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Laura Di Marco: “El extraño experimento de un Menem sin plata”

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El editorial de Laura Di Marco en La trama del poder, por LN+

2 de diciembre de 2023 20:48

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

Faltan 8 días para que asuma el nuevo presidente que, según su propia definición es un “menemista” aggionardo. Yo no soy un gorila, le dijo Milei a Alberto Fernández, cuando lo visitó en Olivos. “Soy un menemista. Menemista libertario”, podríamos decir. Pero es un menemista raro.

Lejos de la pizza y el champagne, los gastos ostentosos y el despilfarro de los noventa, este nuevo Menem no tiene plata. Ya hay remeras con el nuevo mantra de la era mileísta. Pasamos de “no fue magia” al “no hay plata”.

"No hay plata", las remeras de los seguidores de Milei
“No hay plata”, las remeras de los seguidores de Milei

El presidente electo se cansó de decirlo en entrevistas esta semana, como cuando les pidió a los gobernadores que corten los gastos superfluos para pagar el aguinaldo:

La pregunta que todos nos hacemos es: ¿qué va a pasar en la calle? ¿Cómo la van a controlar cuando la motosierra empiece a funcionar? El 19 y 20 de diciembre los Belliboni de la vida preparan la primera marcha contra el presidente electo, a menos de 10 días de asumir.

Sin embargo, te quiero mostrarte algo muy novedoso y muy importante que pasó hoy. Es una que le hace Nicolás Balinotti en LA NACION, Facundo Moyano, hijo de Hugo y secretario del gremio de los peajes.

Pero Moyano junior va más allá. Se mostró abierto a una reforma laboral, a privatizar las empresas públicas. Criticó la pasividad de la CGT durante el gobierno de Alberto Fernández y habló de un recambio generacional en el peronismo.

Esto es realmente una novedad porque, como sabes, históricamente el sindicalismo peronista siempre quiso comerse a los gobiernos no peronistas y, en la mayoría de los casos, lo logró.

¿Será que Milei, al definirse como menemista, no despierta tanta resistencia en el peronismo, como despertaba Macri? ¿Será por eso que el Papa lo llamó a Milei cuando ganó, le prometió que iba a rezar por él, y a Macri solo le dedicó caras de desprecio? Preguntas.

Dos nuevas definiciones muy importantes en el gabinete de Milei de las últimas horas: la sorpresa de Martín Menem, un libertario puro, para presidir de la Cámara de Diputados. Es sobrino de Carlos Menem e hijo de Eduardo.

La confirmación de Martín Menem como el futuro presidente de la Cámara de Diputados de la Nación
La confirmación de Martín Menem como el futuro presidente de la Cámara de Diputados de la Nación

Con esta designación se salda, entonces, la pelea entre Cristian Ritondo, que venía apadrinado por Mauricio Macri y que le prometía un piso mínimo de 90 diputados de Juntos por el Cambio y Florencio Randazzo, apalancado por Guillermo Francos y el cordobés Juan Schiaretti, con buenos contactos con legisladores y gobernadores del peronismo.

Pero, ¿es una buena idea Martín Menem para presidir Diputados? Te digo quién está contenta con un libertario puro al frente de la Cámara: Cristina Kirchner, es lo que ella quería. ¿Por qué? Porque los libertarios no tienen experiencia, tampoco votos, lo que le deja espacio a ella para soñar con que los viejos lobos de mar del peronismo -manteniendo el bloque unido- van a seguir manejando una Cámara clave. La maldad y la astucia, en el mal sentido, es parte de su kit de supervivencia.

Y otra sorpresa: otro libertario puro propuesto para presidir el Senado, puesto clave porque es el tercero en la línea sucesoria. Es Francisco Paoltroni, un empresario agropecuario formoseño que se metió en política en el sultanato de Gildo Insfrán y desplazó a la UCR como principal fuerza opositora.

En las últimas 48 horas estalló el divorcio del año y no es en la farándula. Es en la política y bien cerquita de Milei. La pelea entre Patricia Bullrich y Mauricio Macri. ¿Será definitiva? ¿Y por qué nos interesa? Por la gobernabilidad de Milei.

"Entran y salen"
“Entran y salen”

Se supone que tanto Macri, como Bullrich, confirmada como ministra de Seguridad de Milei, eran el ala “halcón” de Juntos por el Cambio que garantizaban una especie de co-gobierno con Milei. ¿Y ahora?

