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Feudos y femicidios: Cecilia, bajo la misma matriz del caso María Soledad

En los años noventa, el crimen de María Soledad Morales, una adolescente pobre de provincia asesinada por los hijos del poder durante una fiesta sexual, mostró el costado más siniestro de los feudos peronistas. Tuvo que suceder un crimen aberrante –años más tarde lo llamaríamos femicidio–, con una gigantesca repercusión mediática, para poder ver el lado más sanguinario de las oligarquías provinciales cuando se apropian eternamente del poder.

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Treinta tres años después del femicidio de María Soledad, en el feudo del Chaco, comandado por Jorge Capitanich, uno de los barones provinciales predilectos de Cristina Kirchner, se está desarrollando un drama con la misma matriz de aquel caso.

Una joven de clase trabajadora, capturada por una familia del poder, Cecilia Strzyzowski, pareja del hijo del piquetero más temido del Chaco, Emerenciano Sena (el “Milagro Sala” de Capitanich), está desaparecida desde el 1º de junio. Su madre cree que a su hija la mataron y no teme denunciar que, en el fondo de aquel régimen oscuro, incesante productor de pobreza, “ahora también desaparecen gente”.

El femicidio de María Soledad hizo caer al clan Saadi en los noventa, aunque lo que aún permanece intacto es la idea del feudo como concepción política. En todo caso, un matrimonio feudal es reemplazado por otro, a veces, incluso, del signo político opuesto. Años más tarde, un doble femicidio, el de la Dársena, empujó el derrumbe de otro clan: el de los Juárez en Santiago del Estero. No sucedió lo mismo, sin embargo, con el asesinato de Paulina Lebbos en Tucumán, donde la Justicia también investigó a la casta de los Alperovich, pero nunca llegó a los hijos del poder. Hay un dato que, sin embargo, es innegable: ciertos femicidios que ganan visibilidad, producidos en la zona más oscura de los feudos, pueden tener una proyección política impensada. Y llevarse puestos al clan reinante.

¿Será este el caso en el Chaco? ¿Tocará a Capitanich, el señor feudal rompedor de diarios, el caso de Cecilia?

Setenta y dos horas antes de las PASO provinciales, que hasta ahora no se han suspendido, estos interrogantes son un enigma. El humor social no ayuda al emperador de Resistencia y el vuelo mediático que está tomando el presunto femicidio lo va envolviendo, mientras él trata de zafar. Los sucesos, en ciertos contextos, suelen tomar vida propia.

Como ocurre ahora con el caso de Cecilia Strzyzowski, para entender el crimen de María Soledad, enmarcado en aquella sociedad frívola de los 90, no había que mirar solo el expediente judicial, sino también –y sobre todo– el ADN del feudo: esas formaciones predemocráticas, donde todo está mezclado. Jueces, prensa, poder, negocios. Y su resultado final: la impunidad.

El nepotismo y la impunidad de los clanes –o de la casta, como diríamos hoy– son tan absolutos, que estos no solo se arrogan el derecho de apropiarse del Estado y sus negocios, sino también de los cuerpos de las mujeres. Sin embargo, parece haber una diferencia entre ambos casos, separados por treinta años en el tiempo: la sensibilidad de las sociedades con las cuestiones de género es mucho más profunda que en los noventa y el hartazgo por el derrumbe económico de la Argentina, que multiplica la pobreza, agrega peso a la trama chaqueña, donde ya hay siete detenidos, entre ellos, Emerenciano Sena; su esposa, Marcela Acuña, y César, el hijo de ambos y la pareja de Cecilia, hoy en el centro de las sospechas.

El crimen de Leyla Nazar en Santiago del Estero y el posterior asesinato de Patricia Villalba, en 2004, para encubrir la muerte de Leyla tienen muchos puntos de contacto con el femicidio de María Soledad y también con el derrotero de Cecilia. Del mismo modo que María Soledad, Leyla fue “levantada” en un auto manejado por hijos del poder que, después de violarla reiteradamente, arrojaron su cuerpo a un zoológico privado, propiedad de uno de esos “nenes de mamá”.

María Soledad también había sido capturada del mismo modo. Guillermo Luque, que cumplió su condena, no solo era hijo de un diputado, sino ahijado del presidente Carlos Menem. Jóvenes con privilegios, asesores de sus padres en Buenos Aires, que luego volvían el fin de semana a sus provincias para divertirse con mujeres, apropiadas como chiches sexuales.

