Seguinos

Columna LN

Javier Milei, los secretos del hombre del momento

Inútil, basura, te vas a morir de hambre. Esas fueron las palabras paternas con las que creció.

Publicado

el

El hombre del momento parece un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Un adulto-niño emocionalmente inestable, caprichoso, que espeja el enojo y el pesimismo de gran parte de la sociedad argentina con la clase política. O “la casta”: una dirigencia que, en menos de una década, ha empujado a la pobreza a dos millones de hogares de clase media y que se muestra incapaz de detener la acelerada descomposición de lo que fue la Argentina: como Kirchner en el post-2001, Javier Milei, más que un líder, como lo definió Domingo Cavallo, parece un síntoma.

El hombre del momento vive solo y muy pocos entran a su casa. Durante la pandemia, sus cinco mastines ingleses perdieron el hábito de manada y uno de ellos, Lucas, reacciona mal frente a los extraños. En plena peste, se mudó del Abasto a una casa alquilada en Valle Claro –un barrio privado, en Benavídez– con sus cinco “hijitos”, del tamaño de ponis: cada uno pesa casi 100 kilos y los tiene distribuidos en dos ambientes del chalet de dos plantas, con equipos de aire acondicionado frío-calor.

En una casa anterior llegó a instalar un montacargas en el jardín para que subieran a dormir con él. Se turnaban. El Pater familias es Conan, el guerrero bárbaro, en honor al personaje de Arnold Schwarzenegger. Su descendencia fue bautizada con nombres de referentes de las tres familias del liberalismo: Murray, por Murray Rothbard, el inventor del anarcocapitalismo; Milton; Robert, y Lucas. En su personal top five de economistas criollos figuran tres con los que tiene amistad: Guillermo Calvo, Carlos Rodríguez y Alberto Benegas Lynch (h.).

Se autopercibe más calmado. ¿Obra de una terapia? “No, de los ‘chicos’”. Cuando llegaba de pelear con alguien en algún canal encontraba a los mastines trenzados en trifulcas peligrosas. “Ahora que dejé de pelear están superamigables”. El archivo lo desmiente. “Te podría aplastar aún en silla de ruedas”, le dedicó a Larreta. “Zurda de mierda”, a Myriam Bregman. “Inútil y pelele”, a Guzmán. “Mentirosa y amoral”, a Vidal. “Nunca laburó, tiene el Cuil invicto”, a Carrió. ¿No es un contrasentido que un defensor a ultranza de la libertad agreda a quienes no piensan como él? Se demora en la respuesta, como si recién se hubiera percatado del oxímoron. Ensaya una explicación: lo de Larreta es “violencia defensiva”. Según Milei, el jefe porteño usa los recursos del Estado para perseguirlo. “Se inmiscuye en mi historia clínica”. ¿Cómo? “Una de las amenazas que recibo es: o accedo a correrme de la política o cuenta qué psicofármacos tomo. Y yo solo tomo Somit (un inductor del sueño), que es un caramelito. (Larreta) juega muy sucio porque va contra tu vida personal”.

Una de sus heladeras conserva varios packs de Mango Loco, una bebida energizante. Se supone que la toma para activare, al despertar. “No, la tomo para dormir, porque primero me levanta, pero después me baja”. Sobre la mesa del living destaca un ensayo, La muerte de la muerte, un libro que plantea la hipótesis de la inmortalidad física. En la biblioteca, apilados, los cinco tomos de la Torá, cuya parashá discute semanalmente con un rabino para adquirir fortaleza espiritual. Siempre lleva en el bolsillo de su traje un papel desgastado en el que se lee: “el jefe”. Acaso un recordatorio de la existencia de Dios. Tuvo una educación católica (fue al colegio cardenal Copello), pero está circuncidado.

En su infancia y adolescencia sufrió violencia física y psicológica. Más adelante, también abuso económico. Según relatan en su entorno, su padre, Norberto, que fue colectivero, se apoderó de un dinero que su hijo tenía para comprarse una propiedad. En aquella trifulca, que lo tuvo distanciado de sus padres varios años, su madre, Alicia, trabó alianza con el marido. La leal siempre fue Karina, su hermana menor, su principal apoyo en la vida. Tenía apenas 11 años cuando recibió la primera paliza fuerte. Fue en la mesa familiar, cuando se opuso a la Guerra de las Malvinas.