Macri publicó una carta, llena de mensajes cifrados, para felicitar a Luis “Toto” Caputo y a Patricia Bullrich como ministros de Milei. Subrayó que se incorporan “a título personal” al gobierno libertario.

Otra que tampoco debería hacer predicciones:

Esta semana circuló mucho una palabrita económica que el propio Milei tiró: “estanflación”, la pregunta del millón: ¿cómo va a hacer Milei para hacer el ajuste fiscal, los famosos cinco puntos del PBI, que proclama?

Mejor dicho: ¿cómo va a hacer para ajustar los gastos de la político y no los tuyos o los de tu familia? Ese es uno de los misterios de su plan.

Una de las medidas que propone es cortar la intermediación de los gerentes de la pobreza. En una palabra, la que se llevan los Belliboni de la vida porque cuando Milei habla de eliminar intermediarios, está hablando del ajuste de la política y significa, como me lo contaba José Luis Espert en una entrevista, a un achicamiento de medio punto del PBI. Estás a 8 de días de la asunción de un Menem libertario y sin plata. Nueva etapa, algunos entran, otros se van.

Laura Di Marco

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Cristina está matando al peronismo

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  • 23 de octubre de 2024
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Laura Di Marco

PARA LA NACIÓN

Cristina estalló con una desafortunada frase presidencial: “Me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro”. Ella actuó como ella: se victimizó y lo interpretó de un modo literal. “¿Así que ahora también me querés matar?”, sobreactuó por X. Una enorme actriz dramática, sin dudas. Lo paradójico es que, más allá de las metáforas poco felices, quien realmente está matando al peronismo –que incluye, desde luego, al kirchnerismo– es ella.

Cristina siempre tuvo una relación problemática con el padre del movimiento, que incluyó insultos a su figura (en privado, obviamente) y desprecio a sus leales, como muy bien solía relatar el fallecido y respetado Antonio Cafiero en sus imperdibles diálogos con su entonces compañera de bancada en el Senado. Fue el propio Cafiero quien acuñó aquella frase icónica sobre el 17 de octubre: “El peronismo necesita conmemorar el Día de la Lealtad porque es un movimiento lleno de traidores”. Son los actuales “Judas” y “Poncio Pilatos” de adentro, que tan bien supo detectar Cristina. De allí, su furia.

La clave del asunto es que, para revivir al peronismo, hay que traicionar al padre o a la madre política. Así fue siempre en la historia del movimiento, después de la muerte del líder, cuyo liderazgo era indiscutido. La reinvención va de la mano de un necesario recambio generacional y la construcción de una nueva narrativa que conecte con el ahora, pero, sobre todo, con el futuro.

Esa alma contingente, como diría el sociólogo Juan Carlos Torre, que mantenía joven al peronismo porque podía leer correctamente cada momento político, parece haber desaparecido. Cristina quiere capturar a los jóvenes, pero construye una oferta con José Mayans y Ricardo Pignanelli, mientras sus ojos en la nuca le hacen ver a Milei como un revival de Martínez de Hoz.

El mecanismo de reproducción del movimiento sigue una receta muy precisa: surge un líder novedoso, como Menem o los Kirchner, en su momento. Ese líder se presenta como “lo nuevo”, aunque su base sea la misma de siempre. En su narrativa de reconstrucción, el nuevo líder afirma que ahora sí estamos ante el auténtico peronismo, que él o ella pondrán en marcha al país, y que quien sea que haya estado antes traicionó al pueblo. Con este truco, por caso, nació la encarnación K: de un matrimonio que fue muy menemista en los 90, pero que debió abjurar del ideario de esa década para componer una nueva canción, en palabras del “Poncio Pilatos” bonaerense. Bajo este procedimiento, Eduardo Duhalde pasó de ser padrino de los Kirchner a “jefe de la mafia”.

Del mismo modo fracasó el intento de Alberto Fernández que, al no poder desprenderse de su madrina, jamás pudo lograr una encarnación novedosa, más allá de sus propias y enormes falencias políticas y personales.

En una palabra, es la sobrevida política de Cristina la que está trabando ese vivificante mecanismo de reproducción. Un mecanismo que es la gema del know how de nuestra The Crown. Luego de la derrota de 1983, el peronismo se reinventó mediante una interna y, de ese modo, logró hegemonizar los años que siguieron.