Horas después del hallazgo del cuerpo mutilado de María Soledad, la madre del entonces todopoderoso Ramón Saadi, deslizó mientras jugaba a las cartas: “Parece que se les ha muerto una chinita”. La “chinita”, uno de los términos más despectivos que se le pueden aplicar a una mujer pobre de provincia, no era un ser humano. No era una adolescente; no era una joven con toda la vida por delante. Apenas era una “cosa” utilizada para el disfrute que, accidentalmente y con tanta mala suerte, se les fue de las manos.

Habían pasado, apenas, 10 años desde el 83 y María Soledad se había convertido en el primer desaparecido con cuerpo de la democracia”, recuerda hoy, estremecida, Norma Morandini, una de las periodistas que cubrieron con mayor profundidad aquel crimen que conmovió a la Argentina, con sus marchas del silencio.

El nepotismo de los feudos llega a tal grado que, entre los locales, circula un chiste. Cuando jura algún ministro o intendente, la fórmula no es: “Sí, juro”, sino: “Sí, tío”. El tío, obvio, es siempre el que maneja los hilos de la prensa, la policía, la inteligencia y la Justicia. Y, a menudo también, de las mafias locales.

Tal como entonces sucedía en Catamarca y en tantos otros feudos, en el Chaco reina el miedo. El miedo atrapa al periodismo, a la gente y, sobre todo, a la Justicia. Incluso, un parricida como Sergio Schoklender fue amedrentado por Emerenciano Sena y echado de la provincia, cuando tuvo la extravagante idea de ir a husmear en sus negocios. Tan colonizada está la Justicia en el feudo chaqueño que, durante los primeros cinco días que siguieron a la desaparición de Cecilia, el fiscal no avanzó un milímetro, a pesar de las denuncias desesperadas de la familia de la joven.

En la línea del paralelismo, es útil recordar que el primer juicio en torno al crimen de María Soledad fue invalidado porque se logró probar la connivencia entre el tribunal y el poder local.

Marcela Acuña, la esposa de Sena y madre de César, amenazó con violencia a quienes osaran tocar a su hijo. ¿Cómo podían atreverse a tocar a un hijo del poder, a pesar de las fuertes sospechas de que podríamos estar frente a un asesino? Jorge Capitanich fue el padrino en la boda de Emerenciano y Marcela, a quien sindican como más sanguinaria aún que su propio marido.

Más: el campo de los Sena, donde la policía realizó ayer intensos allanamientos en el marco de la búsqueda de Cecilia, fue un regalo del propio Capitanich al hombre que devino fuerza de choque en su provincia. El mismo rol que, durante años, tuvo Rudy Ulloa en Santa Cruz. Los organismos de DD.HH. de Río Gallegos, despreciados por los Kirchner mientras fueron los amos del feudo, siempre recuerdan el papel de Ulloa como represor de las marchas críticas al gobierno provincial. Al parecer, los matrimonios feudales necesitan de ejércitos privados para perpetuarse en el poder. Pero, ojo: no solo el peronismo utilizó los servicios de Sena, sino también los radicales. Como diría Cristina, todo tiene que ver con todo.

Emerenciano Sena y su mujer, que eran candidatos de Capitanich para este domingo, ahora graban mensajes por celular desde la cárcel para ser liberados. En los mensajes imparten órdenes a los piqueteros que comandan para que les consigan dinero y metan presión. Capitanich, uno de los favoritos de la “jefa”, trata de tomar distancia con desesperación, mientras la “jefa” permanece ajena al drama. Feminista de la última hora, como si habitara en otro mundo, Cristina no solo permanecía callada o concentrada en tuits con sus causas. El último martes recibía a la ministra de Emiratos Árabes.

Si es que siguen adelante las PASO –la familia de Cecilia pide suspenderlas– este domingo en el Chaco la matriz de impunidad feudal se pondrá, nuevamente, a prueba.

Laura Di Marco

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¿Francella o Darín? Dos actores en la grieta

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  • 20 de agosto de 2025
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PARA LA NACION

Laura Di Marco

Homo Argentum es un indudable éxito de taquilla, potenciado por la apropiación de los libertarios de lo que interpretaron como un símbolo de la batalla cultural: una crítica despiadada al progresismo, la disonancia del “corazón woke”, como diría el Presidente, y el doble discurso K entre la supuesta defensa de las causas nobles y la corrupción o la mentira agazapadas por debajo de los dichos.