Inútil, basura, te vas a morir de hambre. Esas fueron las palabras paternas con las que creció. A las emboscadas que armaba su papá para que fracasara, él les respondió con un 9.43 de promedio. Salvando las distancias, una biografía familiar con mucho en común con la de Mauricio y Franco Macri, pero, también, con la de Cristina, que, igual que Milei, se crio con un padre colectivero al que dejaba de hablarle después de cada pelea.

Reconciliado con Norberto y Alicia durante la pandemia, hoy prefiere no hablar públicamente de aquel pasado. Es doloroso. No tuvo hijos. “Pensar que alguien pueda vivir lo que yo padecí me llevó a no tenerlos”. Milei hace juego con los argentinos. Hace tanto que padecemos violencia, sobre todo económica, que acabamos por naturalizarla. Una naturalización que nos vuelve peligrosamente permeables al discurso del odio.

Si hasta hace muy poco nos escandalizaba un 30% de pobreza consolidada, hoy lidiamos con un 40; si una inflación del 25 o 30% nos resultaba “manejable”, este año podría tocarnos una cercana al 80%. Pasamos de 200.000 planes sociales, en 2015, a más de 1,2 millones. Patentamos una nueva categoría sociológica: 3 de cada 10 trabajadores son pobres. Por esa herida entra el discurso de Milei, que ha devenido un depósito de frustraciones y no para de crecer en las encuestas. Los principales sondeos lo dan disputando un eventual ballottage en 2023. The Washington Post y The Economist le acaban de dedicar artículos donde lo plantean como hipotético futuro presidente.

Lo novedoso (o no) es que Cristina pretende entrar por el mismo cuerpo del dolor que su supuesto antagonista ideológico: mañana, en Chaco, disertará sobre un título con expectativa pochoclera: “La insatisfacción democrática”. Ambos disputan el voto pobre del conurbano, el de los “hijos” de Cristina. Pero también pesca entre los “hijos” de Macri. La realidad es que el huracán libertario, igual que sus mastines, acecha a todos y todas, aunque le pega un especial tarascón al voto duro de Pro. ¿Podría fragmentar a la coalición opositora? Nadie puede descartarlo.

En un país exitosamente colonizado por la narrativa populista, hasta los halcones de Pro parecen moderados al lado del líder libertario. La sugerencia de cerrar el Ministerio de Educación o de disolver el Banco Central hace aparecer razonable la privatización de Aerolíneas Argentinas o la aplicación de políticas económicas de shock, como anticipó Larreta ante el círculo rojo en el Llao Llao.

El economista que admira a Margaret Thatcher produce una gran novedad en la política argentina. Disputa con el trotskismo la bandera de la rebeldía, poniéndose al hombro una batalla cultural inédita: ahora la utopía ya no es monopolio exclusivo de la izquierda; también la derecha comparte la franquicia.

Tal como sucedía con el reality show de Trump, el activo del hombre del momento es que “produce conversación”, como diría Durán Barba: la dolarización, la casta, el sorteo de su dieta. A propósito, ¿de qué vive, si sortea su dieta? Oficialmente, de sus conferencias, que también vende en el exterior por diez mil dólares.

El libertario se niega a debatir con “la casta”. La última semana Martín Tetaz lo desafió al ring con el argumento de que sus ideas más extremas no funcionarían en la vida real. Milei no lo duda: “Si soy presidente, el precio de los antidiarreicos subirá porque todos los políticos van a estar cagados”.

Por Laura Di Marco para lanacion.com

Seguir leyendo
Clic para comentar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Columna LN

Laura Di Marco: “Un freno a la sultana”

La sultana, juntos a varios sultanes que se eternizan en sus territorios en la Argentina, fueron frenados por la Corte Suprema de Justicia esta semana, que le puso un límite a las reeleciones indefinidas y suspendió las de mañana, en Tucumán.

Publicado

el

El editorial de Laura Di Marco en La trama del poder, por LN+

13 de mayo de 202321:34

Ir a notas de Laura Di Marco

Laura Di Marco

PARA LA NACION

Y justamente, a esa nena caprichosa que es Cristina Kirchner, le enfurece que le pongan un límite.

Acostumbrada, ella y su marido, a hacer su suprema voluntad desde que Néstor Kirchner se convirtió en el amo del feudo de Santa Cruz, el viernes tuiteó: “Se salieron con la suya”. Indigerible para la sultana. Imaginate: algún otro que no sea ella que se salga con la suya.