Como afirma el politólogo jesuita Rodrigo Zarazaga: la fragmentación de los partidos políticos afecta a todos los espacios, pero daña más al peronismo. ¿Por qué? Porque el movimiento creado por Perón le habla a un colectivo. Su “clientela”, por llamarla así, es un pueblo y un conjunto de trabajadores formales que hoy ya no existen. La columna vertebral está quebrada entre formales, informales y jóvenes a quienes no les interesa ser sindicalizados, ni mantener el mismo trabajo para toda la vida. Zarazaga, que lleva adelante profundas investigaciones en el conurbano, afirma, además, que cambió la identidad y la intensidad del peronismo en los barrios vulnerables. Pero sobre todo cambiaron las creencias y los valores de los más pobres. Hay nuevos modos en la pobreza, que los viejos popes peronistas no vieron venir. Aunque uno increíblemente sí “la está viendo”. Fue el periodista militante K Roberto Navarro.

“¿Ustedes vieron los actos de Milei? –se preguntó, días atrás–. Está lleno de gente humilde. ¡Milei se llevó a los pobres!”, gritó eureka, en plena epifanía. Fue en un editorial de su programa en el que, sin titubear, utilizó la palabra “llevar” para referirse a los pobres confirmando el viejo paradigma del peronismo: los ciudadanos menos favorecidos son de su propiedad. Y más aún: son fácilmente acarreables por migajas e incapacitados para elegir líderes nuevos.

El sueño oculto de Cristina, ya en la viudez y con la epopeya del 54% en las presidenciales de 2011, era ponerles una lápida a los “viejos carcamales” del PJ (así los llamaba ella) y construir, a través del kirchnerismo, una formación política superadora.

“Ustedes (los periodistas), que la critican tanto, algún día le van a tener que agradecer. Cristina va a correr del mapa a esta manga de impresentables”, afirmaba entonces un avezado operador radical K –que algunos sindicaban, incluso, como uno de los testaferros de Néstor Kirchner– en Cristina Fernández, la verdadera historia, la biografía no autorizada de la expresidenta. Pero la historia, caprichosa, fue completamente al revés. Despojada de otros poderes, Cristina se vio obligada a aliarse con los “impresentables” para pelear por lo que le queda: un sello con el que hoy se identifica apenas el 20% de la sociedad, según el consultor Juan Mayol (Opinaia) o, como máximo, el 30, como revelan las mediciones de Facundo Nejamkis, director de Opina Argentina.

Esta semana, Nejamkis presentó números sorprendentes sobre la interna peronista del 17 de noviembre. Ante la pregunta ¿con quién se siente más identificado?, realizada dentro del universo peronista, el 47% se inclinó por Kicillof y el 39%, por Cristina. ¿Y si el ex hijo político de Cristina le ganara la interna? Eso sí que sería matar a la madre, en términos metafóricos. Lo cierto es que, detrás del gobernador bonaerense, se alinean los que están hartos del látigo, el bullying político, el ninguneo y el sometimiento. Como se quejaba esa semana “el Cuervo” Larroque, examigo del alma de Máximo Kirchner y ahora ministro bonaerense: “No puede ser todo por la vía de la imposición”. Estamos asistiendo a un mix de The Crown y House of Cards.

Claro que Kicillof no es, precisamente, lo que podría llamarse un líder novedoso. Quería componer una nueva canción, pero terminó cantando la marcha peronista en el acto del 17 de octubre. Justo él que se formó en una agrupación estudiantil de izquierda (TNT) que detestaba al peronismo. La cara visible de su contienda es nada menos que Ricardo Quintela, que no es precisamente Churchill. Tampoco un líder disruptivo. Gobierna una provincia en llamas, donde 1 de cada 9 riojanos es empleado público, a quienes les paga con chachos. Detrás de Kicillof también se encolumna el tan poderoso como impresentable intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, investigado por presunto abuso sexual. No pareciera una escudería muy marketinera hacia afuera, pero sí podría serlo hacia dentro del PJ, a la hora de animársele a ella.

