Columna LN
Kirchner vs Kirchner. Una relación tormentosa que terminó en condena
PARA LA NACION
7 de diciembre de 202217:42
En 2013, Woody Allen filmó Blue Jasmine. Es la historia de una mujer casada con un especulador financiero que estafa a sus clientes, y que decide mirar para el costado, mientras el matrimonio asciende social y económicamente. Jasmine disfruta de un glamoroso nivel de vida en Nueva York sin hacerse demasiadas preguntas sobre el origen de esos lujos; haciendo “como que” no ve nada hasta que, en esa supuesta escena perfecta, aparece otra mujer. Una tercera en discordia.
El cuento tiene un final convencional, pero un giro poco convencional: el delincuente financiero, encarnado por Alec Baldwin, deja finalmente a su esposa por su amante y es entonces cuando, poseída por un ataque de furia, Jasmine decide denunciarlo al FBI detallando todos y cada uno de los delitos de su acaudalado marido. Delitos en los cuales ella había sido su cómplice principal, aunque silenciosa y convenientemente ciega. El film usa el recurso del flashback para contar el pasado. Un pasado que acecha permanentemente a su protagonista femenina.
Cambiando las profesiones y algunas circunstancias, la historia del matrimonio Kirchner, que terminó en condena, es parecida a la de Blue Jasmine. Claro que Néstor Kirchner no se fue con una amante: se murió. Y Cristina jamás lo denunció. Pero es claro que, tal como lo destacó el fiscal Diego Luciani en su alegato, la estructura corrupta la armó él, mientras ella miraba para el costado. Y mientras, en paralelo, disfrutaba del proyecto de poder que el santacruceño tejía con plata oscura. Una operación corrupta que, según dictaminó la Justicia, le extrajo al Estado argentino 84.835 millones de pesos. El equivalente a 1000 millones de dólares.
Con Néstor en vida, Cristina hizo todo lo posible por no mancharse las manos. El trabajo sucio lo hacía Kirchner, aunque luego, en su viudez, fue ella quien tomó el control de esas cajas negras, según se desprende de la propia investigación judicial. Kirchner tenía poder sobre ella –como ella lo tiene hoy sobre Alberto Fernández– porque no solo era su marido, sino también su jefe y una especie de padre sustituto. La había rescatado de un hogar en el que volaban los platos, de una madre con serios desequilibrios, de una figura paterna que apenas le hablaba, Eduardo Fernández, y que recién apareció en la escena familiar cuando ella tenía cinco años. Néstor la llevó al sur y le dio un lugar: ese que ella había anhelado desde siempre.
Ahora, con poder y dinero –aunque fuera mal habido– era ella la que podía someter a los demás. Una anécdota, contada por los propios participantes, explica la dinámica del matrimonio –en el que también volaban los platos– y hasta qué punto ella dependía emocional y políticamente de él. Estamos en 2003. Un grupo de santacruceños, entre los que estaba Cristina, esperan en el restaurante Bisabis, de Recoleta, a un ignoto Kirchner, que venía de reunirse con Eduardo Duhalde. “¡Cristina, Duhalde lo eligió!”, le informó, emocionado, Alberto Fernández, que venía de acompañar a su amigo. Ella se levantó con ferocidad y le enrostró: “¿Quién lo eligió, el Padrino?”. La reunión vibró, Cristina se fue. El grupo quedó mudo, pero unos minutos después el santacruceño los calmó con una sola frase: “No se preocupen que yo después la convenzo”. Y así fue: él siempre la convencía.
¿Acaso esta arquitectura emocional le quita responsabilidad sobre los hechos de corrupción que la Justicia juzgó y juzgará? Sin duda que no, pero explica con más profundidad y amplitud la condena del martes. Desde la lógica formal es difícil explicar que Cristina haya estado sometida a su marido-padre-jefe. ¿Justo ella? ¿Dos veces presidenta, senadora, vicepresidenta, astuta, feroz, avasallante? Y, sin embargo, cuando se bucea seriamente en su vida es fácil ver que bajo esa personalidad huracanada se esconde todo lo contrario. Todo exceso expresa una carencia: el inflamado ego o la soberbia desbocada suelen ser los envoltorios de la debilidad. El exceso viene a compensar la carencia.