Justo Cristina que, como contó Luis Juez esta semana en LN+, tenía un plan, junto al santacruceño, para eternizarse 20 años en el poder. Y después de 20 años te deben la vida, decía Néstor, porque vos los nombraste a todos.

El matrimonio cooptaba a la gente no solo política sino también emocionalmente.

Hoy el principito Máximo Kirchner cerró un congreso del PJ en La Matanza, uno de los municipios más pobres de la Argentina, que no conoce la alternancia.

Es el showroom del peronismo. Fernando Espinoza, el sultán de turno, hace 18 años que la controla con un joystick desde Puerto Madero, donde vive, porque ni siquiera va a su lugar de trabajo.

La Matanza, desde donde hoy Máximo les habló a sus fieles, inconquistable para la oposición hasta ahora, es el corazón del conurbano. Y lo es porque, entre otras cosas, contiene un volumen de votantes equivalente a cinco provincias chicas.

En La Matanza, el Principito criticó a la Corte, con toda la sarasa que vienen repitiendo desde hace 20 años. Máximo le pegó especialmente a su presidente, Horacio Rosatti, obviando, con mucha picardía ante su grey, que el presidente de la Corte fue ministro de Justicia de su papá, compañero de gabinete de Alberto Fernández y que renunció denunciando un negociado de su papá.

El principito obvió otro dato: la verdadera gran corporación de la Argentina, es el perokirchnerismo que tiene tomados, desde hace años, territorios enteros de la Argentina. Físicos y simbólicos. Pedazos del Estado argentino que se han llevado a su casa o a las carteras Louis Vuitton de Cristina, que tanto le gustan.

Los Insfrán de la vida, 32 años en el poder de Formosa. Los Manzur de la vida, más de veinte años controlando Tucumán, y aspiraba a un quinto mandato más, que por el bien de los tucumanos se le frustró. Ah y también aspiraba a ser candidato a presidente, que también se le frustró por el bien de los argentinos. O sea: la Corte le hizo archivar los dos sueños de eternidad.

Cuando los sultanes se chocan de frente con la ley, que siempre es límite, se ponen muy creativos: ponen a sus delfines, a sus esposas o a sus choferes. Y también inventan trampas. Como este sincericidio del senador Pablo Yedlin, delfín de Manzur, que criticando el fallo de la Corte que les frenó las reelecciones eternas dijo esto: “¡Los votos dentro de las urnas!”.

Es que cuando la trampa es un modo de vivir la terminas naturalizando.

Esta semana nos deja una lección: la grieta se cierra con Justicia. Porque, a diferencia de otros proyectos hegemónicos que sí tuvieron éxito, como Cuba, Venezuela o Nicaragua, en la Argentina quedaron en pie resortes que ofrecieron resistencia: la Corte, otros sectores de la Justicia, la sociedad civil, la clase media, el campo, medios de comunicación robustos y críticos. En los otros casos, todos esos resortes fueron barridos.

Salvando todas las distancias -todas- la grieta de la dictadura fue saldada con la Justicia. En 1985, el juicio a las cúpulas militares que habían violado derechos humanos dio inicio a los 40 años ininterrumpidos de democracia que hoy disfrutamos.

Es cierto que no se enjuició a las cúpulas guerrilleras, que andan libres por la vida y algunos son funcionarios de este gobierno. Y, tal vez por eso, las heridas de los ‘70 todavía siguen abiertas.

Fijate, cuándo se bajó Cristina de toda candidatura -que muy probablemente no sea candidata a nada- fue condenada por la Justicia en la causa Vialidad.

Otro límite a la sultana es su propia imagen negativa y la de todas las figuras preponderantes del Frente de Todos.

En un sondeo de D’Alessio, Irol y Berensztein, Manzur encabeza el podio con el 74% de rechazo, mientras que la sultana anda por el 70%.

Otro límite es el propio peronismo republicano.

Finalmente salieron a la luz las conversaciones entre Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, para hacer un “frente de frentes” para las Paso y para que el cordobés se integre como la “pata peronista” a Juntos por el Cambio para enfrentar a Milei y al kirchnerismo.

Un freno casi infranqueable es la inflación desbocada. La Argentina es el segundo país del mundo con la mayor inflación anual de alimentos, superando a Ruanda, Zimbaue o Ghana. Y la desopilante explicación psicológica que dio sobre el tema Alberto Fernández, la criatura fallida de la sultana.

José Luis Espert, que también hoy confirmó que se integra como la “pata liberal” a Juntos por el cambio, también se refirió a la “inflación psicológica”. Melanie Klein, Sigmund Freud, Lacan y Jung ahora mismo se están revolcando en la tumba.