Lo cierto es que difícilmente se rearme el sistema político tal como lo conocimos. Como afirma el ensayista Giuliano Da Empoli, el exitoso autor de Los ingenieros del caos (libro que explica a los Milei y los Trump de la vida): nada volverá a ser como antes. No significa que lo actual sea bueno: significa que estamos ante un cambio de escenario que parece haber llegado para quedarse. El que no se reinvente corre peligro de muerte. Vale para todos, pero sobre todo para el peronismo.

Cristina estalló con una desafortunada frase presidencial: “Me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro”. Ella actuó como ella: se victimizó y lo interpretó de un modo literal. “¿Así que ahora también me querés matar?”, sobreactuó por X. Una enorme actriz dramática, sin dudas. Lo paradójico es que, más allá de las metáforas poco felices, quien realmente está matando al peronismo –que incluye, desde luego, al kirchnerismo– es ella.

Cristina siempre tuvo una relación problemática con el padre del movimiento, que incluyó insultos a su figura (en privado, obviamente) y desprecio a sus leales, como muy bien solía relatar el fallecido y respetado Antonio Cafiero en sus imperdibles diálogos con su entonces compañera de bancada en el Senado. Fue el propio Cafiero quien acuñó aquella frase icónica sobre el 17 de octubre: “El peronismo necesita conmemorar el Día de la Lealtad porque es un movimiento lleno de traidores”. Son los actuales “Judas” y “Poncio Pilatos” de adentro, que tan bien supo detectar Cristina. De allí, su furia.

La clave del asunto es que, para revivir al peronismo, hay que traicionar al padre o a la madre política. Así fue siempre en la historia del movimiento, después de la muerte del líder, cuyo liderazgo era indiscutido. La reinvención va de la mano de un necesario recambio generacional y la construcción de una nueva narrativa que conecte con el ahora, pero, sobre todo, con el futuro.

Esa alma contingente, como diría el sociólogo Juan Carlos Torre, que mantenía joven al peronismo porque podía leer correctamente cada momento político, parece haber desaparecido. Cristina quiere capturar a los jóvenes, pero construye una oferta con José Mayans y Ricardo Pignanelli, mientras sus ojos en la nuca le hacen ver a Milei como un revival de Martínez de Hoz.

El mecanismo de reproducción del movimiento sigue una receta muy precisa: surge un líder novedoso, como Menem o los Kirchner, en su momento. Ese líder se presenta como “lo nuevo”, aunque su base sea la misma de siempre. En su narrativa de reconstrucción, el nuevo líder afirma que ahora sí estamos ante el auténtico peronismo, que él o ella pondrán en marcha al país, y que quien sea que haya estado antes traicionó al pueblo. Con este truco, por caso, nació la encarnación K: de un matrimonio que fue muy menemista en los 90, pero que debió abjurar del ideario de esa década para componer una nueva canción, en palabras del “Poncio Pilatos” bonaerense. Bajo este procedimiento, Eduardo Duhalde pasó de ser padrino de los Kirchner a “jefe de la mafia”.

Del mismo modo fracasó el intento de Alberto Fernández que, al no poder desprenderse de su madrina, jamás pudo lograr una encarnación novedosa, más allá de sus propias y enormes falencias políticas y personales.

En una palabra, es la sobrevida política de Cristina la que está trabando ese vivificante mecanismo de reproducción. Un mecanismo que es la gema del know how de nuestra The Crown. Luego de la derrota de 1983, el peronismo se reinventó mediante una interna y, de ese modo, logró hegemonizar los años que siguieron.

Como afirma el politólogo jesuita Rodrigo Zarazaga: la fragmentación de los partidos políticos afecta a todos los espacios, pero daña más al peronismo. ¿Por qué? Porque el movimiento creado por Perón le habla a un colectivo. Su “clientela”, por llamarla así, es un pueblo y un conjunto de trabajadores formales que hoy ya no existen. La columna vertebral está quebrada entre formales, informales y jóvenes a quienes no les interesa ser sindicalizados, ni mantener el mismo trabajo para toda la vida. Zarazaga, que lleva adelante profundas investigaciones en el conurbano, afirma, además, que cambió la identidad y la intensidad del peronismo en los barrios vulnerables. Pero sobre todo cambiaron las creencias y los valores de los más pobres. Hay nuevos modos en la pobreza, que los viejos popes peronistas no vieron venir. Aunque uno increíblemente sí “la está viendo”. Fue el periodista militante K Roberto Navarro.

