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Feudos y femicidios: Cecilia, bajo la misma matriz del caso María Soledad

En los años noventa, el crimen de María Soledad Morales, una adolescente pobre de provincia asesinada por los hijos del poder durante una fiesta sexual, mostró el costado más siniestro de los feudos peronistas. Tuvo que suceder un crimen aberrante –años más tarde lo llamaríamos femicidio–, con una gigantesca repercusión mediática, para poder ver el lado más sanguinario de las oligarquías provinciales cuando se apropian eternamente del poder.

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Treinta tres años después del femicidio de María Soledad, en el feudo del Chaco, comandado por Jorge Capitanich, uno de los barones provinciales predilectos de Cristina Kirchner, se está desarrollando un drama con la misma matriz de aquel caso.

Una joven de clase trabajadora, capturada por una familia del poder, Cecilia Strzyzowski, pareja del hijo del piquetero más temido del Chaco, Emerenciano Sena (el “Milagro Sala” de Capitanich), está desaparecida desde el 1º de junio. Su madre cree que a su hija la mataron y no teme denunciar que, en el fondo de aquel régimen oscuro, incesante productor de pobreza, “ahora también desaparecen gente”.

El femicidio de María Soledad hizo caer al clan Saadi en los noventa, aunque lo que aún permanece intacto es la idea del feudo como concepción política. En todo caso, un matrimonio feudal es reemplazado por otro, a veces, incluso, del signo político opuesto. Años más tarde, un doble femicidio, el de la Dársena, empujó el derrumbe de otro clan: el de los Juárez en Santiago del Estero. No sucedió lo mismo, sin embargo, con el asesinato de Paulina Lebbos en Tucumán, donde la Justicia también investigó a la casta de los Alperovich, pero nunca llegó a los hijos del poder. Hay un dato que, sin embargo, es innegable: ciertos femicidios que ganan visibilidad, producidos en la zona más oscura de los feudos, pueden tener una proyección política impensada. Y llevarse puestos al clan reinante.

¿Será este el caso en el Chaco? ¿Tocará a Capitanich, el señor feudal rompedor de diarios, el caso de Cecilia?

Setenta y dos horas antes de las PASO provinciales, que hasta ahora no se han suspendido, estos interrogantes son un enigma. El humor social no ayuda al emperador de Resistencia y el vuelo mediático que está tomando el presunto femicidio lo va envolviendo, mientras él trata de zafar. Los sucesos, en ciertos contextos, suelen tomar vida propia.

Como ocurre ahora con el caso de Cecilia Strzyzowski, para entender el crimen de María Soledad, enmarcado en aquella sociedad frívola de los 90, no había que mirar solo el expediente judicial, sino también –y sobre todo– el ADN del feudo: esas formaciones predemocráticas, donde todo está mezclado. Jueces, prensa, poder, negocios. Y su resultado final: la impunidad.

El nepotismo y la impunidad de los clanes –o de la casta, como diríamos hoy– son tan absolutos, que estos no solo se arrogan el derecho de apropiarse del Estado y sus negocios, sino también de los cuerpos de las mujeres. Sin embargo, parece haber una diferencia entre ambos casos, separados por treinta años en el tiempo: la sensibilidad de las sociedades con las cuestiones de género es mucho más profunda que en los noventa y el hartazgo por el derrumbe económico de la Argentina, que multiplica la pobreza, agrega peso a la trama chaqueña, donde ya hay siete detenidos, entre ellos, Emerenciano Sena; su esposa, Marcela Acuña, y César, el hijo de ambos y la pareja de Cecilia, hoy en el centro de las sospechas.

El crimen de Leyla Nazar en Santiago del Estero y el posterior asesinato de Patricia Villalba, en 2004, para encubrir la muerte de Leyla tienen muchos puntos de contacto con el femicidio de María Soledad y también con el derrotero de Cecilia. Del mismo modo que María Soledad, Leyla fue “levantada” en un auto manejado por hijos del poder que, después de violarla reiteradamente, arrojaron su cuerpo a un zoológico privado, propiedad de uno de esos “nenes de mamá”.