El ministro Sergio Massa pretende ser el único candidato a presidente del Frente de Todos con una economía que algunos, como Fernando Marull, comparan con la escalada inflacionaria del ‘89, que nos llevó a una híper.

Laura Di Marco

ln-mas
Seguir leyendo

Columna LN

Laboratorio Uruguay: Gildo, la pobreza y el exilio de las elites

La Argentina necesita de “buenos ejemplos visibles”, pensaba el politólogo Guillermo O’Donnell. Y tal vez, en esa frase dicha al pasar resida el nudo de nuestras desgracias. Porque lo que hoy brilla son los contraejemplos, asociados con nuestra decadencia. Gildo Insfrán y la corporación de los Moyano son, tal vez, los contraejemplos más icónicos de un país que ha multiplicado su pobreza por 10 en los últimos 30 años.

Publicado

el

4 de mayo de 2023

Ir a notas de Laura Di Marco

Laura Di Marco

Hace 35 años que Insfrán controla los destinos de uno de los feudos más pobres y atrasados de la Argentina. Declarado enemigo de la idea de progreso, fue destacado como el mejor gobernador del país por el Presidente. Vacunado vip, Hugo Moyano, boicoteador serial de los gobiernos democráticos no peronistas, también fue premiado por Fernández, quien, incluso en plena cuarentena estricta, organizó un asado en su honor y el de su familia, en la quinta de Olivos. Cualquier conexión con el film El irlandés es mera coincidencia.

Insfrán fue protagonista de una las frases más brutales de la semana contra los porteños “hijos de su madre”, que siempre “están mirando a Europa”. Meses atrás, siempre honrando el diálogo democrático, los había llamado “zánganos”. Pero la verdad es que ni los porteños ni los argentinos que innovan y producen, diseminados a lo largo del país, están pensando en Europa. Adonde sí están mirando es al otro lado del río, a Uruguay, y allí se instalan. ¿Por qué?

Este es el tema que abordan en su último libro María Eugenia Estenssoro y Silvia Naishtat: Laboratorio Uruguay, el pequeño gigante que sorprende en América Latina. Se trata de dos autoras proactivas dedicadas a investigar el vaso medio lleno. Es decir, los buenos ejemplos visibles y los países que funcionan.

Ya en 2017 Estenssoro y Naishtat habían escrito Argentina innovadora. Allí habían puesto el foco en la generación dorada, esos jóvenes emprendedores creadores de multinacionales tecnológicas, en la poscrisis de 2001. Algunas de esas exploraciones fueron los casos de Marcos Galperín, dueño de Mercado Libre; Martín Migoya, de Globant; Roberto Souviron, uno de los creadores de Despegar; OLX, de Alejandro Oxenford, y, la más reciente, Satelogic, de Emiliano Kargieman.

Sin embargo, con el tiempo, y el advenimiento del cuarto gobierno kirchnerista, todos ellos y sus empresas terminaron emigrando. La mayoría, a Uruguay.

Pero ¿por qué a Uruguay? De ese hilo empezaron a tirar las autoras. “Teníamos a los Messi de la tecnología y los expulsamos, ¿por qué?”, fue el disparador que planteó Estenssoro. El caso de Satelogic es muy ilustrativo. Fundada en 2010, la compañía, que fabrica satélites del tamaño de una cocina, fue incubada en Invap, una empresa estatal radicada en Bariloche que fabrica reactores nucleares, aunque los diseña en el exterior.

¿Qué le pasó a Kargieman, matemático formado en la UBA? El 75% de sus insumos depende de la importación y se topó con el cepo de Cristina. Además, necesitaba exportar porque los satélites se lanzan desde Estados Unidos, Guyana, China. Finalmente llegó a necesitar la firma de cinco ministros para que su empresa pudiera seguir existiendo. Decidió mudarla a la zona franca de Montevideo.

Estenssoro y Naishtat dan con una tesis inquietante. Si bien los argentinos hemos sufrido varios exilios a lo largo de la historia, como el de la clase media pauperizada en 2001 o el político, durante la dictadura, lo que nunca se había producido es este otro fenómeno: la huida de las elites económicas, como ya había sucedido en Venezuela.

