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Kirchner vs Kirchner. Una relación tormentosa que terminó en condena

PARA LA NACION

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7 de diciembre de 202217:42

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Laura Di Marco

En 2013, Woody Allen filmó Blue Jasmine. Es la historia de una mujer casada con un especulador financiero que estafa a sus clientes, y que decide mirar para el costado, mientras el matrimonio asciende social y económicamente. Jasmine disfruta de un glamoroso nivel de vida en Nueva York sin hacerse demasiadas preguntas sobre el origen de esos lujos; haciendo “como que” no ve nada hasta que, en esa supuesta escena perfecta, aparece otra mujer. Una tercera en discordia.

El cuento tiene un final convencional, pero un giro poco convencional: el delincuente financiero, encarnado por Alec Baldwin, deja finalmente a su esposa por su amante y es entonces cuando, poseída por un ataque de furia, Jasmine decide denunciarlo al FBI detallando todos y cada uno de los delitos de su acaudalado marido. Delitos en los cuales ella había sido su cómplice principal, aunque silenciosa y convenientemente ciega. El film usa el recurso del flashback para contar el pasado. Un pasado que acecha permanentemente a su protagonista femenina.

Cambiando las profesiones y algunas circunstancias, la historia del matrimonio Kirchner, que terminó en condena, es parecida a la de Blue Jasmine. Claro que Néstor Kirchner no se fue con una amante: se murió. Y Cristina jamás lo denunció. Pero es claro que, tal como lo destacó el fiscal Diego Luciani en su alegato, la estructura corrupta la armó él, mientras ella miraba para el costado. Y mientras, en paralelo, disfrutaba del proyecto de poder que el santacruceño tejía con plata oscura. Una operación corrupta que, según dictaminó la Justicia, le extrajo al Estado argentino 84.835 millones de pesos. El equivalente a 1000 millones de dólares.

Con Néstor en vida, Cristina hizo todo lo posible por no mancharse las manos. El trabajo sucio lo hacía Kirchner, aunque luego, en su viudez, fue ella quien tomó el control de esas cajas negras, según se desprende de la propia investigación judicial. Kirchner tenía poder sobre ella –como ella lo tiene hoy sobre Alberto Fernández– porque no solo era su marido, sino también su jefe y una especie de padre sustituto. La había rescatado de un hogar en el que volaban los platos, de una madre con serios desequilibrios, de una figura paterna que apenas le hablaba, Eduardo Fernández, y que recién apareció en la escena familiar cuando ella tenía cinco años. Néstor la llevó al sur y le dio un lugar: ese que ella había anhelado desde siempre.

Ahora, con poder y dinero –aunque fuera mal habido– era ella la que podía someter a los demás. Una anécdota, contada por los propios participantes, explica la dinámica del matrimonio –en el que también volaban los platos– y hasta qué punto ella dependía emocional y políticamente de él. Estamos en 2003. Un grupo de santacruceños, entre los que estaba Cristina, esperan en el restaurante Bisabis, de Recoleta, a un ignoto Kirchner, que venía de reunirse con Eduardo Duhalde. “¡Cristina, Duhalde lo eligió!”, le informó, emocionado, Alberto Fernández, que venía de acompañar a su amigo. Ella se levantó con ferocidad y le enrostró: “¿Quién lo eligió, el Padrino?”. La reunión vibró, Cristina se fue. El grupo quedó mudo, pero unos minutos después el santacruceño los calmó con una sola frase: “No se preocupen que yo después la convenzo”. Y así fue: él siempre la convencía.

¿Acaso esta arquitectura emocional le quita responsabilidad sobre los hechos de corrupción que la Justicia juzgó y juzgará? Sin duda que no, pero explica con más profundidad y amplitud la condena del martes. Desde la lógica formal es difícil explicar que Cristina haya estado sometida a su marido-padre-jefe. ¿Justo ella? ¿Dos veces presidenta, senadora, vicepresidenta, astuta, feroz, avasallante? Y, sin embargo, cuando se bucea seriamente en su vida es fácil ver que bajo esa personalidad huracanada se esconde todo lo contrario. Todo exceso expresa una carencia: el inflamado ego o la soberbia desbocada suelen ser los envoltorios de la debilidad. El exceso viene a compensar la carencia.

Para explicar los efectos de la dependencia emocional –inmune a cargos, formación o temperamento– basta con ver la relación de Alberto Fernández con Cristina.