Claro que, en este guion argumental, no hay que perder de vista algo central: los directores del film, Mariano Cohn y Gastón Duprat, abrevan en una militancia cultural antiperonista y crítica de progresismo de doble estándar, como lo demostraron en El hombre de al lado. O, más cabalmente, en El ciudadano ilustre, cuyo protagonista es Oscar Martínez.

En El ciudadano ilustre, por caso, Duprat y Cohn muestran otro costado del “gen” argentino: la envidia que se esconde bajo el logro ajeno. Como si la creencia inconsciente del argento medio susurrara: “lo que él o ella tienen me corresponde”. O “a alguien se lo habrá sacado”. El kirchnerismo, por cierto, trabajó paciente, pero persistentemente, sobre ese resentimiento.

Cabe hacer hincapié en la palabra “interpretación” del film que hicieron los libertarios de las 16 viñetas porque puede haber muchas otras, como en su momento sucedió con El Eternauta, apropiado por el mundo K.

Es que ¿acaso el director “progre”, de doble discurso, de Homo Argentum no se encuentra también en el mundo anti-K? Aunque suene a una linda narrativa de campaña, no existe el mundo de “los argentinos de bien” versus “los argentinos del mal”.

El “mal” y el “bien” suelen convivir en una misma persona y, de hecho, conviven. El “mal” es lo que el psicoanalista Carl Jung llama “sombra”, esas características “negativas” que generalmente tenemos proyectadas en los demás.

Sin embargo, bajo la mirada de los libertarios, la “hipocresía” del gen progre argento, que queda al descubierto en los personajes de Francella, vendría a encontrar su remedio en las formas “genuinas” de Milei.

Lo curioso es que Homo Argentum también es una película políticamente incorrecta, que abreva en el cine italiano de Dino Risi, Mario Monicelli y Ettore Scola. Su formato está inspirado en las viñetas de Los monstruos y Los nuevos monstruos, donde descuellan Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi. Sin embargo, la saga de Risi se inserta en un contexto muy distinto: una Italia que pasa de la pobreza a la prosperidad, que a la vez impulsa la emergencia de una nueva burguesía enriquecida que se corrompe. Aquellas viñetas itálicas cuestionan ese clima de época. Pero, en cambio, ¿qué nos deja Homo Argentum? ¿Que somos irremediablemente chantas o ventajeros? ¿O habrá otras mutaciones genéticas de la argentinidad?

¿Francella o Darín? ¿El personaje elige al actor o el actor resuena con el personaje? La pregunta es importante porque el propio Francella, uno de los más queridos actores de la Argentina –igual que Darín–, defendió la película con la idea de que nos identifiquemos.

El problema surge cuando ponemos la lupa en los personajes que eligen Francella y Darín. Diametralmente opuestos en su sensibilidad. Tanto en las viñetas de Homo como en Poné a FrancellaCasados con hijos (con el insuperable Pepe Argento) o El encargado, Francella encarna a esa clase media arribista, que se burla de todo el mundo y celebra la ventaja que obtiene, al parecer sin conciencia de su maldad.

En Eliseo, el portero inescrupuloso, va un paso más allá: usa la delación como medio, como otros igualmente innobles, que justifican su fin de adueñarse del edificio. Como afirma un crítico que prefiere no ser identificado: “Francella caricaturiza al ‘garca’ y lo festeja”. Lo burlesco está en casi todos sus personajes. ¿Igual que en el personaje Milei?

Vamos ahora a Darín. En “Bombita” –el personaje que encarna en una de las historias de Relatos salvajes– hay un “gen” argentino muy diferente. “Bombita” no es un violento, sino, aunque desregulado, un hombre que se rebela frente a un sistema corrupto. Dirigido por Juan José Campanella –un no peronista, pero “progre”–, en Luna de Avellaneda, se pone en la piel de Román Maldonado, un antihéroe que se propone el salvataje de un club de barrio. En El hijo de la novia y, más aún, en El secreto de sus ojos, ganadora de un Oscar a la mejor película extranjera, Darín lleva a su personaje a la máxima nobleza y sensibilidad del gen argento. Ese combo también nos pertenece.

¿Darín o Francella? ¿O ambos? Podemos inclinarnos por lo segundoUn gen argento capaz de lo mejor y de lo peor. De lo luminoso y lo sombrío. Depende del contexto y de qué costado potencie el liderazgo del momento.

Por Laura Di Marco

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Los insultos de Milei, ¿espejo del argento?