Para explicar los efectos de la dependencia emocional –inmune a cargos, formación o temperamento– basta con ver la relación de Alberto Fernández con Cristina.
Como la protagonista del film de Woody Allen, también Cristina Kirchner está secretamente resentida con Kirchner. Y, para quien sepa ver, cada tanto se le escapa algún incomprensible carpetazo contra su fallecido esposo o alguna frase que parece más dirigida a Néstor que a los fiscales o jueces, que ahora la condenaron por corrupta. Como cuando en agosto dijo: “La que me siento muy boluda soy yo”. Es cierto: los flashbacks del pasado pueden ser tanto o más duros que la condena de un tribunal en el presente.
Columna LN
Filosofía carnívora: las paradojas de Trump y Milei
Envalentonado por el triunfo del norteamericano, Milei no dudó en acusar a los inmigrantes de asesinos, a los gays de abusadores de menores y a las feministas de practicar la pedofilia
La primera paradoja de un libertario como Javier Milei es haber tomado de un neomarxista la idea central de su discurso en Davos. ¿Y eso? Así es. Milei desplegó a tope, en Suiza, la idea de “batalla cultural” creada por el italiano Antonio Gramsci. Pero la cosa no quedó ahí. Gramsci también ha sido cultor del concepto de “hegemonía” (contrario a la “vieja” democracia liberal, que promueve la diversidad política, cultural, religiosa y sexual), que también parece gustarle al presidente argentino, como se desprende de uno de sus últimos tuits, en el que prometió salir a buscar, hasta el último rincón del planeta, a los “zurdos hijos de puta”. Gramsci sería un candidatazo de esa imaginaria cacería.
La segunda paradoja es que el líder que, en poco más de año, destapó gran parte de la mugre de un sistema corrupto como el kirchnerismo y combatió el mayor impuesto a la pobreza, como es la inflación, no dude en meterse en una batalla tan oscura como lo es transformar en perversiones los mejores derechos ganados por las democracias occidentales. Porque realmente hay que retroceder muchas décadas para encontrar un discurso tan reaccionario en el plano moral como el que esbozó Milei ayer en la cumbre de Davos. Exposición en la que, paradójicamente, difuminó sus verdaderos éxitos y las reales razones por las que fue votado: el ordenamiento de la macroeconomía, la “doma”, en lenguaje mileísta, de piqueteros y gerentes de la pobreza o las muy buenas expectativas de crecimiento para este año.
Por el contrario, y envalentonado por el triunfo de Trump, Milei no dudó en acusar a los inmigrantes de asesinos, a los gays de abusadores de menores y a las feministas –en su “versión más extrema”, según aclaró– de practicar la pedofilia. Lo sorprendente es que, en la red de su amigo Musk, muchos de sus seguidores negaban que Milei haya dicho lo que, en verdad, dijo. Cada cual recorta al Milei que más le gusta o escucha lo que quiere escuchar.
Hay que retroceder muchas décadas para encontrar un discurso tan reaccionario en el plano moral como el que esbozó Milei ayer en la cumbre de Davos
Es curioso escuchar sus reflexiones sobre el aborto. El Presidente considera que fue “inventado” con la excusa de que el aumento de la población terminaría con el mundo, pero el resultado, concluyó, es que “ahora los nacimientos son cada vez más escasos”. La paradoja es que él mismo eligió no tener hijos porque sufrió siendo hijo, según relató él mismo en varias entrevistas. Es decir, ejerció un derecho, el mismo que parece negarles ahora a las mujeres: el de querer ser madres o no.
En términos de la construcción de una narrativa desapegada de los datos, convengamos en que Milei no tiene nada para envidiarle a Cristina, sobre todo cuando habla de temas que le son completamente ajenos: ecología, derechos de las mujeres, reproductivos, diversidad sexual. Ignora datos sin mosquearse, aunque es extremadamente exitoso con sus palabras, si lo medimos en términos de cuántos le creen.
