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Mujeres incómodas

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8 de marzo de 2023 00:05

Laura Di Marco

Muchos aún preguntan: ¿por qué hay un Día Internacional de la Mujer y no uno del Hombre? Un usuario mayor de 50, en Twitter, preguntaba esta semana, con genuina curiosidad. “En la Semana de la Mujer, consulto: ¿qué tareas esenciales para la igualdad entre la mujer y el varón aún quedan pendientes en la Argentina?”. Es curiosa esa pregunta sobre una desigualdad tan obvia, que puede medirse con datos oficiales muy concretos. Para el arranque, digamos que de cada 10 pobres en el mundo 7 son mujeres.

El World Economic Forum lo dice de otro modo: en un relevamiento realizado en 156 países llegó a la conclusión de que las mujeres están a 267, 6 años de distancia de la real paridad en términos económicos. Es que la pobreza no solo es de dinero, sino de tiempo.

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Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, con datos de 2021 para la Argentina, las mujeres emplean más de 6 horas de su día en tareas domésticas y de cuidados de otros, contra tres de los varones. Dicho de otro modo: el 70% de estos trabajos no remunerados, esenciales para el mantenimiento de la vida y la reproducción, están hechos por ellas. Tareas que las mujeres pagan con su tiempo. Un tiempo restado, por caso, a la construcción de una carrera, la generación del networking o el diseño de cualquier emprendimiento.

Como explica la economista Justina Lee, de Ecofeminita, el sector de cuidados y mantenimiento de la vida cotidiana es el que más aporta a la economía (15,9% del PBI), seguido por la industria y el comercio. Hasta el Papa, en su propio registro, habló de la inclinación de esa cancha en una entrevista reciente, que ofreció en el Vaticano. “Provengo de un país machista”, describió a la Argentina.

“Es insólito que todavía haya que explicar por qué se celebra el Día de la Mujer o el Día del Orgullo, aunque sé que vivimos en la Argentina, donde hay que explicar que el agua moja. Se celebran estos días para hacer visible lo obvio: la disparidad y la exclusión de mujeres y diversidades”, acerca Luis Novaresio, conductor de LN+, quien confiesa que vivió muchos años bajo el mandato patriarcal de que la orientación sexual no se cuenta. “Fue un error; hoy creo que quienes gozamos de cierta notoriedad pública tenemos la responsabilidad de hacer visible la diversidad para seguir reclamando la igualdad de oportunidades”.

Una de las dificultades, en la Argentina, para explicar que el agua moja es que la causa feminista ha sido apropiada –o, más bien, vandalizada– por el kirchnerismo, y que el debate se metió en la grieta. Esta dinámica corrosiva genera múltiples riesgos. El primero y más obvio es que el feminismo –ciertamente uno de los movimientos más vigorosos de las democracias liberales avanzadas– sea asociado con Cristina Kirchner y, por lo tanto, rechazado. Otro es que las mujeres políticas de la oposición, que sufren los prejuicios y la exclusión en sus propios espacios, se dejen robar esa bandera o traten de tomar distancia. El tercero es que, apalancadas por la radicalización del kirchnerismo, últimamente hayan brotado vertientes muy violentas, que promueven discursos de odio. Un odio que intoxica el mensaje.

Es paradójico: si la cultura machista tiene como valor central el sometimiento del otro (en general, del más débil), Cristina Kirchner podría ser una de sus exponentes máximas.

Pero sigamos con los datos. En el empleo formal, la brecha salarial es de casi el 25% (24,54%) a igual trabajo. A la vez, ellas tienen un 20% menos de acceso a las oportunidades laborales. Dicho de otro modo: el mundo del empleo sigue apostando por ellos. Según la Casa del Encuentro, en lo que va de 2023, hubo un femicidio cada 25 horas. Casi uno por día. Como vemos, no se trata de opiniones ni de “victimización”, sino de lo que describe la Encuesta Permanente de Hogares (Indec).

Pero la violencia puede asumir muchas formas. La física es la más visible, pero no necesariamente la más dañina. La influencer y nutrióloga Raquel Lobatón pone de relieve que la violencia estética está dirigida básicamente hacia ellas. Y se pregunta: “¿Cuánta energía, dinero y tiempo tenemos que invertir en producirnos? Y no es porque seamos más vanidosas, sino porque nos enseñaron que tenemos que competir entre nosotras para ver quién es la más bella. Nos enseñaron que nuestro valor reside en nuestra apariencia”. Mujeres incómodas las que mueven así el avispero.