Como la protagonista del film de Woody Allen, también Cristina Kirchner está secretamente resentida con Kirchner. Y, para quien sepa ver, cada tanto se le escapa algún incomprensible carpetazo contra su fallecido esposo o alguna frase que parece más dirigida a Néstor que a los fiscales o jueces, que ahora la condenaron por corrupta. Como cuando en agosto dijo: “La que me siento muy boluda soy yo”. Es cierto: los flashbacks del pasado pueden ser tanto o más duros que la condena de un tribunal en el presente.

Laura Di Marco

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Cristina Pérez anunció que deja el noticiero de Telefe: “Es hora de renacer”

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La periodista se refirió a la designación de Luis Petri, su pareja, como ministro de Defensa de la Nación y habló de su futuro profesional

9 de diciembre de 2023

LA NACION

Tras dos décadas de formar una de las duplas más exitosas de la televisión argentina, Cristina Pérez anunció que dejará de conducir junto a Rodolfo Barili Noticias a las 20 (Telefe). La conductora contó la noticia este sábado en La Trama (LN+), en el marco de una entrevista mientras presentaba su libro “Tiempo de renacer”.

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En el momento en el que le consultaron sobre cómo veía a su pareja, Luis Petri, como ministro de Defensa en la presidencia de Javier Milei, la periodista expresó: “Aquí con la salvedad de que tengo un vínculo personal con Luis, él es una persona obsesiva en formarse en los temas y desde que lo designaron se está formando profundamente en hacerse un plan de trabajo. Él es experto en seguridad, con lo cual no son temas novedosos para él, pero por supuesto acá también tenemos que esperar el plan grande”.

Cristina Perez anuncio que deja el noticiero de Telefe: "Es hora de renacer"

En ese sentido, una de las panelistas la interrumpió y le preguntó: “Perdoname que me meta, pero las colegas mujeres tenemos una duda ¿Cómo vas a llevar tu profesión con un ministro…”. Mientras terminaba de reformular la pregunta, Pérez la interrumpió y, entre risas, lanzó: “Pensé que me ibas a decir que era guapo”. “Que además es muy guapo”, siguió la periodista y terminó: “Con un ministro que va a ser protagonista, no va a ser un funcionario menor”.

Presentación del libro de Cristina Pérez
Presentación del libro de Cristina PérezRS Fotos

“Este proceso lo tengo hecho, porque la cuestión me vino como un dilema cuando lo eligieron como precandidato a vicepresidente, y yo traté de tomarlo como una oportunidad. Entonces para mí va a ser intentar cosas que antes no me hubieran dejado intentar, porque el noticiero, a diferencia de un programa de opinión personal que lleva mi nombre, busca otras distancias. Ahora estamos hablando con el canal de un programa para mí el año que viene”, manifestó.

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En esa línea, Laura Di Marco le preguntó si iba a reperfilar su rol. “Sí, voy a reperfilar”, contestó, con seguridad y la conductora del ciclo celebró la primicia. Ante las preguntas sobre de qué tratará el programa en el que estará, comentó: “Estamos viendo. Por supuesto que también están algunos trabajos especiales que estoy haciendo para el noticiero, así que yo lo vivo como una oportunidad. A parte hace treinta y pico de años que hago noticiero”.

Presentación del libro de Cristina Pérez, "Tiempo de renacer"
Presentación del libro de Cristina Pérez, “Tiempo de renacer”RS Fotos

Buscando una respuesta concreta, Di Marco repreguntó: “Entonces, ¿vas a dejar el noticiero?”. “Hoy sí. Esto es nuevito, pero es así”, aseguró y la comunicadora indagó: “¿El programa es político o no es político?”. “No te puedo decir de qué va a ser porque si no me matan, pero también es tiempo de renacer, como mi libro”, señaló y mostró la tapa de su libro.

El mensaje de Cristina Pérez tras la designación de Luis Petri como ministro de Defensa

El 4 de diciembre, el presidente electo, Javier Milei emitió un comunicado de prensa con el que anunció a Luis Petri como ministro de Defensa de la Nación y su mujer no tardó en felicitarlo en público.

El mensaje de Cristina Pérez hacia Luis Petri por su designación como ministro de Defensa de la nación (Foto: capturaX/@Cris_noticias)
El mensaje de Cristina Pérez hacia Luis Petri por su designación como ministro de Defensa de la nación (Foto: capturaX/@Cris_noticias)

Pérez utilizó su cuenta de X (antes Twitter), para replicar aquel mensaje y escribirle unas sentidas palabras. “Esta vez no hablo como periodista. Quiero felicitar a mi marido @luispetri por su designación como ministro de Defensa en el gobierno del Presidente Milei. Sé que su profunda vocación política, su incansable preparación y su honestidad lo guiarán en el servicio público. Te amo, mi amor”, expresó.

