Columna LN
Milei y Tucker Carlson, los nuevos gurúes de la derecha
13 de septiembre de 202317:23
PARA LA NACION
Tucker Carlson, el polémico periodista norteamericano que viajó a la Argentina para entrevistar a Milei, cenó con cinco personas en un restaurante de Puerto Madero el último miércoles y se encontró con una cuenta de 75.000 pesos. “Casi 100 dólares; prácticamente lo que cobra por mes un jubilado –le informó uno de los asesores del libertario que lo acompañaban–. Y el mes que viene, esto mismo va a valer un 10% más”. El norteamericano quedó aturdido. Y solo cuando se recuperó preguntó lo obvio. ¿Cómo se puede vivir así? Luego pidió visitar una “cueva” para entender algo más sobre la lógica de un país ilógico. Un país destrozado, con casi el 40 por ciento de sus ciudadanos fuera del sistema, que lógicamente incubó a un candidato antisistema.
Los mileístas que lo guiaron en sus dos frenéticos días en la Argentina le explicaron algunos secretos poco analizados del fenómeno Milei. Un sector importante de la Argentina trabaja y vive en negro, no está bancarizado, acude al trueque o al canje. Pero este mundo paralelo o antisistema, podríamos decir, no sucede solo en la villa 31, donde el trueque, en las ferias, es moneda corriente. No. Sucede en la pujante clase media, ahora venida a menos. Desde hace un par de años, y por los precios astronómicos de la ropa nueva, surgieron ferias alternativas, puntos de intercambio de ropa de marca, adonde acude la clase media para dejar sus prendas (que obtuvo cuando aún podía darse el lujo de comprar ropa de marca) y las deja en consignación. También puede intercambiarlas por dinero o por una suerte de cupo para llevarse otras prendas, también usadas, pero en buen estado.
En una palabra: la clase media también reinventó su propio sistema de supervivencia tratando de mantener, como puede, un nivel de vida que cada vez le cuesta más sostener. Un fenómeno difícil de percibir para quienes aún tienen mucho para perder. “Lo de las ferias de la clase media suena lógico –afirma Fernando Cerimedo, estratega comunicacional de La Libertad Avanza–. Un pantalón en un shopping te sale 80.000 pesos, por eso los centros comerciales están vacíos. La gente común no vota a Milei porque es de derecha. La cuestión no es ideológica. La gente lo vota porque va al súper y no puede comprar un bife de chorizo y luego ven en la tele a un candidato que grita eso que le pasa. La gente razona: este siente lo mismo que yo”.
Entre otros emprendimientos, Cerimedo es dueño de La Derecha Diario, un periódico en espejo con La Izquierda Diario. Figura como uno de los principales aportantes en la campaña de La Libertad Avanza, tal como publicó recientemente la nacion. Antes, había sido consultor de Patricia Bullrich hasta que, según su versión, se apartó de la candidata de Juntos por el Cambio porque no definió “halconizarse” lo suficiente y a tiempo. Milei le terminó arrebatando la idea de cambio radical y Patricia debió conformarse con encarnar la idea de “orden” y “coraje”. ¿Le resultará suficiente? Cerimedo también había asesorado al candidato derechista Franco Parisi en las últimas elecciones chilenas, donde las coaliciones tradicionales quedaron rezagadas frente al avance de postulantes antisistema por derecha y por izquierda. Parisi hizo toda su campaña en forma virtual, nunca puso un pie en Chile y quedó tercero. ¿Por qué? Por la misma razón que Milei e, incluso, que Boric, el triunfador de esa contienda. Resultó que el jefe del Estado chileno es un presidente que encarna a la izquierda, sí, pero a una izquierda muy diferente de la clásica latinoamericana. Todo lo clásico parece estar muriendo. Parisi tuvo éxito en su campaña por internet desde Estados Unidos justamente porque se opone a lo tradicional.
Pero ¿cómo fue que Carlson se interesó por un libertario del fin del mundo? El nexo con el mundo mileísta fue el actor mexicano y activista de derecha Eduardo Verástegui, un fervoroso militante contra el aborto y flamante candidato a presidente recientemente inscripto en el país azteca.
Con más de 10 millones de seguidores en la plataforma X (ex-Twitter), a través de la cual difunde sus entrevistas con líderes de perfil internacional –la última con Donald Trump logró una audiencia de 300 millones de personas–, el tour argento de Carlson le sirvió de insumo para el mano a mano de una hora cuarenta con Milei.