María Soledad también había sido capturada del mismo modo. Guillermo Luque, que cumplió su condena, no solo era hijo de un diputado, sino ahijado del presidente Carlos Menem. Jóvenes con privilegios, asesores de sus padres en Buenos Aires, que luego volvían el fin de semana a sus provincias para divertirse con mujeres, apropiadas como chiches sexuales.

Horas después del hallazgo del cuerpo mutilado de María Soledad, la madre del entonces todopoderoso Ramón Saadi, deslizó mientras jugaba a las cartas: “Parece que se les ha muerto una chinita”. La “chinita”, uno de los términos más despectivos que se le pueden aplicar a una mujer pobre de provincia, no era un ser humano. No era una adolescente; no era una joven con toda la vida por delante. Apenas era una “cosa” utilizada para el disfrute que, accidentalmente y con tanta mala suerte, se les fue de las manos.

Habían pasado, apenas, 10 años desde el 83 y María Soledad se había convertido en el primer desaparecido con cuerpo de la democracia”, recuerda hoy, estremecida, Norma Morandini, una de las periodistas que cubrieron con mayor profundidad aquel crimen que conmovió a la Argentina, con sus marchas del silencio.

El nepotismo de los feudos llega a tal grado que, entre los locales, circula un chiste. Cuando jura algún ministro o intendente, la fórmula no es: “Sí, juro”, sino: “Sí, tío”. El tío, obvio, es siempre el que maneja los hilos de la prensa, la policía, la inteligencia y la Justicia. Y, a menudo también, de las mafias locales.

Tal como entonces sucedía en Catamarca y en tantos otros feudos, en el Chaco reina el miedo. El miedo atrapa al periodismo, a la gente y, sobre todo, a la Justicia. Incluso, un parricida como Sergio Schoklender fue amedrentado por Emerenciano Sena y echado de la provincia, cuando tuvo la extravagante idea de ir a husmear en sus negocios. Tan colonizada está la Justicia en el feudo chaqueño que, durante los primeros cinco días que siguieron a la desaparición de Cecilia, el fiscal no avanzó un milímetro, a pesar de las denuncias desesperadas de la familia de la joven.

En la línea del paralelismo, es útil recordar que el primer juicio en torno al crimen de María Soledad fue invalidado porque se logró probar la connivencia entre el tribunal y el poder local.

Marcela Acuña, la esposa de Sena y madre de César, amenazó con violencia a quienes osaran tocar a su hijo. ¿Cómo podían atreverse a tocar a un hijo del poder, a pesar de las fuertes sospechas de que podríamos estar frente a un asesino? Jorge Capitanich fue el padrino en la boda de Emerenciano y Marcela, a quien sindican como más sanguinaria aún que su propio marido.

Más: el campo de los Sena, donde la policía realizó ayer intensos allanamientos en el marco de la búsqueda de Cecilia, fue un regalo del propio Capitanich al hombre que devino fuerza de choque en su provincia. El mismo rol que, durante años, tuvo Rudy Ulloa en Santa Cruz. Los organismos de DD.HH. de Río Gallegos, despreciados por los Kirchner mientras fueron los amos del feudo, siempre recuerdan el papel de Ulloa como represor de las marchas críticas al gobierno provincial. Al parecer, los matrimonios feudales necesitan de ejércitos privados para perpetuarse en el poder. Pero, ojo: no solo el peronismo utilizó los servicios de Sena, sino también los radicales. Como diría Cristina, todo tiene que ver con todo.

Emerenciano Sena y su mujer, que eran candidatos de Capitanich para este domingo, ahora graban mensajes por celular desde la cárcel para ser liberados. En los mensajes imparten órdenes a los piqueteros que comandan para que les consigan dinero y metan presión. Capitanich, uno de los favoritos de la “jefa”, trata de tomar distancia con desesperación, mientras la “jefa” permanece ajena al drama. Feminista de la última hora, como si habitara en otro mundo, Cristina no solo permanecía callada o concentrada en tuits con sus causas. El último martes recibía a la ministra de Emiratos Árabes.