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El peronismo, ante un derrota histórica: la maquinaria invencible que cayó ante un outsider

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¿Ganó Milei o perdió una estructura que hizo de la trampa su marca y de la mentira su narrativa? El factor de la esperanza “de última hora”

22 de noviembre de 2023

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Laura Di Marco

No ganó la izquierda, ni la derecha. La palabra que más se escucha desde el domingo a la noche es libertad. Quien mejor editorializó este balotaje histórico fue el empresario Marcos Galperín en X. Después de la victoria arrasadora de Javier Milei, el innovador archienemigo del populismo autoritario que tiene atrapada a la Argentina desde hace 77 años, solo escribió una palabra en la red de Elon Musk: ¡Libres!

¿Ganó Milei o perdió una maquinaria que hizo de la trampa su marca, de la mafia su fuente de financiamiento, de la mentira su narrativa, de la manipulación su mantra y de los cepos su Biblia? Alivio, reivindicación. Perdieron los soberbios, los prepotentes, los fulleros, los que humillaron durante dos décadas a quienes pensaban diferente. Fueron derrotados los que se creían los dueños de la verdad. En medio de la asfixia, el aire empezó a circular de un modo diferente.

La derrota del peronismo, antes que el triunfo de Milei, logró el milagro de generar una luz de esperanza en millones de argentinos que jamás habrían elegido al libertario como primera marca, pero que a último momento se inclinaron por él, en una íntima decisión adentro del cuarto oscuro, como un último recurso en busca de la liberación.

Un empresario textil, dueño de una pyme, lo explicaba así en un grupo focal: “no sé qué va a hacer Milei con mi sector, tampoco es que me encante. A mí la apertura indiscriminada de importaciones me mató en la época de Menem. Tal vez personalmente me convendría que sigan éstos, pero no me importa. Es que no los puedo soportar más”. El razonamiento de este empresario pyme, que refleja el de tantos argentinos, explica por qué el voto en blanco quedó tan acotado el 19 de noviembre. La mayoría de quiénes votaron a Juntos por el Cambio en octubre y que, inicialmente, pensaron votar en blanco, cambiaron de opinión sobre la hora y optaron por el libertario.

¿Será Milei el candidato correcto? ¿Lo dejará gobernar el entramado corporativo? ¿Inaugurará una nueva etapa a lo Menem o será solo un paréntesis en medio de otra encarnación peronista? ¿Tendrá el mismo destino que otros outsiders que emergieron en América Latina en los últimos años, como Pedro Castillo en Perú Gabriel Borich en Chile o seguirá, más bien, el derrotero de Bolsonaro y de Trump? ¿Soportará la presión, sin un entorno familiar contenedor como, por caso, tenía Mauricio Macri?

Preguntas sin respuesta aún que atraviesan, ahora mismo, las conversaciones de los argentinos, en un país anonadado por la victoria rotunda de un amateur que logró empalidecer aquel 54 por ciento, de 2011, que Cristina se cansó enrostrarles a sus críticos. El ex standupero, como diría Massa, se alzó con casi el 56 por ciento de los votos, encarnando el repudio a una casta política que se oligarquizó y empobreció al país. ´

Varios datos novedosos. En ese voto transversal del 55, 69 %, una gran parte del 40 por ciento de los más vulnerables le quitó el cuerpo a la madrecita de los pobres en su propio territorio, la provincia de Buenos Aires. Allí, Javier Milei se impuso en 108 de los 135 distritos. En la madre de todas las batallas, solo resistió el conurbano y, sobre todo, La Matanza, el showroom del kirchnerismo. Una parte significativa de los sectores populares no se dejó manipular y, por el contrario, se jugó con una audacia sorprendente.

Otro dato novedoso: Milei no se dedicó tanto a desenmascarar las mentiras de la narrativa kirchnerista, como hizo Juntos por el Cambio desgastándose en la grieta k-antik. Un método que parecía fallido y que le valió críticas en el debate. Milei, un avezado economista, no había logrado quitarle la careta al ministro-candidato y sus desbarajustes. En cambio, ensayó una estrategia nueva. Inauguró una narrativa propia, que cautivó a los jóvenes: ¡Viva la libertad, carajo! Motosierra. Casta. Dolarización. Futuro. Parece que del laberinto populista se sale por arriba.