Pero ¿y qué pasa en las cúpulas? ¿Quién toma las decisiones? Esto también se puede medir. El equipo de ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) concluyó que, aun en aquellos espacios donde la participación de las mujeres es masiva y está por encima del 50% (educación, derecho, salud), su acceso a los puestos de la más alta decisión está lejos de la paridad: en educación es del 14%; en la Justicia Federal, del 20%. Y en Salud, por cada 10 directivos, hay 3 mujeres. Hay avances, es cierto, pero mucho más lentos de lo que se perciben.

Algunos pensarán: pero la persona más poderosa de la Argentina es mujer. Se llama Cristina Kirchner. Es cierto, aunque el poder de Cristina, heredado del imperio construido por Néstor Kirchner, la asemeja más a una monarca –a una reina peronista– que a una líder democrática. A pesar de su extraordinaria astucia, la lideresa del peronismo llegó adonde hoy está a través de los peldaños que le fue armando su marido. Que se entienda bien: no porque a ella le faltara habilidad, sino porque a la política argentina le sobran prejuicios.

A pesar de los evidentes y valiosos esfuerzos de la industria por incluirlas, el periodismo político y económico también sigue siendo autorreferencialmente masculino. Salvo excepciones, que las hay, a los medios de comunicación les sigue costando mucho incluir la palabra editorializante –el análisis– de una mujer en temas duros. Las mujeres, en todo caso, están para acompañar, orbitar, ornamentar con su belleza física; incluso, para brindar información, pero son pocas, poquísimas, las que verdaderamente lideran equipos en radio, televisión y la prensa gráfica. En una charla privada con funcionarias uruguayas, la primera dama Lorena Ponce de León, Loli, reveló un costado desconocido de su crisis conyugal con Lacalle Pou: “Me niego a ser el puré del bife”. Otra mujer incómoda.

A fines del año pasado, la encuestadora Poliarquía hizo un sondeo entre los integrantes del círculo rojo –empresarios, economistas, políticos, una mayoría de varones– y concluyó que los diez periodistas más respetables de la Argentina son varones. ¿Será que el círculo rojo no encontró a ninguna periodista respetable o que, a la luz del cuadro que mostramos, los prejuicios les impiden verlas?

No vemos el mundo como es sino a través de nuestros propios filtros, como los de Instagram.

Claro que hay cambios y signos evidentes de una cultura que está mutando. The New York Times, por caso, fue el primer periódico importante en incluir a una editora de género, Jessica Bennett, una periodista que escribe desde hace años sobre sexismo sutil. Esa violencia intangible, hecha de ideas y creencias, que hace aparecer a las mujeres como seres de menor valor.

Todo está en revisión, incluso las canciones románticas, hechas de hombres conquistadores y mujeres conquistadas. Ricardo Arjona armó un gran revuelo este fin de semana, en Montevideo, cuando se quejó de la “pérdida de poder” de los varones. Del otro lado del charco, la psicóloga Virginia Gawel, otra mujer que incomoda sanamente con sus palabras, le responde con la idea de paridad. “Para que haya una verdadera pareja, la mujer tiene que tener un lugar igual de valioso que el hombre. Pareja es paridad”. ¿Cambiará las letras de las canciones de amor?

Laura Di Marco

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Ritondo & Santilli: dos tipos audaces siempre cerca del poder

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Esta semana, en su editorial radial, la periodista Nancy Pazos, exesposa de Diego Santilli, hizo un sugestivo comentario: “Soy analista política y voy a analizar la vida de la persona con la cual, alguna vez, compartí la cama. Ahora, sepan que primero soy madre. ¿Queda claro? Entonces, el debate se da en el terreno de la política. Que los otros (periodistas) vayan a investigar lo que quieran. Conmigo, no cuenten”.

Elípticamente –y no tanto–, Pazos se refería a las eventuales investigaciones sobre la integridad económica de su exmarido, cuestionada por el propio Milei en un tuit incendiario durante la campaña de 2023, en el que, entre otras maravillas, decía: “No hay nadie que no diga que es un corrupto”.

Pero llamativamente Pazos no salió en defensa del buen honor de Santilli, como podría esperarse. En cambio, justificó su silencio, amparada en el hecho obvio de que Santilli, que fue postulado como reemplazante de José Luis Espert, es el padre de sus hijos. A buen entendedor, pocas palabras.