¿Acaso mujeres y hombres no son perfectamente iguales en un mundo libre?, se preguntó en Davos. Si en lugar de mirar dentro de su propio dogma indagara en los datos, vería los resultados del propio World Economic Forum: en un relevamiento realizado en 156 países llegó a la conclusión de que las mujeres están a 267 años de distancia de la real paridad en términos económicos. Al margen de que la pobreza no solo es de dinero, sino de tiempo.
En la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo se revela que las mujeres emplean más de seis horas de su día en tareas domésticas y de cuidados de otros, contra tres de los varones. Tiempo restado a la construcción de, por ejemplo, una carrera profesional. La inequidad es tan obvia y constatable como afirmar que el agua moja. ¿Será que, en este caso, Milei no la ve?
En Davos, el Presidente se entrevistó con los hombres más poderosos del mundo: James Quincey, de Coca Cola; Elon Musk; Mark Zuckerberg, CEO de Meta; Sam Altman, número uno de Open AI; Sundar Pichai, CEO de Google; Tim Cook, director ejecutivo de Apple, y Marc Benioff, CEO de Salesforce. Todos varones megamillonarios. Por eso resulta, incluso, gracioso cuando afirma que el feminismo busca “privilegios”, cuando, en verdad, ONU Mujeres revela que el 70% de la pobreza en el mundo es femenina. De nuevo, pobreza de tiempo y de dinero.
Un relevamiento realizado por el Foro Económico Mundial en 156 países llegó a la conclusión de que las mujeres están a 267 años de distancia de la real paridad en términos económicos. Al margen de que la pobreza no solo es de dinero, sino de tiempo.
Otra paradoja divertida: los gigantes tecnológicos que Milei ama tienen cupo femenino para el alto liderazgo, dentro de la cúpula de sus propias corporaciones. ¿Se lo habrán contado a Milei?
Desde que asumió como dueño de la Casa Rosada, solo se dejó entrevistar por periodistas argentinos varones que él mismo selecciona, a excepción de estrellas televisivas como Mirtha Legrand o de su actual novia, Yuyito González. Esa exclusión no solo es desigualdad; también es violencia.
Y, sin embargo, la paradoja es que Milei ha colocado a mujeres en lugares de enorme empoderamiento, como a su propia hermana, a quien nombra en masculino: El Jefe. Un ejemplo reciente desnuda el poder de Karina. Cuando hace pocos días el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, se reunió con el líder libertario para anunciarle el pase a sus filas, Milei se entusiasmó: “Me encanta –le dijo– pero antes hay que preguntarle a Kari”.
Pero no solo es Kari. A su lado también brillan las ministras Patricia Bullrich y Sandra Pettovello, además de nuevas figuras libertarias como la propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, Juliana Santillán o Emilia Orozco, entre muchas otras. En el mundo de Cristina Kirchner, feminista de la última hora, pocas mujeres brillaron de ese modo. Ella se ocupaba de opacarlas.
En el verano de 2023, dos gemelas argentinas se arrojaron del tercer piso de un edificio en Barcelona a raíz del bullying que sufría una de ellas por su orientación sexual. Por eso es estigmatizante y peligroso anudar homosexualidad con pedofilia en boca de un presidente, en un escenario mundial como Davos, como intentó hacerlo Milei relatando un solo caso de un matrimonio de homosexuales que abusaba de sus hijos adoptivos.
La paradoja es que Milei ha colocado a mujeres en lugares de enorme empoderamiento, como a su propia hermana, a quien nombra en masculino: El Jefe
La realidad es al revés, tal como le recordó en un tuit el “lilito” Maximiliano Ferraro, quien lo invitó a echarles un vistazo a los datos del Ministerio Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires: la mayoría de los abusos contra niños y niñas son perpetrados por hombres heterosexuales y dentro de la propia familia. “¿Acaso no saben que la mayoría de los presos son hombres?”, volvió a interrogarse Milei, en Suiza. Tal vez habría que recordarle que algunos de ellos lo están por matar mujeres. En la Argentina, una mujer es asesinada por día por su pareja heterosexual.