El domingo 12, durante el debate, parecía que el profesional Massa se lo había devorado al inexperto Milei. Pero, con el correr de los días, la taba se fue dando vuelta. En los focus group, afirma la consultora Mariel Fornoni, la gente se expresaba así: “nos habíamos olvidado de lo soberbio, canchero y patotero que era Massa”. La puja discursiva les refrescó la memoria para mal. La carta massista, supuestamente matadora, del rechazo a un joven Milei en una lejana pasantía en el Banco Central terminó de sepultarlo, pero no al libertario sino al propio Massa.

Las sociedades -y esto lo sabe de sobra Jaime Durán Barba– siempre terminan aliándose con aquel que perciben como el más débil.

El "profesionalismo" de Massa en el debate parece haber jugado en su contra
El “profesionalismo” de Massa en el debate parece haber jugado en su contra
GODOY CAMILA/TÉLAM – GODOY CAMILA/TÉLAM

Lo cierto es que este outsider, que creció al calor de los paneles de la TV y de las redes sociales, logró desafiar a la Iglesia -el Papa instó a no optar por “falsos mesías”-, a la mayoría de los medios de comunicación y sus editorialistas, al mercado (que claramente prefería a un Massa menemizado), el círculo rojo (que le temía), al aparto del PJ (que lo infiltró), a los sindicatos (que le mostraron sus dientes), al establishment cultural (que lo asoció con la dictadura) y, por si fuera poco, a una fenomenal campaña del miedo en la que se invirtió, sin éxito, ni pudor el 1,5 del PBI para demonizarlo. La campaña política más cara de Occidente, como diría María Eugenia Talerico, la ex senadora opositora que denunció a Massa ante la Justicia.

Sin ponerse colorado, el actor y escritor Gonzalo Heredia, emergente de un colectivo de artistas que se manifestó en contra del libertario, se mandó con un tuit sincericida. “¡Qué fraude que no haya habido fraude!”.

Pero nada logró detener la extraordinaria autonomía de una ciudadanía sobre la que, cada vez, es más difícil influir. Y un hecho político inédito en la historia del peronismo: la deserción de los propios. Como diría el sociólogo Juan Carlos Torre, el partido de Perón protagonizó el último domingo un streaptease de una fragilidad escandalosa.

Un clásico historiador del peronismo, Torre explicó la crisis que viene atravesando esta fuerza hegemónica, en una reciente nota con La Nación: “por largos años, el peronismo se caracterizó por esto: los votantes peronistas solo votaban peronismo. Nunca votaban candidatos no peronistas. Ahora, muchos votantes de Milei vienen del peronismo. En 2015, hubo que importar a un hombre del menemismo, Daniel Scioli. En la última ocasión, hubo que importar a un crítico furibundo del kirchnerismo, Alberto Fernández. La última es el nombramiento y el eclipse inmediato de Wado de Pedro, que duró un día. Todo esto, en un partido que siempre se pensó como el partido natural de la Argentina, fue la confesión de una fragilidad inédita”.

Los memoriosos compararon el escrache que sufrió Milei en el Teatro Colón, a menos de 48 horas del balotaje, con el cajón de Herminio Iglesias, en la campaña de 1983. Es que, como decíamos, la gente suele ponerse de lado de quién percibe como víctima y termina castigando al agresor, de allí que usualmente las campañas negativas terminen fracasando.

Julio Bárbaro, testigo viviente de aquel error político, lo suele recordar así: “El día del cierre de campaña de la UCR en la 9 de Julio, íbamos a Chaco en un avión de Bunge y Born(ÍtaloLuder pidió sobrevolar por allí y vimos una marea humana. El silencio total que se instaló en el avión fue atronador”.

El peronismo estaba a las puertas de su primera derrota electoral en la historia democrática. Un fracaso que lo mostró vulnerable. Luego sobrevino una larga crisis, hasta que nació el peronismo renovador. Pero esta vez es muy diferente. La maquinaria todopoderosa cayó frente a un outsider; un hombre solo que hasta hace, apenas, dos años era un entrevistado desopilante y rendidor en los programas de TV.

El pase de facturas por la derrota no tardará en llegar. La interna contenida, igual que los precios pisados de la economía, promete ser turbulenta. Si algo caracteriza al peronismo es que frente a los perdedores no tiene piedad.

Laura Di Marco

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Massa, los increíbles trucos de un manipulador profesional

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15 de noviembre de 2023

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Laura Di Marco

Por sí o por no, ¿nos sentimos más esclarecidos después del debate del domingo, una instancia que los estrategas consideran crucial antes del balotaje? ¿O solo quedamos más confundidos? La pregunta no es para aquellos que forman parte de los núcleos duros de la grieta, ni para los muy informados, sino para aquel electorado estratégico, volátil, cuyo voto cambia según el contexto. Aquel votante autónomo que, en última instancia, define el resultado de la elección.