Pero si exploramos con mayor profundidad aquel tuit de 2023, cuando Santilli se presentaba como un larretista de la primera hora y Milei decía lo que decía sobre él, contiene muchas claves. Por ejemplo, cuando en el mismo texto sostiene: “El tipo que dice abiertamente que vive de ‘sus negocios’ (SIC) y recibe sonrisas, no preguntas”. Y continuaba: “Este es el que los medios nos quieren vender como la alternativa para la provincia de Buenos Aires”.

Pero pasó el tiempo y “el Colorado” –el sobrenombre que le asigna la política– se ganó la confianza de “el Jefe”, la hermana del Presidente. Carismático, entrador, siempre intuitivo para saber por dónde entrar, acertó nuevamente con el password correcto hacia Las Fuerzas del Cielo. Como dicen algunos dirigentes que conocen bien de cerca su larga trayectoria: se metió dentro del universo libertario con el calculado discurso de un vendedor de autos usados.

Ni Milei ni Santiago Caputo lo querían al frente de la lista de diputados. “¿Cómo hago para que la gente crea que Santilli es Milei?”, deducía, con razón, el joven asesor presidencial. Cabe aclarar que “Santi” perdió influencia al lado del Presidente.

Con la baja de José Luis Espert, ahora la campaña libertaria efectivamente va a tener que hacerle creer a la gente que el Colorado es Milei. Una operación que parece, si no imposible, muy difícil. Sobre todo cuando el economista al que reemplazaría el Colorado se las daba de duro con los delincuentes, para los que pedía “cárcel o bala”, cuando en paralelo mantenía relaciones non sanctas con el acusaso de narco Fred Machado. La incoherencia en el máximo nivel.

Pero Santilli no está solo en la aventura del poder. Como Batman y Robin, comparte cartel con el inefable Cristian Ritondo, jefe de la bancada de diputados de Pro. Los amigos, que comparten generación, devinieron inseparables compañeros de peripecias desde los albores de la década del noventa. Y fueron, obviamente, los primeros en traicionar a Macri cuando la estrella de Milei estalló, fulgurante.

Santilli y Ritondo: los más menemistas en los noventa, los más macristas en los 2000. Los más mileístas desde el triunfo del libertario. Y, como frutilla de esta alocada carrera, Santilli mimetizado con Larreta cuando compitió en la interna por la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Cuando perdió poder, Larreta, ingenuo o despistado, confesó públicamente: “De pronto, mi teléfono dejó de sonar. Pensé que estaba roto”. El primero que lo dejó de llamar fue Santilli.

Santilli y Ritondo. Buenos muchachos, blindados y bendecidos durante décadas por “los privilegios de la casta”. Y, más que nada, viejos navegantes de su opacidad.

Mezclado entre la gente que pugnaba el último martes por ingresar al Movistar Arena, donde Milei estaba por presentar su libro y protagonizar un bochornoso espectáculo, Ritondo pontificó ante un cronista: “Cuando uno no termina de explicar bien, perjudica al conjunto”. La frase iba dirigida hacia Espert, pero bien podría aplicársela para él mismo.

A fines del año pasado, Ritondo fue denunciado en la Justicia Federal por enriquecimiento ilícito, ante la sospecha de que su esposa, Romina Aldana Diago, aparecía relacionada con sociedades offshore, dueñas de inmuebles en Miami. La investigación sobre el matrimonio fue publicada por el ElDiarioAr y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP). La denuncia fue realizada por el abogado Luján Jeremías Rodríguez, cercano a Juntos por el Cambio.

Jeremías Rodríguez sostuvo en su cuenta de X: “Hay políticos que, además de corruptos, son cínicos”. Y agregó, lapidario: “Se muestran de una manera y hacen totalmente lo contrario. Durante mi participación en Juntos por el Cambio he visto hacer negociados a Ritondo y su gente con intendentes kirchneristas de todo tipo”.

El texto cerraba con una frase que no dejaba espacio para la duda. “Ojalá el PRO se lo saque de encima y tenga un renacer con gente nueva y honesta”. Mucho para explicar.

El fantasma de la narcopolítica recorre “la casta”, hoy paradójicamente metida hasta el cuello en el universo mileísta.