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PARA LA NACION

El lunes por la noche, en la Fundación Faro y ante una audiencia amiga, Milei tomó una decisión audaz para su escudería: entrar en abstinencia de insultos. Una jerga a la que tiene adicción, ya desde sus tiempos de panelista. Algún adicto podría decirle, como ocurre en los grupos que tratan los consumos problemáticos: solo por hoy. Es decir, veremos si logra despojarse en el tiempo –y en medio de una campaña electoral violenta– de una fórmula que lo hizo fenomenalmente popular y que logró establecer un puente comunicacional eficaz con una Argentina en la que, desde hace 15 años, seis de cada diez ciudadanos no terminan el colegio secundario en tiempo y forma.

Los insultos presidenciales, ya una marca registrada del mileísmo, expresan además una cruzada identitaria contra el correctismo político. O contra la hipocresía de la “casta” que, en la narrativa presidencial, arrasó al país, pero –eso sí– con buenos modales. Ese es su caballito de batalla contra los “sommeliers” de las formas que “carecen de ideas”.

La promesa de abstinencia vino después de un extenso relevamiento que hizo La Nación el último fin de semana, en el que contabilizó 611 insultos en los últimos 100 días, 57 de ellos relacionados con el sexo anal. La andanada, según muestra la exploración, se fue radicalizando y creciendo, igual que sus seguidores. Ejemplo: la mayoría de los insultos fueron lanzados en el streaming del “Gordo Dan”, acaso uno de sus más violentos tuiteros. “El Gordo Dan” también fue cambiando su tonalidad: de médico genetista que ayudaba a los niños –una suerte de “Santi” Maratea de la derecha– a odiador serial.

Como rememora el analista internacional Álvaro Zicarelli, quien se asume públicamente como gay y que participó activamente, entre 2020 y 2023, del protomileísmo, Daniel Parisini (el nombre verdadero de “Dan”) era un médico que tenía, sí, un discurso anticomunista, conservador, antivegano y sobre todo apuntado contra el correctismo político, pero de ningún modo tenía posiciones discriminatorias hacia los homosexuales. Intelectual muy cercano al fallecido Juan José Sebreli, Zicarelli argumenta: “De lo contrario, jamás se habría sentado conmigo”.

Una escena reciente revela hasta qué punto la violencia verbal y la cultura de la discriminación hacia las diversidades sexuales empiezan también a permear o, tal vez, a habilitar emocionalmente a un sector de la sociedad que se sentía inhibido por los modos del wokismo.

“Participo de muchas mesas de varones –confiesa un hombre relevante del mundo editorial– y lo que hace cinco años era impensable hoy se puede decir. Escucho, atónito: ‘Ese puto, ¡quién se cree que es!’, o ‘a esa puta la conozco’, ‘fulana es una loca’”. El editor del que hablamos no tiene dudas de que si Milei es reelegido estaremos ante un sociedad extremadamente más violenta e intolerante.

Es cierto que, como apunta provocativamente el consultor Jorge Giaccobe, del otro lado del mostrador hay más “Mileis que Kovadloffs”. Es decir, Milei le habla a un amplio sector de la sociedad que se le parece y lo hace en su propio lenguaje. Pero es igual de cierto que desde lo más alto del liderazgo político se puede extraer lo mejor o lo peor de las personas. Sucede como en la vida: hay personas que sacan nuestra mejor versión y otras que nos conectan con nuestra más profunda oscuridad. Al argento que tira la basura en plena avenida Santa Fe no se le ocurriría arrojar ni una pizca de papel sobre la Quinta Avenida.

¿Alguien dejaría de votar a Milei por sus insultos? Hoy seguramente no. No mientras mantenga a raya la inflación y ordene la macroeconomía. Pero, como dice el encuestador Lucas Romero, si el Presidente se mantuviera en silencio ganaría en imagen positiva. Dicho de otro modo: la violencia verbal no le quita votos, pero le impide sumar más.

Milei, como Cristina Kirchner, está convencido de que se discuten sus formas porque la oposición –y eventualmente cualquier detractor– carece de ideas. Cristina le daba otra vuelta a esa narrativa: se fijan en el tamaño de mi cartera, ha dicho decenas de veces, porque lo que les molesta es el fondo. Es decir, las políticas del kirchnerismo que, según ella, mejoraron la redistribución del ingreso. Convengamos, sin embargo, que al lado de Milei Cristina es la condesa de Chikoff.

Ocurre que las formas nunca están desligadas del fondo. ¿O acaso la forma que eligió el kirchnerismo para construir poder –la corrupción– no contaminó el fondo de ese proyecto político? El 80% de lo que lastima no es tanto lo que se dice, sino cómo se lo dice. El cómo siempre hace al qué.