“¿Ustedes vieron los actos de Milei? –se preguntó, días atrás–. Está lleno de gente humilde. ¡Milei se llevó a los pobres!”, gritó eureka, en plena epifanía. Fue en un editorial de su programa en el que, sin titubear, utilizó la palabra “llevar” para referirse a los pobres confirmando el viejo paradigma del peronismo: los ciudadanos menos favorecidos son de su propiedad. Y más aún: son fácilmente acarreables por migajas e incapacitados para elegir líderes nuevos.

El sueño oculto de Cristina, ya en la viudez y con la epopeya del 54% en las presidenciales de 2011, era ponerles una lápida a los “viejos carcamales” del PJ (así los llamaba ella) y construir, a través del kirchnerismo, una formación política superadora.

“Ustedes (los periodistas), que la critican tanto, algún día le van a tener que agradecer. Cristina va a correr del mapa a esta manga de impresentables”, afirmaba entonces un avezado operador radical K –que algunos sindicaban, incluso, como uno de los testaferros de Néstor Kirchner– en Cristina Fernández, la verdadera historia, la biografía no autorizada de la expresidenta. Pero la historia, caprichosa, fue completamente al revés. Despojada de otros poderes, Cristina se vio obligada a aliarse con los “impresentables” para pelear por lo que le queda: un sello con el que hoy se identifica apenas el 20% de la sociedad, según el consultor Juan Mayol (Opinaia) o, como máximo, el 30, como revelan las mediciones de Facundo Nejamkis, director de Opina Argentina.

Esta semana, Nejamkis presentó números sorprendentes sobre la interna peronista del 17 de noviembre. Ante la pregunta ¿con quién se siente más identificado?, realizada dentro del universo peronista, el 47% se inclinó por Kicillof y el 39%, por Cristina. ¿Y si el ex hijo político de Cristina le ganara la interna? Eso sí que sería matar a la madre, en términos metafóricos. Lo cierto es que, detrás del gobernador bonaerense, se alinean los que están hartos del látigo, el bullying político, el ninguneo y el sometimiento. Como se quejaba esa semana “el Cuervo” Larroque, examigo del alma de Máximo Kirchner y ahora ministro bonaerense: “No puede ser todo por la vía de la imposición”. Estamos asistiendo a un mix de The Crown y House of Cards.

Claro que Kicillof no es, precisamente, lo que podría llamarse un líder novedoso. Quería componer una nueva canción, pero terminó cantando la marcha peronista en el acto del 17 de octubre. Justo él que se formó en una agrupación estudiantil de izquierda (TNT) que detestaba al peronismo. La cara visible de su contienda es nada menos que Ricardo Quintela, que no es precisamente Churchill. Tampoco un líder disruptivo. Gobierna una provincia en llamas, donde 1 de cada 9 riojanos es empleado público, a quienes les paga con chachos. Detrás de Kicillof también se encolumna el tan poderoso como impresentable intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, investigado por presunto abuso sexual. No pareciera una escudería muy marketinera hacia afuera, pero sí podría serlo hacia dentro del PJ, a la hora de animársele a ella.

Lo cierto es que difícilmente se rearme el sistema político tal como lo conocimos. Como afirma el ensayista Giuliano Da Empoli, el exitoso autor de Los ingenieros del caos (libro que explica a los Milei y los Trump de la vida): nada volverá a ser como antes. No significa que lo actual sea bueno: significa que estamos ante un cambio de escenario que parece haber llegado para quedarse. El que no se reinvente corre peligro de muerte. Vale para todos, pero sobre todo para el peronismo.

Laura Di Marco

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LA TRAMA DEL PODER

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En mi programa del sábado 28 en LA NACIÓN + analizamos el discurso de los hermanos Milei en Parque Lezama junto al especialista en lenguaje corporal Daniel Zazzini. ¿Cómo vió al Jefe? También adelantamos algunos temas que vamos a analizar en el programa de hoy.

Podés ver el análisis completo del sábado 28 en el siguiente link: https://lnmas.lanacion.com.ar/video/la-trama-28-de-septiembre-2024-jwidVQewSoKd/

Los esperamos hoy 20.30 para otro programa de La Trama del Poder.

¿Qué va a pasar con el veto a la Ley de Financiamiento Universitario? ¿El Congreso lo va a rechazar? Nos lo responde @ramiromarra, legislador de La Libertad Avanza, quien insiste en la importancia de auditar las universidades, y Álvaro González, diputado del Pro cercano a Larreta, quien votará en contra del veto.