En agosto de 2020, Elisa Carrió denunció un supuesto sistema de impunidad en San Isidro, que involucraba a los entonces fiscales Julio Novo y Claudio Scapolan. “Lilita” señaló en ese entonces a Ritondo como supuesto “encubridor”. Más tarde, Scapolan fue destituido y Novo renunció. ¿La razón? Sus vínculos con el narco. Poco después de la explosiva denuncia de Carrió se sumó la de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, quien denunció en televisión que la apartaron de la causa en la que investigaba a Scapolan. Y también señaló al actual jefe de la bancada de Pro. Todo quedó en la nebulosa y Ritondo nunca dio explicaciones creíbles sobre aquel entramado.

Si hace tres meses a Milei no le entraba una bala, ahora parecen entrarle todas. Algo se rompió entre la sociedad y él. Como sucede en la vida, cuando algo empieza a ir mal, la catarata de maldiciones se precipita. La invulnerabilidad presidencial comenzó a corroerse con el affaire Spagnuolo. Pero el telón de fondo es una economía lastimada, en la que las clases media baja y baja (que se habían encandilado con el león) apenas llegan al día 12 del mes, tal como revelan los focus groups de Guillermo Oliveto, al frente de la consultora W.

Lucas Romero, director de Synopsis, acerca una idea interesante, que ratifica el enojo de gran parte de la sociedad con un outsider que, como demostró en el acto del Movistar Arena, parece haber perdido la conexión con la realidad.

Synopsis elaboró un sondeo inquietante: el 58% rechaza la figura presidencial, mientras que apenas un 36% la aprueba. La taba comienza a darse vuelta y entra a jugar el sesgo de confirmación.

¿Cómo funcionaría este sesgo de confirmación? El director de Synopsis explica que, cuando una parte de la sociedad empieza a experimentar sentimientos negativos hacia el gobierno de turno –como sucedía, por caso, hacia el final del gobierno de Alberto Fernández–, busca confirmar esa creencia. En una palabra, si antes no rendían las malas noticias sobre Milei, hoy los enojados buscan regocijarse con lo que previamente ya creen o sospechan: las miserias de Milei.

Pero ¿qué pasaría si, en este contexto, LLA hiciera una elección mediocre o, aún peor, la perdiera? La Argentina coquetearía con el precipicio, como tantas veces.

Claro que habría que ver cuánto pesa en este ajedrez el salvataje del amigo americano. No hay dudas de que a Milei le juega a favor. Mientras su gobierno tiembla, el Presidente se disfraza de rockstar. Como diría Lali Espósito: tu mayor fantasía es, algún día, ser yo.

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¿Francella o Darín? Dos actores en la grieta

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  • 20 de agosto de 2025
  • 00:29
  • 4 minutos de lectura

PARA LA NACION

Laura Di Marco

Homo Argentum es un indudable éxito de taquilla, potenciado por la apropiación de los libertarios de lo que interpretaron como un símbolo de la batalla cultural: una crítica despiadada al progresismo, la disonancia del “corazón woke”, como diría el Presidente, y el doble discurso K entre la supuesta defensa de las causas nobles y la corrupción o la mentira agazapadas por debajo de los dichos.

Claro que, en este guion argumental, no hay que perder de vista algo central: los directores del film, Mariano Cohn y Gastón Duprat, abrevan en una militancia cultural antiperonista y crítica de progresismo de doble estándar, como lo demostraron en El hombre de al lado. O, más cabalmente, en El ciudadano ilustre, cuyo protagonista es Oscar Martínez.

En El ciudadano ilustre, por caso, Duprat y Cohn muestran otro costado del “gen” argentino: la envidia que se esconde bajo el logro ajeno. Como si la creencia inconsciente del argento medio susurrara: “lo que él o ella tienen me corresponde”. O “a alguien se lo habrá sacado”. El kirchnerismo, por cierto, trabajó paciente, pero persistentemente, sobre ese resentimiento.

Cabe hacer hincapié en la palabra “interpretación” del film que hicieron los libertarios de las 16 viñetas porque puede haber muchas otras, como en su momento sucedió con El Eternauta, apropiado por el mundo K.

Es que ¿acaso el director “progre”, de doble discurso, de Homo Argentum no se encuentra también en el mundo anti-K? Aunque suene a una linda narrativa de campaña, no existe el mundo de “los argentinos de bien” versus “los argentinos del mal”.

