador Lucas Romero, si el Presidente se mantuviera en silencio ganaría en imagen positiva. Dicho de otro modo: la violencia verbal no le quita votos, pero le impide sumar más.
Milei, como Cristina Kirchner, está convencido de que se discuten sus formas porque la oposición –y eventualmente cualquier detractor– carece de ideas. Cristina le daba otra vuelta a esa narrativa: se fijan en el tamaño de mi cartera, ha dicho decenas de veces, porque lo que les molesta es el fondo. Es decir, las políticas del kirchnerismo que, según ella, mejoraron la redistribución del ingreso. Convengamos, sin embargo, que al lado de Milei Cristina es la condesa de Chikoff.
Ocurre que las formas nunca están desligadas del fondo. ¿O acaso la forma que eligió el kirchnerismo para construir poder –la corrupción– no contaminó el fondo de ese proyecto político? El 80% de lo que lastima no es tanto lo que se dice, sino cómo se lo dice. El cómo siempre hace al qué.
Es cierto, como dice Giaccobe, que el tono emocional de los principales bandos que hoy hablan de política es violento. Pero también lo es que la agresividad verbal de Milei es un parteaguas: la mitad de la Argentina la rechaza, sobre todo ese 26% que votó en primera vuelta a Patricia Bullrich y luego se volcó por él. Los “viejos meados”, en palabras del “Gordo Dan”.
Los años por venir definirán si aquel editor espantado en una mesa de varones antiwoke –identificados con la derecha conservadora– tiene razón o si la sociedad se harta de la marea violeta y fabrica los anticuerpos necesarios para preservar el corazón de una democracia: el respeto por la otredad.
Por Laura Di Marco
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