La entrevista fue grabada en una locación alquilada especialmente para la ocasión. En 2021, la revista Time había destacado a Carlson como “el conservador más poderoso del país”, mientras se revelaba como un aliado crucial de Trump.
Pero ¿hablamos de liberalismo o de conservadurismo? Los nuevos líderes de la derecha o la ultraderecha son muy distintos entre sí, en una gama que va desde posiciones muy conservadoras, como la militancia en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, hasta posturas ultraliberales, como la propuesta de crear un mercado de compraventa de órganos humanos. Así, el chileno Juan Antonio Kast se perfila mucho más conservador que Milei; Bolsonaro integró la “casta” política brasileña durante años, con sucesivos cargos en el sistema carioca, y Trump es un exótico megamillonario mediático desde hace décadas. Todos son parecidos, pero también muy diferentes.
Carlson se negó a grabar la entrevista en inglés, aunque Milei se lo propuso: quiso sentir la intensidad del candidato en su lenguaje original, así que optó por contratar a un buen intérprete. El norteamericano, que fue la cara de Fox News desde 2016 hasta este año (la cadena lo apartó de su staff por difundir noticias sobre un supuesto fraude en las elecciones estadounidenses de 2020), caminó las calles porteñas, habló con la gente que encontró a su paso y también entrevistó a Diana Mondino. Según los asesores de Milei, las preguntas no se acordaron previamente. Una frase del libertario impactó especialmente en el showman norteamericano. “Digo lo que pienso y hago lo que digo”. Aunque es verdad, también, que Milei fue moderando sus opiniones en sus declaraciones post-PASO, del mismo modo que Trump nunca erigió el muro con México que había prometido en campaña.
En la larga previa a la grabación, el líder de LLA le prometió a su entrevistador que, una vez que logre el “gran cambio” en la Argentina, se irá a su casa. Dejó entrever que no está allí por la plata sino por el bronce, aunque, claro, no lo dijo en esos términos, pero esa fue la idea. Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre, es su eslogan estrella. Tal fue el impacto del anuncio del mano a mano Milei-Carlson que, hasta Elon Musk, el megamillonario dueño de X, había elogiado inicialmente con un tuit en su propia plataforma, aunque después pareció arrepentirse y lo borró. Milei se apropió de lo que visualizó como un apoyo de Musk y subió la apuesta: “¡Ambos (Carlson y Musk) son más que bienvenidos a venir a la Argentina el próximo año si tenemos éxito!”.
Ni el propio Milei esperaba la performance que tuvo el 13 de agosto. “Y ahora es un bilardista, tampoco da por ganada la elección”, afirman cerca de él. La noche anterior a las PASO, en una cena con los más cercanos, nadie creía realmente que Milei pudiera rozar siquiera el 30%. La novedad es que la derecha salió del clóset. No solo no se oculta la filiación, sino que además hay una reconfiguración de su significado. Tanto, que sus mentores tildan de “demagogos” a quienes se definen en el “centro”. El centro no existe, diagnostican: o sos de izquierda o sos de derecha.
La llave parece estar en los caídos del sistema, que eligieron saltar al vacío esperando que el paracaídas funcione. ¿Y si no? Nadie lo sabe.
Columna LN
Trump y Milei: la consolidación de una nueva derecha rebelde
- 7 de noviembre de 2024
¿Qué significa el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con un triunfo mucho más rutilante aún que su primera elección de 2016? ¿Qué dice el apoyo explícito y riesgoso de Javier Milei al trumpismo, en medio de la incierta campaña electoral norteamericana, mientras negociaba un nuevo programa con el FMI?
¿La victoria de Trump fortalece a Milei? ¿O expresan fenómenos parecidos, pero diferentes?
Los jóvenes mileístas endiosan a Trump porque lo ven como el émulo global del “Javo”. Pero, cuando Trump propone un Estado fuerte y hegemónico, aumenta el gasto público y amplía el déficit fiscal -como lo hizo en su primer gobierno- y dice, de paso, que le gustaría ser “dictador por un día”, se parece más a Cristina que a Milei.
Trump propone arancelar la importación; Milei, en cambio, se define como antiimpuestos y como anarcocapitalista, aunque ahora como presidente parece haberle tomado el gusto al Estado como motor de su propia batalla cultural. Trump es pro ruso; Milei es pro Ucrania.