El “mal” y el “bien” suelen convivir en una misma persona y, de hecho, conviven. El “mal” es lo que el psicoanalista Carl Jung llama “sombra”, esas características “negativas” que generalmente tenemos proyectadas en los demás.

Sin embargo, bajo la mirada de los libertarios, la “hipocresía” del gen progre argento, que queda al descubierto en los personajes de Francella, vendría a encontrar su remedio en las formas “genuinas” de Milei.

Lo curioso es que Homo Argentum también es una película políticamente incorrecta, que abreva en el cine italiano de Dino Risi, Mario Monicelli y Ettore Scola. Su formato está inspirado en las viñetas de Los monstruos y Los nuevos monstruos, donde descuellan Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi. Sin embargo, la saga de Risi se inserta en un contexto muy distinto: una Italia que pasa de la pobreza a la prosperidad, que a la vez impulsa la emergencia de una nueva burguesía enriquecida que se corrompe. Aquellas viñetas itálicas cuestionan ese clima de época. Pero, en cambio, ¿qué nos deja Homo Argentum? ¿Que somos irremediablemente chantas o ventajeros? ¿O habrá otras mutaciones genéticas de la argentinidad?

¿Francella o Darín? ¿El personaje elige al actor o el actor resuena con el personaje? La pregunta es importante porque el propio Francella, uno de los más queridos actores de la Argentina –igual que Darín–, defendió la película con la idea de que nos identifiquemos.

El problema surge cuando ponemos la lupa en los personajes que eligen Francella y Darín. Diametralmente opuestos en su sensibilidad. Tanto en las viñetas de Homo como en Poné a FrancellaCasados con hijos (con el insuperable Pepe Argento) o El encargado, Francella encarna a esa clase media arribista, que se burla de todo el mundo y celebra la ventaja que obtiene, al parecer sin conciencia de su maldad.

En Eliseo, el portero inescrupuloso, va un paso más allá: usa la delación como medio, como otros igualmente innobles, que justifican su fin de adueñarse del edificio. Como afirma un crítico que prefiere no ser identificado: “Francella caricaturiza al ‘garca’ y lo festeja”. Lo burlesco está en casi todos sus personajes. ¿Igual que en el personaje Milei?

Vamos ahora a Darín. En “Bombita” –el personaje que encarna en una de las historias de Relatos salvajes– hay un “gen” argentino muy diferente. “Bombita” no es un violento, sino, aunque desregulado, un hombre que se rebela frente a un sistema corrupto. Dirigido por Juan José Campanella –un no peronista, pero “progre”–, en Luna de Avellaneda, se pone en la piel de Román Maldonado, un antihéroe que se propone el salvataje de un club de barrio. En El hijo de la novia y, más aún, en El secreto de sus ojos, ganadora de un Oscar a la mejor película extranjera, Darín lleva a su personaje a la máxima nobleza y sensibilidad del gen argento. Ese combo también nos pertenece.

¿Darín o Francella? ¿O ambos? Podemos inclinarnos por lo segundoUn gen argento capaz de lo mejor y de lo peor. De lo luminoso y lo sombrío. Depende del contexto y de qué costado potencie el liderazgo del momento.

Por Laura Di Marco

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Los insultos de Milei, ¿espejo del argento?

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  • 5 minutos de lectura

PARA LA NACION

El lunes por la noche, en la Fundación Faro y ante una audiencia amiga, Milei tomó una decisión audaz para su escudería: entrar en abstinencia de insultos. Una jerga a la que tiene adicción, ya desde sus tiempos de panelista. Algún adicto podría decirle, como ocurre en los grupos que tratan los consumos problemáticos: solo por hoy. Es decir, veremos si logra despojarse en el tiempo –y en medio de una campaña electoral violenta– de una fórmula que lo hizo fenomenalmente popular y que logró establecer un puente comunicacional eficaz con una Argentina en la que, desde hace 15 años, seis de cada diez ciudadanos no terminan el colegio secundario en tiempo y forma.

Los insultos presidenciales, ya una marca registrada del mileísmo, expresan además una cruzada identitaria contra el correctismo político. O contra la hipocresía de la “casta” que, en la narrativa presidencial, arrasó al país, pero –eso sí– con buenos modales. Ese es su caballito de batalla contra los “sommeliers” de las formas que “carecen de ideas”.