Es cierto, como dice Giaccobe, que el tono emocional de los principales bandos que hoy hablan de política es violento. Pero también lo es que la agresividad verbal de Milei es un parteaguas: la mitad de la Argentina la rechaza, sobre todo ese 26% que votó en primera vuelta a Patricia Bullrich y luego se volcó por él. Los “viejos meados”, en palabras del “Gordo Dan”.

Los años por venir definirán si aquel editor espantado en una mesa de varones antiwoke –identificados con la derecha conservadora– tiene razón o si la sociedad se harta de la marea violeta y fabrica los anticuerpos necesarios para preservar el corazón de una democracia: el respeto por la otredad.

Por Laura Di Marco

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Narrativa y misticismo, el triángulo esotérico del Presidente

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PARA LA NACION

Laura Di Marco

Santiago Caputo, el mago del Kremlin, el monje, las manos del rey, tiene tatuada en la espalda la psicografía del Hombre Gris dibujada por el vidente argentino Benjamín Solari Parravicini. Una psicografía o predicción que presuntamente advertía, décadas antes de que sucediera, el advenimiento de Javier Milei, el hombre que salvaría a la Argentina.

Al menos así surge de la interpretación del grupo Las Fuerzas del Cielo o el llamado Grupo de los Seis, jóvenes tuiteros que rodean al asesor estrella del Presidente, fanáticos de Parravicini, liderados por Agustín Romo y el Gordo Dan. De hecho, fue Romo quien le regaló a su jefe dos gigantografías que Caputo luce en su despacho: las de El Hombre Gris y Faro de Faro. De ahí el nombre de su fundación, Faro. Romo es un gran batallador en contra de la “ideología woke”.

Misticismo y política cada vez se tejen con más nitidez en la narrativa libertaria, en la que el Presidente está rodeado, más que por un triángulo de hierro, por un triángulo esotérico. Es en este contexto en el que hay que comprender la reciente reunión, en su oficina de la Casa Rosada, entre Santiago Caputo y la sobrina nieta de Parravicini, Marcela Podestá Costa. La invitada fue recibida durante dos horas y homenajeada con una selfie, en la que se recorta, detrás, la gigantografía del Hombre Gris, la misma que el consultor se tatuó en el cuerpo cuando prometió (y acertó) que el libertario saldría primero en las PASO de 2023. La anécdota es relatada en Las Fuerzas del Cielo (Planeta), el próximo libro del periodista Juan Luis González, quien ya antes había publicado la exitosa biografía presidencial El Loco.

En esta cosmovisióntambién muy presente en la hermana presidencial, Milei, más que un líder político, sería una suerte de enviado por el “Uno” –así llama el Presidente a Dios– y también blindado por él. Los intelectuales y políticos que se quejan del poco cuidado institucional de LLA deberían observar la escena desde este panóptico libertario: solo desde ese sitio todo se decodifica mejor. Del mismo modo hay que leer la frase de cabecera presidencial, que no es política, sino espiritual: “La victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados sino de las fuerzas que vienen del cielo”. Una cita del Libro de los Macabeos. Un dato revelador: en el debut de la agrupación Las Fuerzas del Cielo, en noviembre pasado, los jóvenes mileístas lucieron el pin de la “cruz orlada”, otro fetiche de la simbología de Parravicini. La misma cruz fue exhibida por Caputo y su tropa en la última apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso.

No es la primera vez que Podestá Costa visita la Casa Rosada. Hace un año, también se reunió con los hermanos Milei en la Casa Rosada, a quienes les llevó como obsequio aquella cruz insignia de su tío abuelo, aunque luego se quejó por su uso político. Contradicciones esotéricas.

Los caprichos del destino conectan a Parravicini con la astróloga Ludovica Squirru. El abuelo de Ludovica, Carlos Squirru, era amigo del Nostradamus argentino. Parravicini le llevaba sus revelaciones, canalizadas según Parravicini, por el arcángel San Gabriel.

Adentrarse en el mundo de los hermanos Milei es alumbrar un territorio en el que la política, lo público, lo privado y sobre todo lo místico se funden en un mismo universo. Las fronteras son difusas y confusas. Las lógicas, diferentes de todo lo conocido. Se trata de un territorio plagado de brujos, rabinos esotéricos, revelaciones, apariciones y terapias alternativas, muchas de ellas convalidadas y adoptadas por parte de la sociedad –es importante recalcarlo–, sobre todo por las clases medias urbanas. La ciencia tradicional es otro blanco de esta cultura emergente.