@colomortash, presidente de Somos Libres Medicina, nos cuenta cómo se vive el debate dentro de la UBA.

El abogado constitucionalista @armestod nos explica qué pasa si se rechaza el veto. ¿Milei tiene una instancia más para rechazar la Ley? Después de la aprobación de la Boleta Única de papel, el gobierno estudia ahora eliminar las Paso. ¿Cómo impactan esas medidas en el sistema electoral?

El analista económico @damiandipace detalla el impacto económico de todas estas medidas. ¿Cómo afecta el conflicto de Medio Oriente en el bolsillo del argentino?

Además, un informe exclusivo de @luisgasulla10 sobre una causa de extorsión sindical a empleadas de una Pymes. Hablamos con el abogado de las denunciantes, Pablo Torres Barthes.

Y suma un análisis imperdible en tiempos de debate por el financiamiento de las universidades públicas: Los números de las auditorías en las universidades.

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Milei, la larga marcha de nerd a rosquero argento

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

Un político que estudió con Javier Milei en su juventud y que frecuentaba su casa familiar lo describe como un nerd. En aquella época, lo mismo pensaba el padre del Presidente, aunque tal vez sin ponerle esa palabra tan sofisticada. Digamos que ninguneaba al hijo y se resignaba a su perfil encerrado, obsesionado con los libros y de escasas habilidades sociales. Padre e hijo nunca se llevaron bien. Pero el tiempo pasó y el nerd devino en un rockstar libertario que, eso sí, seguía odiando la rosca.

“Lo bueno es que a Kari le encanta”, solía decir el Milei candidato, durante la campaña. Se refería, claro, a las habilidades políticas de su inseparable hermanísima Karina Milei. Pero un día, ya en el poder, Milei se chocó de frente con la despreciable casta que le mostró su propio scrum: una mayoría de dos tercios en el Congreso. Peligrosa mayoría para un hipotético juicio político, tal como viene amenazando el kirchnerismo en la eventualidad de que a Milei se le apagara el romance con la sociedad.

Como dice el politólogo Federico Zapata, de la consultora Escenarios: “Milei había elegido a unos enemigos perfectos, los políticos del Congreso y la Justicia, ambos sectores con pésima imagen; el problema es que subestimó su poder”. Luego, recalculó.

Fue el viernes 30 de agosto cuando, de pronto, despertó su rosquero interior: ese día, por primera vez, recibió a los jefes de los bloques aliados. Le seguirían varias reuniones más con senadores y diputados afines, y, anteayer, la frutilla del postre: un asado a lo Menem en el mítico quincho de Olivos, donde mimó a los “87 héroes”, fruto de la rosca, que blindaron el veto presidencial al aumento de las jubilaciones. Los convocó a formar un “scrum” oficialista capaz de bloquear la desestabilización económica promovida por los “degenerados fiscales”. Un gesto para el círculo rojo.

Hace poco más de un mes, en la Casa Rosada, mientras Milei almorzaba panchos con mostaza con Demian Reidel, un economista de perfil bajo e influencia alta, un funcionario destacó lo afortunado que era por carecer de una oposición sólida. Milei recibió el comentario casi ofendido y, en cambio, ensalzó su propia rosca: “Algo habremos hecho nosotros para quebrarlos”, le enrostró.

Un libertario de la primera hora asegura que ahora compiten entre los hermanos por la rosca. Al parecer, Karina no quiere perder protagonismo ni poder: esa sería una de las razones por las cuales no quiere una fusión con Mauricio Macri, que la llama despectivamente “la vendedora de tortas”.

Algunos diputados aliados cuentan que Karina los reta cuando le envían un mensaje directamente a su hermano por WhatsApp sin antes consultar con ella. ¿Nace un nuevo doble comando entre los hermanos Milei?

Otro síntoma de que la rosca evoluciona fue la foto de esta semana –idea del cada vez más influyente Lisandro Catalán, mano derecha de Guillermo Francos– que muestra a Karina, Santiago Caputo y al propio Francos en una forzada armonía.