Si es que siguen adelante las PASO –la familia de Cecilia pide suspenderlas– este domingo en el Chaco la matriz de impunidad feudal se pondrá, nuevamente, a prueba.

Laura Di Marco

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Karina, “la Evita libertaria”

Publicado

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10 de abril de 2024 17:53

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

Más que la hermana menor, es una madre. De vendedora de tortas y soleros por Instagram, en 2018, a la mujer más poderosa del país y a la estratega política más influyente. Aunque su hermano la define más coloquialmente: “A mi hermana le encanta la rosca”. Tan extraordinaria es la historia que una importante editorial ya prepara su biografía. Tiene lógica. Porque, aunque en la Argentina el 2025 suena a una eternidad, los hermanos ya piensan en la próxima elección e, incluso, mucho más allá: en 2031.

Lo cierto es que Karina es un misterio del que aún se sabe muy poco. ¿Estamos antes un proyecto sucesorio de los hermanos? ¿O ella es, más bien, la “Marcos Peña” de Milei, ¿una estratega sin ambiciones propias? Los jóvenes liberales la llaman “la Evita libertaria”, no solo por su color de pelo sino por ser una mujer al servicio de un jefe, aunque paradójicamente sea ella “el Jefe” para Milei. El Presidente lo diría así: Karina es Moisés, el gran líder, y yo, Aarón, apenas un divulgador.

Los hechos revelan que su hermana menor siempre fue el sostén emocional presidencial, sobre todo cuando Milei estuvo separado de sus padres. “Karina sigue en contacto con ellos, aunque para eso tiene que pagar el precio de la humillación”, dirá Milei, en la intimidad. Karina lo acompañó en su carrera por el mundo del fútbol, fue su groupie en la banda de rock y, más tarde, la factótum de su exitoso espectáculo El consultorio de Milei, con teatros a sala llena. Recién entonces, años más tarde, empezó a tomarle el gustito al poder.

Como todos, tiene amigos y enemigos. Los amigos la describen como una mujer inteligente, incluso brillante y de una arrolladora capacidad de trabajo. Sus enemigos la señalan como el filtro político y emocional del Gobierno: ella es la que hace ascender o descender a las figuras que orbitan alrededor de su hermano. Un ejemplo es Ramiro Marra, referente en la ciudad. La “Evita libertaria” lo corrió de un plumazo y, en su lugar, colocó a Juan Pablo Scalese y a María del Pilar Ramírez, en la Legislatura porteña.

Sin embargo, otro sector de LLA y del macrismo afirman que la hermana sí tiene ambiciones políticas y que podría competir al frente de la lista bonaerense, en 2025. Lo argumentan: “En 2025, el apellido Milei tiene que estar en la provincia”. La idea es depender cada vez menos del extinto Juntos por el Cambio y sobre todo de Macri. Si lo segundo es cierto, ¿es por eso que compite y desconfía de Victoria Villarruel, por su supuesto juego propio y cercanía con Mauricio Macri? Una dirigente muy cercana a la vicepresidenta lo explica: “Karina, [Santiago] Caputo y Milei creen que solos arreglan el mundo, imposible que entre allí otra idea que no sea las de ellos”.

Macri cayó definitivamente en desgracia frente a ella, que esta semana lanzó la Libertad Avanza en el territorio porteño. Un abierto desafío hacia los Macri y sobre todo hacia Mauricio. El impulso se lo dio paradójicamente Patricia Bullrich, que quedó herida con su antiguo jefe. Patricia nunca se sintió realmente respaldada por Macri, durante la carrera presidencial.