Trump, su padrino mundial, también es un cúmulo de paradojas. Una de sus frases predilectas es: “Cuando alguien te reta, lucha. Sé brutal, sé duro”. Y, sin embargo, podría devenir en un líder global pacificador, con su promesa de dejar de financiar guerras por fuera de las fronteras de los Estados Unidos. Mientras, líderes más “humanos”, como Obama o Clinton, las incrementaron.
“¿Por qué odia tanto? Tiene que haber una explicación personal”, reflexionó el reconocido sociólogo francés Olivier Alexandre ante Luisa Corradini, la enviada especial de LA NACION a Davos. Alexandre da en el clavo porque esa razón existe y está en su infancia: Milei padeció a un padre que le dedicaba frases hirientes e insultos como “inútil”, “inservible”, “nunca vas a llegar a nada”. Como suele suceder con todos los líderes, varias de las razones de sus políticas acechan, escondidas, en los hechos de sus biografías.
Por Laura Di Marco
Columna LN
Victoria’s Secret: ¿buscan hacer renunciar a la vice?
Amenos que suceda algún milagro político, la ruptura entre el Presidente y su vice es terminal. La noticia no solo ocupa a los medios locales, sino también a los diarios de los países vecinos. El interés tiene un sentido: la Argentina parece tener un karma con las parejas presidenciales. Una novela que, hasta ahora, siempre terminó en quiebre. La postal más elocuente del divorcio entre ambos es la cena de fin de año, en la Casa Rosada, convocada por el jefe del Estado para cerrar 2024. De aquella foto, Victoria, que permanece muda desde que Milei repuntó en las encuestas, fue excluida.
La estrategia de hostigamiento hacia la figura de Villarruel, primero en boca de informales voceros mileístas o cuentas atribuidas a jerarcas libertarios, pero cada vez más seguido en boca del propio Presidente, es sistemática.
Se trata de una estrategia de esmerilamiento que está dando sus frutos y que, incluso, se puede medir. Según la consultora Synopsis, que dirige Lucas Romero, en septiembre pasado apenas el 8% de los simpatizantes de Milei no sintonizaban con la vice. Un porcentaje que ahora, casi, se triplicó: hoy el 21% de la base de votantes mileístas no comulga con la compañera de fórmula que eligió el líder libertario para ganar las elecciones de 2023. En otras palabras: uno de cada cinco habitantes del mundo libertario ya no se identifica con la vicepresidenta.
Pero ¿qué mensaje político encierra este dato? El mensaje que les baja Milei y que, evidentemente, ha permeado es que Victoria ya no es “de los nuestros”. No es leal. O, lo que sería peor: es traidora porque “es casta”, como la descalificó el propio Milei en una entrevista que ofreció a fin de año.
“Sanguijuela. Vichacruel. Se cuelga del éxito ajeno y se borra en las malas”, afirma Lilia Lemoine, tal vez la más ácida detractora de Victoria y muy cercana a los hermanos Milei. “Que se ocupe de lo suyo”, descalificaba la ministra Patricia Bullrich cuando fue cuestionada por Victoria a raíz de la desaparición de Nahuel Gallo, en un tuit que luego borró. “Está desconectada de la realidad”, disparó el propio Presidente cuando su vice se quejó porque ganaba “chirolas”.
Antes, y en medio del caso Kueider y su expulsión –por la cual el oficialismo perdió a un senador–, le había dedicado un misil fatal. El affaire Kueider encontró a Milei fuera del país. En ese marco, castigó: “Siempre que me voy pasan cosas”. Las consultoras registran que el bullying hacia la vice se cuadruplicó en los últimos dos meses de 2024 si se lo compara con los diez meses anteriores. El resultado es la pérdida de entre 5 y 8 puntos de imagen positiva de la vice hostigada, depende de a qué consultora se consulte. Milei se perfila empoderado para arremeter.
Hay que recordar que la imagen presidencial comenzó a repuntar a fines de octubre, a caballo de los buenos indicadores macroeconómicos. “Dólar bajo e inflación domada. Estabilidad económica. Con la macro ordenada, en la Argentina podés hacer cualquier cosa”, afirma un hombre que fue relevante en la década del noventa y que compara este momento Milei con el momento Menem y su superministro Cavallo. “Mientras el programa funcionaba, teníamos todo el poder”. Así se siente hoy Milei.