¿Las razones? El discurso antiempresario, sentirse perseguidos y “escrachados” –como el caso de Pablo Moyano con Galperín–, la presión impositiva que roza lo confiscatorio, la supervivencia de sus empresas, la carencia de una visión de futuro, el contexto político. Como afirma el politólogo uruguayo Gerardo Caetano: ni el peronismo ni los liderazgos mesiánicos jamás podrían haber tenido lugar en el Uruguay porque, desde su fundación, su matriz fue republicana, liberal y laica. El resultado, según The Economist, es que el pequeño gigante rankea en el lugar número 11 entre las democracias más plenas del mundo.

“Se nos fue la generación dorada de la Argentina –dice Naishtat– y esto nos hace acordar a la fuga de cerebros que sucedió durante la dictadura de Onganía, cuando fueron expulsados (César) Milstein y (Manuel) Sadovsky”. Una fuga de cerebros que terminó obturando el desarrollo de la Argentina. También con la excusa de la ideología, aunque en los años 60, se los expulsaba porque aquellos científicos eran, supuestamente, de izquierda y estos emprendedores son, supuestamente, de derecha. O, para resumirlo en el lenguaje presidencial: de la “derecha maldita”.

El exilio de las elites argentinas se da en un tiempo en el que dos viejos enemigos, Julio María Sanguinetti y Pepe Mujica, decidieron dialogar juntos en un libro, como actuales adversarios, en el que demuestran que la izquierda y la derecha pueden convivir sanamente, en el marco de un sistema que no demoniza al otro por pensar diferente.

Laura Di Marco

Seguir leyendo

Columna LN

Milei, la cacerola de 2023

La gran novedad de esta semana es que un outsider, en el que hace dos meses atrás nadie pensaba como posible integrante de un balotaje, tiene chances de ser presidente.

Publicado

el

30 de abril de 2023

Ir a notas de Laura Di Marco

Laura Di Marco

PARA LA NACION

No es el candidato más probable -ese podio aún los tienen los postulantes de Juntos por el Cambio- pero hoy sí es un candidato posible.

Ese outsider, con apenas ocho diputados, se llama Javier Milei, al que tanto Mauricio Macri como Cristina Kirchner no solo están legitimando, sino incluso lo subieron al ring esta semana. Macri y Cristina devinieron en punteros de Milei. ¿Parece exagerado?

El año pasado Macri dijo que votaría a Milei y hace unos días, en una entrevista, vaticinó que el libertario podría ingresar al balotaje. Cuando Macri lo mete en el balotaje está potenciando el efecto “carro del triunfador”.

Esto está estudiado por los consultores: si yo digo que alguien va ganando se convierte en una alternativa “enviagrada”. Me tienta votar al ganador.

Cristina también lo subió al podio esta semana, desafiándolo con dos de sus ideas más potentes, que se convirtieron en la discusión sobre la que gira la campaña: dolarización y casta. ¿Por qué Cristina le pega a Milei y, de ese modo, le sube el precio?

Milei le roba votos tanto a Juntos por el Cambio como al kirchnerismo, aunque, si vamos a los números, es cierto que pareciera lastimar más a la oposición del viejo Cambiemos.

Según la consultora Synopsis, de Lucas Romero, por cada tres votos que le quita a Juntos por el Cambio, le quita uno al Frente de Todos. Pero hay otras consultoras que ven a un Milei quitándole tajadas a todos y todas y, lo más extraño, a un sistema político trabajando para él.

Juan Germano, de la consultora Isonomía, aporta otro dato. Hace un año y medio, cuando Milei medía 5 o 6% sus votantes eran de la derecha liberal que había salido del clóset. En cambio, cuando hace ocho meses llegó a un 10 o 20% ya atrapaba votantes cambiemitas.

Pero ahora, que ronda el 20%, es indudable que está atrayendo a votantes del Frente de Todos. Jóvenes de barrios vulnerables que antes votaron al kirchnerismo y que sienten que ese espacio no hizo nada por ellos. Es más, los empeoró.

Los votos que Milei recoge hoy en La Matanza, Morón, Avellaneda o Merlo no son de la derecha liberal. Son de gente desencantada. De jóvenes desesperanzados. Lo que va cambiando en Milei, que crece por oleadas, es la composición demográfica de su voto. Hay datos reveladores.

La mitad de los que votan en la argentina tiene menos de 40 años. El 90% de los votantes de Milei tiene menos de 50 años. Es más, según Alejandro Catterberg, de Poliarquía, el 53% de los que votan al líder libertario tiene menos de 30 años.