Los consultores afirman que, en esa decisión tan íntima y política como es el voto, no impacta tanto lo que pasó hace un año o seis meses sino en los últimos días de campaña: por eso, en las generales, a Sergio Massa lo afectó mucho más la falta de nafta que el Yategate.

¿Y por qué el votante estratégico, el que decide su voto según lo que va pasando, es que el que quedó más indefinido aún de lo que estaba antes debate? El acoso moral es un extraordinario libro de Marie France Hirigoyen, que explica a la perfección lo que pasó el último domingo. Massa nos ofreció una masterclass de comunicación perversa, en la que logró instalar la confusión entre los indecisos, fruto de un viaje frenético entre la mentira y la verdad. Escrito en el siglo V antes de Cristo, el chino Sun Tzu escribió: “el arte de la guerra es el arte del engaño, si adoptamos siempre una apariencia contraria a lo que somos, aumentamos nuestras oportunidades de victoria”.

También autora de Los narcisos han tomado el poder, la psiquiatra francesa detalla, a través de un ensayo repleto de testimonios reales, cómo se puede destruir a alguien solo con palabras y mentiras. Tan perversamente hábil fue Massa, que logró enredar a Milei, incluso, en el terreno donde él es experto y Massa nos hundió: la economía. Frente a un manipulador nivel Massa, Milei quedó expuesto y exhibió su fragilidad personal. Concentrado en no parecer “loco”, se edulcoró tanto que perdió su esencia y devino en un Che Guevara al que le cortaron la barba.

“Elijo a un ingenuo novato por sobre un mentiroso compulsivo serial”, escribía esta semana un usuario de X. El punto es que este votante ya tenía su voto definido desde antes del debate.

Pero, ¿qué es un manipulador? Es alguien que tergiversa los hechos, que miente con maestría, que enreda a su víctima y la empuja a actuar: ¿por sí o por no? La incita a responder o a hacer cosas que naturalmente no haría si no estuviera siendo manipulada. Una técnica muy efectiva que usó Massa es nombrar las intenciones del otro dando a entender que conocía mejor que el oponente lo que piensa. “A vos no te interesa el país, Javier, solo pensás en vos”.

Para Hirigoyen, a este tipo de encantadores de serpientes les importa muy poco qué cosas son verdad y cuáles son mentira: lo único verdadero es lo que dicen en el momento presente. El mismo Massa que, en 2017 -y no en los noventa, “cuando era joven”, como se confundió Milei- proponía arancelar la universidad, ahora pretende prevenir a los “padres y madres” de este “apátrida”, como calificó esta semana al libertario la vocera informal de Massa, Graciela Camaño.

En la comunicación perversa no se nombra nada, pero se insinúa todo. El rumor y la insinuación juegan un papel central. Las cosas se dicen sin decirlas, como cuando Massa le preguntó a Milei por qué no le habían renovado la pasantía en el Banco Central, aunque sin completar la información. Ninguna improvisación. Una técnica para poner en tela de juicio las capacidades de su rival, desestabilizarlo y sembrar la duda frente a una audiencia que aún no sabe bien quién es Milei.

Más que en los “marqueteiros” de Lula, que solo potenciaron las cualidades del candidato, para esta campaña Massa parece haberse inspirado en Sun Tzu, cuando explicaba que, para ganar una guerra, había que dividir al ejército enemigo, aún antes de arrancar la ofensiva. “Corrompa lo mejor del enemigo haciendo que sus oficiales cometan acciones vergonzosas y viles, y no deje de divulgarlas”. Massa, y su amigo Carlos Maslatón, no se privaron de divulgar el supuesto financiamiento del massismo al campo libertario. “Contale, Javier, a la gente cuando venías a mi oficina”, deslizó el ministro sobre un demudado Milei. La finalidad de esta secuencia es ganar una posición dominante y lo logró.

En la última semana de campaña, Massa y el arco oficialista aceleran una empresa de acoso y derribo sobre Milei. ¿Tendrán éxito? Eso nadie lo sabe; en su íntimo proceso, tal vez ni siquiera lo sabe del todo el propio votante confundido. Lo que sí sabemos es que las elecciones se ganan con buenas narrativas y no tanto con hechos.

Por sí o por no, ¿quién ganó el debate del domingo? Seguramente no ganó la política. Ganó la psicopatía política.

Laura Di Marco

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