En una palabra, Macri devino una piedra en el zapato. Un dirigente libertario, de los puros, le pone contexto: “Es que él quiso ser el líder de la centroderecha y no pudo. Entonces, a diferencia de Patricia, no viene con humildad a colaborar sino a decir lo que hay que hacer. Impone. Y ellos lo viven como invasivo”. La ecuación para Macri es clara. Si a Milei le va mal, él pagará un costo político. Pero, si le va bien, ¿qué gana? Dilemas republicanos.

Como su hermano, Karina es vulnerable a las teorías conspirativas. Un experto en trabajar sobre su cabeza es Santiago Caputo, el joven creador de la llegada de Milei a la Casa Rosada. Es que Caputo, integrante de la mesa más chica de Milei, no quiere competidores. Si lo dejan avanzar, Macri podría ser uno de ellos. Victoria Villarruel, también. Incluso, el círculo rojo “se hace los rulos” más con ella que con Milei. Karina tiene entre ceja y ceja a ambos. Pobre jamoncito.

Por separado, y también juntos, Caputo y Karina trabajan sobre la cabeza presidencial para meterle fichas contra Macri. La cabeza de Milei es un coto de caza. El ascenso de Karina ocurre en la paradoja de la Argentina política: la derecha, que desprecia al feminismo, empodera a más mujeres que el peronismo, el kirchnerismo y los radicales juntos. Sucedió en los 80 y los 90 con la Ucedé, de Álvaro Alsogaray, cuyas estrellas políticas eran dos mujeres: su hija María Julia y Adelina D’Alessio de Viola. Luego, el macrismo puso al tope de su grilla a Gabriela Michetti, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal.

El peronismo, en cambio, como toda monarquía, siempre fue el territorio de las viudas poderosas, las “esposas de” los caudillos. Sin embargo, Karina y Cristina tienen una inesperada familiaridad en común: el nombre. Karina Elizabeth y Cristina Elisabet. El destino es caprichoso.

Laura Di Marco

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Entre matones de autos blindados y golpistas pochocleros

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24 de enero de 2024

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

A 44 días de haber sido elegido por 14 millones de argentinos, Javier Milei afrontó ayer el primer paro de una CGT que permaneció cuatro años en estado vegetativo –1700 días para ser más exactos–, mientras la inflación del 200% devoraba los ingresos formales y, mucho más vorazmente, los informales. El último paro de estos extraños ejemplares fue el 29 de mayo de 2019, durante el gobierno de Macri. Obvio.

Un gráfico del economista Fernando Marull detalla la foto cruda de la caída del salario real: desde 2016, los ingresos informales han perdido el 56% de su poder adquisitivo. Hablamos de la orfandad económica de la mitad de los argentinos que trabajan y que no pueden darse el lujo de las paritarias, como sí lo hace la oligarquía sindical.

Es que el abominable mercado viene haciendo el ajuste por su cuenta desde hace rato, un detalle que se le escapa a Pablo Moyano, devenido matón. Ayer, el más violento de los Moyano no tuvo mejor idea que amenazar con tirar al Riachuelo al ministro de Economía de un gobierno que fue votado para arreglar el descalabro que agudizó su propio candidato presidencial. Sergio Massa agregó, en apenas un año de gestión, casi tres millones de nuevos pobres. También Hugo Yasky justificó los 1700 días de silencio de sus compañeros con el desopilante argumento de que, durante el gobierno de Alberto, había paritarias y empleo.

Como dirían los libertarios: no la ven. ¿O será que no la quieren ver? Otro que no la ve o que no la quiere ver es el “golpista pochoclero” Pepe Albistur. O el pope sindical Héctor Daer, que también amenazó con escrachar a los diputados que aprueben la ley ómnibus o el DNU, desde la comodidad de su Audi.

Audi y Daer reproducidos al infinito por las redes sociales, una de las auténticas llaves del cambio. Cuando posteó la foto, Nik, el dibujante de Gaturro, se preguntó: ¿cómo hacen los sindicalistas para andar en autos de 120.000 dólares? Ni en sus sueños más revolucionarios Alfonsín habría podido imaginar lo fácil que puede ser exponer a la Argentina corporativa, a través de imágenes en X, Facebook, TikTok o Instagram.