La promesa de abstinencia vino después de un extenso relevamiento que hizo La Nación el último fin de semana, en el que contabilizó 611 insultos en los últimos 100 días, 57 de ellos relacionados con el sexo anal. La andanada, según muestra la exploración, se fue radicalizando y creciendo, igual que sus seguidores. Ejemplo: la mayoría de los insultos fueron lanzados en el streaming del “Gordo Dan”, acaso uno de sus más violentos tuiteros. “El Gordo Dan” también fue cambiando su tonalidad: de médico genetista que ayudaba a los niños –una suerte de “Santi” Maratea de la derecha– a odiador serial.

Como rememora el analista internacional Álvaro Zicarelli, quien se asume públicamente como gay y que participó activamente, entre 2020 y 2023, del protomileísmo, Daniel Parisini (el nombre verdadero de “Dan”) era un médico que tenía, sí, un discurso anticomunista, conservador, antivegano y sobre todo apuntado contra el correctismo político, pero de ningún modo tenía posiciones discriminatorias hacia los homosexuales. Intelectual muy cercano al fallecido Juan José Sebreli, Zicarelli argumenta: “De lo contrario, jamás se habría sentado conmigo”.

Una escena reciente revela hasta qué punto la violencia verbal y la cultura de la discriminación hacia las diversidades sexuales empiezan también a permear o, tal vez, a habilitar emocionalmente a un sector de la sociedad que se sentía inhibido por los modos del wokismo.

“Participo de muchas mesas de varones –confiesa un hombre relevante del mundo editorial– y lo que hace cinco años era impensable hoy se puede decir. Escucho, atónito: ‘Ese puto, ¡quién se cree que es!’, o ‘a esa puta la conozco’, ‘fulana es una loca’”. El editor del que hablamos no tiene dudas de que si Milei es reelegido estaremos ante un sociedad extremadamente más violenta e intolerante.

Es cierto que, como apunta provocativamente el consultor Jorge Giaccobe, del otro lado del mostrador hay más “Mileis que Kovadloffs”. Es decir, Milei le habla a un amplio sector de la sociedad que se le parece y lo hace en su propio lenguaje. Pero es igual de cierto que desde lo más alto del liderazgo político se puede extraer lo mejor o lo peor de las personas. Sucede como en la vida: hay personas que sacan nuestra mejor versión y otras que nos conectan con nuestra más profunda oscuridad. Al argento que tira la basura en plena avenida Santa Fe no se le ocurriría arrojar ni una pizca de papel sobre la Quinta Avenida.

¿Alguien dejaría de votar a Milei por sus insultos? Hoy seguramente no. No mientras mantenga a raya la inflación y ordene la macroeconomía. Pero, como dice el encuestador Lucas Romero, si el Presidente se mantuviera en silencio ganaría en imagen positiva. Dicho de otro modo: la violencia verbal no le quita votos, pero le impide sumar más.

Milei, como Cristina Kirchner, está convencido de que se discuten sus formas porque la oposición –y eventualmente cualquier detractor– carece de ideas. Cristina le daba otra vuelta a esa narrativa: se fijan en el tamaño de mi cartera, ha dicho decenas de veces, porque lo que les molesta es el fondo. Es decir, las políticas del kirchnerismo que, según ella, mejoraron la redistribución del ingreso. Convengamos, sin embargo, que al lado de Milei Cristina es la condesa de Chikoff.

Ocurre que las formas nunca están desligadas del fondo. ¿O acaso la forma que eligió el kirchnerismo para construir poder –la corrupción– no contaminó el fondo de ese proyecto político? El 80% de lo que lastima no es tanto lo que se dice, sino cómo se lo dice. El cómo siempre hace al qué.

Es cierto, como dice Giaccobe, que el tono emocional de los principales bandos que hoy hablan de política es violento. Pero también lo es que la agresividad verbal de Milei es un parteaguas: la mitad de la Argentina la rechaza, sobre todo ese 26% que votó en primera vuelta a Patricia Bullrich y luego se volcó por él. Los “viejos meados”, en palabras del “Gordo Dan”.

Los años por venir definirán si aquel editor espantado en una mesa de varones antiwoke –identificados con la derecha conservadora– tiene razón o si la sociedad se harta de la marea violeta y fabrica los anticuerpos necesarios para preservar el corazón de una democracia: el respeto por la otredad.

Por Laura Di Marco

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