Pero, tal vez, el reproche más feroz que se le hace a la vice es el de “traidora”. ¿Traidora por qué? Porque arma para ella, acusan cerca del asesor estrella Santiago Caputo –su archienemigo– y porque nunca se disiparon las sospechas de que tiene charlas secretas con Mauricio Macri, otra de las víctimas de los hermanos Milei. Sospechas –hay que aclarar– sistemáticamente negadas por ambos protagonistas.
La novela, en varios episodios entre el Presidente y su vice, que no tiene nada que envidiarle en términos de clics y popularidad al Wandagate, disparó una pregunta inquietante en los pasillos de la política. ¿Buscan los hermanos Milei arrinconar a Victoria hasta obligarla a renunciar? Para la mayoría de los dirigentes y sommeliers de la política local, la respuesta es sí, aunque ese resultado esté muy lejos hoy de producirse.
“Mi interpretación es que Milei quiere provocar la renuncia de Villarruel y que tanto él como su hermana Karina van a continuar con una campaña de hostigamiento que, de hecho, ya rindió sus frutos: Victoria ha decrecido en su imagen positiva, aunque su imagen negativa sigue siendo baja”, afirma Romero, director de Synopsis. La pregunta que sigue es: ¿por qué tanto encono? La respuesta es, tal vez, más sencilla de lo que parece: cualquier cosa que le pase a Milei, la que hereda el poder es ella. Una vice que, al principio del mandato de Milei, cuando se rumoreaba que no duraría ni seis meses, era el plan A del círculo rojo. Hoy esa posibilidad está totalmente disipada. Sin embargo, esa condición de heredera natural es, probablemente, lo que más perturba a los hermanos más poderosos de la Argentina.
¿Qué puede pasar entonces con Villarruel? ¿Podría robarle una parte de la base libertaria al Presidente? Esa posibilidad no pareciera posible si a Milei le va bien este año en las elecciones de mitad de mandato, como todo indica. En ese escenario, la estrella de Victoria decaería hasta la irrelevancia. En una palabra, ella solo tendría alguna chance en el caso de que el programa económico libertario empezara a fallar.
Si algunos comparan al empoderado Milei con el Menem de los 90, otros parangonan este momento con 2005, cuando los Kirchner enfrentaron a los Duhalde y ganaron la batalla. Ahora serían los Milei versus los Macri. ¿Por qué la comparación? Porque, en aquel momento, la batalla K dio lugar al nacimiento al peronismo no K, que, con diversas combinaciones, logró ganarles elecciones de mitad de mandato a Néstor y Cristina en los años que siguieron. ¿Podría suceder algo similar si Milei y Macri rompen? ¿Podría nacer algo así como el no peronismo no mileísta?
Es en ese ajedrez donde podría entrar a jugar Villarruel, en una hipotética, aunque no descabellada, alianza con los Macri. Ambos esmerilados, ¿ambos futuros aliados? Esas preguntas circulan en la cabeza del joven Caputo, tal vez uno de los operadores más inteligentes de la nueva política.
Ayer Javier Milei ofreció una entrevista donde reafirmó su deseo de jugar electoralmente con Mauricio Macri en todos los distritos. Macri no le cree. Más bien parecería que el Presidente no le está hablando a Mauricio sino a sus votantes y que la oferta real es sumisión o intemperie. ¿Por qué la desconfianza sobre los dichos de Milei? Porque los hechos siempre pesan más que las palabras. Y esta semana el mileísmo desató una operación política feroz contra el gobierno de Macri, sembrando sospechas de complicidad entre la AFIP del macrismo y ciertos empresarios o figuras vinculadas al kirchnerismo. Pasado en limpio, mientras el Presidente dice en público una cosa, sus operadores por debajo hacen todo lo contrario.
Santiago Caputo abrió una fundación para cooptar cuadros propios de cara a estas elecciones. Está convencido de que los votos de Pro ya los tiene y que a los Macri no los necesita. En un escenario optimista, ganando por más del 40% de los votos en las elecciones nacionales, lograría entre 90 y 100 diputados propios, más 20 senadores. Y en uno moderado, pensando en un triunfo de en torno al 35 o 40%, la cosecha sería de entre 80 y 90 diputados y 14 o 15 senadores. Esos son los cálculos de circulan en la Casa Rosada.