De hecho, lo que no lograron Alfonsín ni Macri probablemente lo logre el tiempo. El tiempo y una nueva generación de argentinos que percibe a la vieja casta sindical como quien observa una antigualla de la Segunda Guerra Mundial. Dinosaurios pronunciando palabras que no entienden. Matones confiando en un poder extorsivo que se les esfuma. Millonarios a caballo de una revolución tecnológica que les roba, a tajadas, rebanadas de influencia. Lo “viejo” no está en su edad sino en su mentalidad.

Y, sin embargo, los viejos jerarcas mantienen sus privilegios. Durante el gobierno de Macri se trabajó políticamente para que los Moyano de la vida presentaran declaraciones juradas. No lo lograron. ¿La excusa legal? Aunque manejan millones de sus afiliados, no son funcionarios públicos. Pasado en limpio: si se enriquecen y no lo pueden justificar, no es delito. A lo sumo, y como cualquier ciudadano, afrontarán problemas impositivos. Hay varias causas, pero ninguna condena, por lo que todos sospechamos: la mayoría de los líderes sindicales –sobre todo, los que desde hace décadas están sentados en sus poltronas– son proveedores de sus propios sindicatos, a través de empresas gerenciadas por testaferros: a veces, incluso, por sus propias esposas. Hay algunos que hasta son dueños de diarios y canales de televisión.

Asistimos a un mundo nuevo que puja por nacer, mientras que el viejo no termina de morir. Un ejemplo: solía decirse que un presidente necesitaba 100 millones de dólares para llegar a la Casa Rosada y un enorme aparato. La llegada de Milei al poder desmintió esa máxima. Hay “verdades” consagradas de un viejo paradigma que deberían revisarse. De nuevo, no se trata de Milei sino de un cambio más global y profundo, aunque cambio no siempre signifique algo bueno. De hecho, no lo sabemos.

Otro ejemplo: el “golpista pochoclero” fue denunciado dos veces por su provocador video desde una reposera en Cariló. Primero lo hizo el abogado penalista Jorge Monastersky y luego una ciudadana de a pie, que simplemente entró a Comodoro Py y lo denunció por incitación a la violencia. Argumentó que Albistur no es un ciudadano común sino un publicista del peronismo, al que le ha ido muy bien, y que además conoce el poder de fuego de las palabras. La causa tramita en el juzgado de Ercolini.

El sonoro silencio de Kicillof ante el aberrante asesinato de Uma, hija de un custodio de Patricia Bullrich, no le impidió protestar en la movilización de la CGT. Fue tranquilo, a pesar de que en los últimos diez días se cometieron diez asesinatos en la provincia que gobierna. Kicillof llegó con increíbles laderos, entre ellos el Cuervo Larroque, que esta semana tuvo una brillante idea: colocar una pileta en una cárcel de Virrey del Pino desde donde los propios presos se grabaron, disfrutándola, con sus teléfonos celulares. Argentina, no la entenderías.

Laura Di Marco

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¿Hay que temerle a Milei? Claroscuros de un presidente atípico

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11 de enero de 202400:17

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Laura Di Marco

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“A mí no tienen que evaluarme con un político tradicional”, le decía, pacíficamente, Javier Milei esta semana a una periodista con la que tiene trato diario, en la Casa Rosada. Lo dice en la misma semana en la que estalló desproporcionadamente contra otra periodista, a raíz de una información errónea sobre sus perros, un punto de extrema sensibilidad para él, aunque una minucia en medio del maremoto de urgencias en el está embarcada la Argentina. ¿Quién de los dos es Milei? Ambos, tal vez.