En su reciente biografía sobre Karina Milei (Karina. La Hermana. El Jefe. La Soberana, de Editorial Sudamericana), Victoria De Masi, su autora, relata cómo se suben o se bajan peldaños en La Libertad Avanza. “Karina te escanea y sabe –advierte De Masi–. Si tu energía es baja, es suficiente para que te expulsen del movimiento. Lo importante para ellos es vibrar alto”. Podría traducirse con otra frase de Milei: “Los argentinos de bien”. Otra frase de la cultura espiritual, no de la política tradicional. Lo mismo podría decirse del nombre que les otorga a sus enemigos. A Larreta lo ha bautizado “El Siniestro” y a los “zurdos”, “enfermos del alma”.

El historiador italiano Loris Zanatta diría que todos los populismos son, en el fondo, mascaradas de religiones que dividen al mundo entre buenos y malos. Y que cada populismo tiene a sus propios buenos y malos.

Juan Luis González cuenta en El Loco que Milei padeció una profunda crisis personal en la pandemia. Durante aquella peste habían fallecido su terapeuta y uno de sus cinco perros, clonados de Conan. De aquella crisis lo rescató su hermana Karina. Tan mal estuvo que su hermana lo llevó a vivir nuevamente a la casa de sus padres, los mismos a quienes Milei ha reseñado, más de una vez, como los verdugos de una infancia violenta.

Fue en ese lapso, cuenta González, cuando el líder libertario sufrió una revelación, supuestamente de Dios: sería presidente en 2023. Poco antes de la pandemia, suma De Masi en su trabajo de investigación, la misma “revelación” fue hecha a los hermanos por el Brujo Gustavo, un extraño personaje que se acercó en 2018 al entorno mileísta, pero que luego terminó traicionando a Javier. El mismo mensaje le trajo el rabino ortodoxo Axel Wahnish, el guía espiritual que parece haber reemplazado a su terapeuta fallecido durante la pandemia.

Pero atención que Parravicini es el rockstar de Santiago Caputo y la guardia pretoriana digital joven de Milei, no de Javier ni de Karina. Ellos, en todo caso, lo adoptaron y tienen otros referentes. Así lo describen los periodistas Manuel Jove y Maia Jastreblansky en El Monje, la verdadera historia de Santiago Caputo, el guionista de Milei (Planeta), otro texto que el mercado editorial lanzará en abril para la Feria del Libro. Allí, los autores se zambullen en el más enigmático personaje del mundo libertario y de sus seis adláteres: Macarena Alifraco, la más influyente al lado del operador; El Gordo Dan; Agustín Romo; Juan Doe, Tomás Jurado y Lucas Luna (Sagaz, en X). Todos ellos se conocieron en el territorio digital, aunque Ramiro Marra hizo, luego, de nexo. Si La Cámpora se movía entre blogs, Las Fuerzas del Cielo orbita entre los tuits.

Treintañeros casi todos, comparten guiños esotéricos generacionales y una fascinación por los signos y símbolos del Imperio Romano, íconos que circulan, por ejemplo, en juegos online entre los jóvenes de su generación. Por caso, una de las cuentas que se le atribuyen a Santiago Caputo lleva como nick @MileiEmperador. Series como Peaky BlindersGame of Thrones o la saga de Star Wars forman parte de la estética joven libertaria y, por qué no, de esta nueva forma de hacer política.

Jove cuenta que Lucas Luna le regaló a su jefe un prendedor de la simbología de Star Wars: las manos del Rey. Los jóvenes ya preparan un manual fundacional de la doctrina libertaria, Las Epístolas del Cielo, cuya tapa anda circulando por X. Académicos tradicionales, abstenerse: la cultura popular hollywoodense, unida a un particular misticismo, ha llegado al poder.

Con la democracia liberal en crisis, si alguien pretende comprender a este animal político exótico que es Milei –y sus seguidores– con categorías del siglo XX, fracasará. Para adentrarse en esta nueva lógica, mejor desentrañar al maestro Yoda o a su discípulo Luke Skywalker, un redentor o un elegido de La Fuerza. En este caso, de Las Fuerzas del Cielo. La lucha ya no es –desde hace rato– entre izquierdas y derechas, dirían los libertarios, sino, como en La guerra de las galaxias, entre la luz y la oscuridad.

Por Laura Di Marco

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