La pregunta del millón es: ¿tiene realmente chances Milei de ser el próximo presidente de la Argentina o, como dicen algunos encuestadores, es la cacerola del 2023?

Si se miran las encuestas y la trayectoria de la oposición, el ganador más probable es Juntos por el Cambio, a pesar la canibalización interna. Por muchas razones. Hay dos en particular. Vienen cosechando un 40 por ciento de los votos en las últimas tres elecciones. Además, hay una identificación cultural básicamente de las clases medias.

Este viernes se juntaron los candidatos de Pro en la casona de Mauricio Macri, en San Isidro. Se sacaron una foto de unidad. Muy unidos no se los veía, pero, lo que dejaron trascender, es que están callados -y prefieren permanecer así- porque están consensuando adentro.

Hacen bien. Si no se ordenan, siguen trabajando para Milei, sobre todo cuando Patricia Bullrich no para elogiarlo. Más todavía: Macri llegó a decir el año pasado que votaría por Milei.

No obstante, quedan preguntas abiertas en torno a Cristina. ¿Querrá ella levantar a Milei para dividir el voto no peronista en la provincia de Buenos Aires y así minar las chances de Juntos por el Cambio? Es una posibilidad. Eso es lo que piensa Mariel Fornoni, de la consultora Management and Fit.

Surge otra novedad. Lo que está dividido en la Argentina ahora es el no peronismo. Una Argentina en donde lo que se rompió es la esperanza. Milei es el candidato de los desencantados. De los desesperanzados. De los jóvenes a los cuáles nadie les ha mejorado la vida.

Los consultores tienen algunos consensos sobre este outsider que mueve el avispero. La campaña de Milei es genial, pero la debilidad es él mismo. Milei es el peor enemigo de Milei cuando propone un mercado para vender órganos o la libre portación de armas.

La campaña de Milei es más inteligente que su propio candidato. Este es un resumen de los encuestadores que están midiendo este fenómeno. Milei está obligando a todos a hablar de su agenda: la dolarización, los privilegios de la política, y la llamada “casta”.

¿Qué dice la gente en los focus group? Algo bastante lógico: “Voté al kirchnerismo, me fue mal. Voté a Macri, no me funcionó. Y bueno, voto a este que por lo menos no tiene prontuario político”. Pasado versus no pasado, podríamos decir.

¿Qué dice el propio Milei? El está de acuerdo con que es la cacerola de 2023, pero con una diferencia. Hoy hay una canalización política que, según Milei, sería él mismo.

La legisladora Ofelia Fernández, del Frente de Todos, dijo algo muy interesante en estos días: “Nosotros les prometimos a los jóvenes que le íbamos a cambiar la vida y se la empeoramos. Deberíamos hacer una autocrítica”. Los jóvenes son quiénes definen las elecciones en la Argentina.

Lo curioso, de todas maneras, es que en la clase magistral que Cristina ofreció en La Plata, se centró en la gran propuesta de Milei: la dolarización. Dijo que esta medida era peor que la convertilidad de Cavallo, al que ubicó en el arco de la derecha maldita.

Sin embargo, cuando se mira la historia reciente ves que los Kirchner, que fueron muy menemistas en los noventa, elogiaban mucho a Cavallo. De hecho, Néstor Kirchner sentía gran admiración por él. Fue después de una discusión económica en el Consejo Federal de Inversiones, en la que Cavallo lo dejó mal parado, que el santacruceño se puso a estudiar economía.

Llegó a su casa y le dijo a Cristina: “Cavallo me destrozó. Es la última vez que lo hace”. Es llamativo analizar cómo fue cambiando de pensamiento cristina a lo largo de los años con respecto a lo que hoy llama “derecha liberal”.

La crisis de las dos coaliciones favorece a Milei. ¿Puede ser Sergio Massa el candidato de la unidad del peronismo con un 8% de inflación mensual y un 104% anual? Algunos intendentes comentan que puede haber otro candidato de unidad: Gabriel Katopodis.

Si la crisis económica empeora, ¿Milei tiene más o menos chances? ¿Hay voto vergonzante al líder libertario o es al revés? ¿Hay gente que amenaza con votar a Milei, como la protesta de la cacerola, pero a la hora de la verdad optaría por algún candidato más conservador?

Todo es incierto en un escenario que cambia minuto a minuto y en donde nadie está convencido que la foto de hoy sea la que se termine proyectando en las Paso o las generales. Más aún, quizá lo que se proyecte es todo lo contrario.

Laura Di Marco

Seguir leyendo

Trending