Hacía muchos años que los argentinos no discutíamos temas tan profundos y sensibles como los contenidos en los más mil artículos que, entre la Ley Ómnibus y el DNU, Milei envió a un Congreso poco entrenado para esta gimnasia de alto rendimiento. Una clase política mareada por la derrota, a la que le dieron vuelta de golpe el escenario. Un giro que reconfiguró, incluso, al propio Congreso: topadora Milei eliminó de un plumazo la grieta K-anti K, que dominó al Parlamento durante las últimas dos décadas. Ahora, hasta se los ve a los legisladores trabajando a full, en pleno enero. Primer triunfo de la motosierra: la “casta” se quedó sin vacaciones.

Desde esta semana, el plenario en Diputados está cruzado por gritos, reproches, pero también con debates sobre asuntos medulares, en un abanico que va desde modificaciones en la educación -como la exigencia de un examen al finalizar la secundaria o la habilitación de los padres para que supervisen las notas de sus hijos- hasta la Ley de Pesca. Desde un proyecto de defensa de la competencia -una herramienta orientada a corregir la distorsión de los oligopolios- hasta los privilegios de la industria farmacéutica o de la casta sindical.

“Cada cosa que toca es un tongo”, afirma un dirigente que almorzó recientemente con Milei. Y agrega: “no va a bajar sus banderas esenciales, aunque al programa que le armó Sturzenegger lo va a tamizar con la política. No se va arriesgar a que todo fracase por no ceder en temas secundarios”. Ese es uno de sus problemas: mezclar lo esencial con lo accesorio.

En el grupo más cercano al presidente ronda el fantasma del fracaso de Ley Mucci, un proyecto de democratización sindical desbaratado por el peronismo, en los albores de la primavera democrática. La obsesión de Milei es, claramente, la reforma económica y, en ese plano, afirman quiénes hablan con él, está dispuesto a morir con las botas puestas.

La excentricidad del personaje atrae a la prensa del mundo, tanto o más que, en su momento de gloria, lo hacía Cristina Kirchner. Un equipo francés esta grabando en Buenos Aires un documental sobre el libertario para la TV nacional francesa. “Milei es una telenovela. Huele a drama”, afirma Robin Milner, uno de sus productores. Las primeras imágenes que llegaron a su país del nuevo presidente fue la de un outsider con pelo enrevesado, que conectaba fuerte con la sociedad, blandiendo una motosierra en medio de una multitud. “Eso nos asustó, pero a la vez nos generó mucha curiosidad”, afirma el francés, quien compara a Milei con la ultraderechista Marine Le Pen.

¿Será una comparación acertada o, como dice el propio Milei, habrá que abandonar las categorías clásicas de la política, como las europeas, para analizarlo?

Una postal de esta semana revela la magnitud del cambio. El flamante secretario de Integración Socio Urbana (Sisu), Sebastián Pareja, estrecho ladero libertario, le anunciaba a la tropa de Juan Grabois la caída de sus contratos. Cuando en la era Macri, sus funcionarios quisieron aplicar la motosierra gradualista en territorio piquetero, no pocos terminaron físicamente enfermos. Un tema del que se habla poco.

¿Hay que temerle a Milei?

Si al libertario le agarran ataques de furia por la red X y arremete contra periodistas, Néstor y Cristina financiaban escraches en medios del Estado, con programas corrosivos como 6,7,8; perseguían a medios con la AFIP y no dudaban en usar el aparato cultural, que alimentaban con dinero del Estado -o sea, de todos- para asociar a la prensa crítica con la última dictadura. Al lado de la perversidad orquestada por el matrimonio patagónico contra opositores y medios -uno de sus blancos predilectos-, los desbordes del nuevo presidente parecen, más bien y por ahora (habría que subrayar el “por ahora”), pataletas solitarias de su costado más infantil. Allí donde en Milei hay berrinches contra la “casta” o la prensa, en los Kirchner había una aceitada escuela de cálculo y estrategia.

Aunque con un final completamente incierto, la excentricidad del personaje logró lo que ninguna fuerza opositora había podido: poner en debate, incluso en sectores populares, ochenta años de populismo en la Argentina y disparar, en el Congreso, uno de los debates democráticos más ricos de los últimos cuarenta años.

Laura Di Marco

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