Pero –siempre lo hay– el talón de Aquiles sigue siendo la provincia de Buenos Aires y, sobre todo, el conurbano, si Milei y Macri fueran separados. En esa tierra de desamparados, si se presentara como candidata Cristina Kirchner, tiene chances de ganar. Un triunfo peligroso que desbarataría todo un universo de expectativas en torno al oficialismo. Es que aun para los operadores más sagaces siempre hay cisnes negros acechando al poder.
Por Laura Di Marco
Columna LN
Política y emociones. El coach argentino del poder que pocos conocen
- 12 de diciembre de 2024
PARA LA NACION
Una tarde de abril de 2022 toqué el timbre en el chalet de dos plantas de Javier Milei, en el barrio cerrado Valle Claro. El ahora presidente era, entonces, el disruptivo outsider que subía imparablemente en las encuestas. Hasta aquel momento, la casa de Milei era inescrutable. Misteriosa. Plagada de leyendas. De hecho, ningún periodista había entrado en ella.
–Que vos estés aquí es una señal- dedujo él, de inmediato.
–¿Una señal de qué?
–¡De que voy a ser presidente! –exclamó, como si fuera una obviedad–. Te explico: vos hiciste la biografía de Macri, que se llevaba mal con el padre, igual que yo. Y después escribiste sobre la historia de Cristina, que tuvo un padre colectivero: igual que yo. Y ahora estás acá para hacer mi perfil, ¿se entiende por qué el próximo presidente voy a ser yo?
¿De qué hablaba Milei, quizá sin saberlo del todo?
Del peso de su biografía personal en su carrera política. Se trata de un sendero poco explorado –e incluso subestimado– en el periodismo político y el análisis tradicional, que sin embargo se torna esencial a la hora de comprender el liderazgo argentino y nuestra sucesión de fracasos. Este es el nudo que aborda el flamante y exquisito libro Biografía del poder, de Alberto Lederman, un consultor de altísimo nivel de la política y del empresariado argentino y coordinador de célebres seminarios vip sobre el poder y las emociones, por donde han desfilado prácticamente todos los dirigentes públicos que conocemos. Durante casi 50 años, Lederman se ha dedicado a formatear a las élites argentinas en una suerte de gran terapia de grupo, entre otras herramientas.
En su libro, el autor desmenuza cómo piensan y funcionan esas élites. Logra sostener una hipótesis provocadora sobre la dirigencia argentina y sus patologías, tal como promete en la contratapa: la búsqueda del poder como droga y bálsamo para calmar sus traumas. El abandono o, más fuerte aún, la orfandad, afirma, es uno de los más comunes. El poder vendría a compensar esa vulnerabilidad de origen. Hablamos de una orfandad en un sentido real o figurado. Orfandad como la carencia de una nutrición parental sana, consistente, contenedora.
La orfandad de Milei es clara; él mismo lo ha contado como hijo de un padre violento que lo descalificaba, insultaba y lastimaba emocionalmente durante toda su infancia y adolescencia. No es difícil deducir que el Presidente sea leal con quienes siempre creyeron en él y lance una caterva de descalificaciones –junto con su militancia tiutera– cuando recibe la más leve crítica. El que se quema con leche, ve una vaca y llora.
Ante cuestionamientos razonables, su mente se remite al pasado. Por ejemplo, cuando su padre lo golpeó cuando, a los 13 años, deslizó en la mesa familiar que la guerra de Malvinas era una farsa, cuando Milei padre la apoyaba con fervor. A Macri le cabe otro tanto. Los conflictos con Franco Macri son conocidos, sumados a la frialdad de una madre a la que le costaba sentir a su hijo y obsesionada con la imagen social.