La foto del trío expone más el conflicto que la unidad ficcionada. Después de sentirse desautorizado por Caputo en algunos de sus anuncios en su informe de gestión frente al Congreso, por primera vez Francos se plantó. ¿Amagó con irse? No, pero casi. Los hermanos Milei se asustaron. Francos es la esencia de la rosca. Y de la más clásica y, por ahora, no tendría reemplazo en el universo mileísta.

Un dato de color, aunque con significado político. En la foto posteada por Catalán destaca el pelo de Santiago Caputo. El monje negro de Milei aparece, informal, con una camisa rosa fuera del pantalón y el pelo enloquecido. Como se preguntaba The Guardian en un recordado artículo de 2023, ¿el populismo de derecha es una cuestión de pelo? El popular periódico inglés marcaba la coincidencia entre las frondosas cabelleras de los actuales líderes mundiales de derecha, entre los que incluía a Trump y, por supuesto, a Milei, entre otros.

Es cierto que a Milei se le alinearon los planetas: el sistema tradicional de partidos –el viejo orden, digamos– está destruido. Salvando las distancias, Zapata lo compara con la implosión de la Unión Soviética. Y en esa caída es crucial la destrucción total de Juntos por el Cambio. La consultora Fixer tiene a todos los políticos con mayor imagen negativa que positiva y al propio Milei con una leve baja en su buena imagen. Lo mismo registran otras consultoras.

Sin embargo, ninguna fuerza política es capaz de capitalizar esa caída. El kirchnerismo, devenido en partido vecinal de la tercera sección electoral del conurbano, registra una novedad: la vicepresidenta Victoria Villarruel mide mejor que Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Incluso a nivel nacional está por encima del propio Milei. Más motivos para acelerar la rosca.

Y es por ese derrumbe del viejo orden que los trolls libertarios se dedican a atacar a otro engranaje crucial: el sistema tradicional de medios. La idea no es novedosa. En su momento lo intentó La Cámpora y, más tarde, Marcos Peña como monje negro de Macri, ninguneó, subestimó a los medios tradicionales privilegiando a los recursos tecnológicos a través de videos en redes. La diferencia es que nunca fueron tan a fondo como ahora. De allí que algunos analistas crean que estrellas del streaming peronista como Tomás Rebord o famosos tuiteros libertarios como el Gordo Dan –cuyo nombre real es Daniel Parisini– podrían ser candidatos en 2025 como postulantes absolutamente fuera de la caja.

Claro que, como ocurre en las parejas monogámicas, nadie entra a un corazón ocupado. Es decir: ningún tercero destruye algo que no haya estado previamente roto o, al menos, seriamente resquebrajado. De allí el éxito del incipiente perfil rosquero de Milei. La estrategia es perforar a la UCR, a Pro y al peronismo en su guerra sucesoria y llevarse pedacitos de todos ellos. ¿Su objetivo? Es claro: crear una nueva coalición liderada por los libertarios de cara a 2025.

El dilema de la oposición política es que devino en un fragmentado reino de corazones rotos y que allí donde debería haber liderazgos claros hay desorientación. Hasta Cristina parece perdida: ahora, hasta le preocupa el déficit fiscal.

Hoy por hoy la UCR, partida virtualmente en cuatro sectores, también quedó al borde de la implosión. Como dice un legendario dirigente radical, furiosamente enfrentado al presidente de la UCR, Martín Lousteau. “El problema de los cinco diputados radicales que blindaron el veto de Milei (cuatro de ellos fueron sancionados) no es que hayan votado diferente de su bloque, sino la foto en Olivos. Ellos no son la infección; son la fiebre. La verdadera infección es el estilo personalista, concentrado, porteñista y egocéntrico de un presidente (de la UCR) sin liderazgo”.

Lousteau responde al tropel de críticos de su propio partido replicando la narrativa de su antigua jefa Cristina Kirchner, de la que cada vez está más cerca: los radicales que votaron con Milei, dice, recibieron prebendas. Pero ¿qué piensan esos radicales con peluca?

Con su partido roto y un mileísmo sin estructura, creen que podrían ser ungidos candidatos a gobernadores por LLA en sus distritos. Los radicales orgánicos los tildan de “ingenuos” por esa ilusión. El tucumano Mariano Campero parece el más atrevido en la jugada: fue el único comensal, entre los cinco rebeldes de la UCR, que el martes asistió a Olivos.

Mientras ensaya su nuevo rol de rosquero argento, Milei parece cómodo gobernando el caos.

Laura Di Marco

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