La soberbia política de Cristina solo esconde lo contrario: el hecho de que siempre se haya sentido inferior. No es que objetivamente lo sea, claro está: es un sentimiento muy viejo acuñado en su infancia pobre e incrustado muy profundo en el cerebro de aquella adolescente de Tolosa, que buscaba desesperadamente ser vista y pertenecer a la élite platense de la que se rodeaba. El infinito resentimiento, y hasta la voracidad por el dinero mal habido, incluso, pueden explicarse en aquellos primeros años de su vida. Claro que aquí no buscamos justificaciones sino explicaciones: dos conceptos que suelen confundirse, pero que son bien distintos.
Parado desde esta perspectiva novedosa, Lederman formula su tesis: no es la economía sino la salud mental de los líderes lo que explicaría la profunda crisis del país. Un exmandatario que integró la seguidilla de presidentes durante la crisis de 2001, suele decir lo mismo pero un modo más brutal. “El problema de la Argentina es, ante todo, psiquiátrico”.
¿Y qué hay de Edgardo Kueider, el protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción del año? Nació en Concordia, en el seno de una numerosa familia sirio libanesa, de clase media baja, cuyo sustento venía de una modesta mueblería y tapicería familiar. El padre se evaporó en su temprana infancia y lo criaron tíos y tías. Para compensar esas carencias soñaba con ser rico, tal vez por eso se metió en el peronismo y terminó envuelto en una trama de contrabando y lavado de dinero que muy probablemente termine con su carrera política.
Esa precariedad originaria de Kueider hizo que líderes más sólidos de la provincia –¿podríamos arriesgar, dirigentes con otras biografías?–, como Jorge Busti o Augusto “El Choclo” Alasino nunca lo hayan querido. Es la misma precariedad de Sergio Uribarri, uno de los poquísimos casos de exgobernadores condenados y presos por corrupción. Uribarri es oriundo de un pequeño pueblo entrerriano, General Campos, del que fue intendente. Las grandes ligas siempre le fueron ajenas, de ahí la falta de sofisticación en la confección de sus enjuagues. En otra escala, a los Kirchner les pasó lo mismo: lavar dinero a través de hoteles es de manual. Y de los más berretas.
En Biografía del poder, Lederman afirma que cada una de estas trayectorias políticas son respuestas a las biografías personales de cada uno de sus protagonistas.
Pero volvamos a Kueider. En su apuro por salir de pobre, ya entre 2009 y 2014, cuando aún era secretario general de la intendencia de Concordia, Migraciones registró 166 viajes entre Uruguay, Brasil y Paraguay. Su interés por los negocios inmobiliarios iba en aumento. Años más tarde se pelearía con su padrino político, el exgobernador Gustavo Bordet, que empezaría a impulsar como candidato a diputado a otro personaje muy significativo dentro de esta trama: Guillermo Michel, oriundo de Gualeguaychú, exdirector de Aduanas de Sergio Massa. En los últimos meses, Kueider y Michel protagonizaron furibundos cruces políticos en su provincia.
De hecho, Kueider y su secretaria son atrapados por la Armada paraguaya, en Ciudad del Este, una fuerza con la que Michel había trabado lazos cuando era funcionario. Como explicaba un periodista paraguayo, entrevistado por la revista Análisis digital: “Si la Armada hizo el procedimiento es porque tenía un dato porque, en esa Aduana, no paran a nadie”. La voracidad lleva a dejar cabos sueltos o al no registro, como subestimar el hecho de que los enemigos que se van construyendo en ese empinado y riesgoso camino también pueden jugar sus fichas.
Un dato curioso: el abogado de Kueider en Paraguay, Ricardo Preda, también fue letrado del expresidente paraguayo Horacio Cartes, un especialista en pasos de Aduana.
“(Los líderes) están más entrenados en decir, aunque no sea significativo lo que dicen, y se les hace difícil escuchar –escribe Lederman– porque eso implica registrar lo que el otro dice y hacer el intento de entenderlo, de hablar con otros para pensar con ellos mismos”.
Una buena interpretación que aplica a muchos políticos, empresarios e, incluso, líderes comunicacionales. Aman escucharse, de ahí la falta de registro que muchas veces tienen de los demás y sobre todo de su entorno, que los lleva a cometer errores tan groseros como dejar una mochila con más de 200.000 dólares sin declarar, a la hora de pasar por un control de Aduana en un paso fronterizo.
Por Laura Di Marco
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