Y sin embargo hay un anclaje de hierro que los une: ambos odian al progresismo y todo lo que huela a woke: el feminismo, la ideología de género, el correctismo político, la agenda climática, la ecología, la equidad y todos los tópicos que plantea la aborrecida, en términos de Milei, agenda global 2030. El resentimiento a las élites -o al sistema de representación- es el marcador común de estas nuevas derechas. O de la derecha alternativa, como también se la llama: el territorio que el martes consolidó Trump.
Las preguntas y, mucho más aún, las probables respuestas a esta cultura emergente le abren la puerta a un fenómeno tan novedoso como apasionante. Incluso, inquietante. Hablamos de la configuración de una nueva derecha, en tensión con la derecha clásica, que a diferencia de la tradicional va en contra del orden establecido y de todo mecanismo de intermediación. Una derecha rebelde, como antes lo era la izquierda.
¿Hay una inversión de roles? Así parece. Es que, históricamente, la que cuestionaba al sistema y a las élites mundiales siempre era la izquierda. Para Trump y Milei -y ahí hay un fuerte punto de acuerdo entre ambos-, el mundo occidental, tal como lo conocemos, está asumiendo posiciones “socialistas”.
Posiciones “políticamente correctas”; de hecho, los exponentes de la derecha rebelde denuncian una “dictadura del correctismo político” y, resentidos con las élites políticamente correctas, denuncian la hipocresía que se esconde detrás de esas formas, según ellos, ficcionales.
El analista Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, acostumbrado a tomarle el pulso a una sociedad que va mutando, está convencido de que hay una revalorización de lo auténtico, por eso lo políticamente incorrecto, aunque sea grosero, es visto como una fuente de legitimación.
“Lo políticamente correcto representa al ciudadano común. Nosotros, en nuestra vida privada, somos incorrectos”, analiza.
La idea conecta con la mirada de Natalio Botana, cuando explica que, en la era de las redes sociales, cada ciudadano asume su propia representación. Es decir, hay en marcha un mecanismo de desintermediación y de impugnación de las élites, que incluye a la política tradicional, los medios tradicionales de comunicación, organismos internacionales como la ONU, el FBI (en el caso de Trump), la CIA, el FMI (en el caso de Milei), la Unión Europea y una larga lista del mundo del siglo XX.
El razonamiento de la derecha alternativa, apoyada por el ciudadano de a pie, sería algo así: las redes hicieron más transparentes la oscuridad de las élites. Se ven más claramente los hilos de sus negocios espurios, su corrupción, sus “curros”, como diría Milei.
Un ejemplo: el oportunista “tajaí” de Sergio Massa, que lo puso en ridículo en la campaña de 2015, destapó la hipocresía de un político – ¿o de todos? – que es capaz de fingir tonalidades diferentes, de acuerdo a un falso guión, para cualquier electorado. La viralización de ese teatro habría sido imposible sin redes sociales o teléfonos inteligentes. Cualquier integrante de las élites tradicionales están a tiro de un tuit o del carpetazo de un troll de 20 años.
¿A que llamamos élite? Políticos tradicionales, universidades, organismos internacionales, periodistas, profesores, intelectuales. A la filosofía de Elon Musk, nombrado el martes en el discurso triunfal de Trump, le gustaría que la sociedad global pudiera gestionarse de un modo descentralizado. Silicon Valley, en sintonía con la derecha rebelde, razona así.
Otro punto fuerte en común entre el fortalecido mundo de Trump y el de Milei es el sentimiento anti establishment, anti casta, conceptos a los que se acercó prematuramente el historiador y periodista Pablo Stefanoni cuando escribió, en 2021 (cuando Milei ni siquiera era político) el ensayo ¿La rebeldía se volvió de derecha?
Stefanoni acuña una tesis novedosa en su investigación. Para las derechas alternativas, las élites se han vuelto de izquierda y la derecha es, ahora, la encargada de expresar al ciudadano común. En la Argentina, el rechazo hacia el garantismo judicial, asumido por Milei, es un buen ejemplo de ese maridaje. O cuando Milei sugiere que no se mete con la diversidad sexual, pero que, sin embargo, rechaza el “lobby” de la comunidad LGTB. ¿Y qué sería el “lobby” si no una política pública para potenciar los derechos de esa comunidad?
En este nuevo universo, Lucas Romero sostiene una tesis inquietante, volviendo a la idea de la destrucción de los clásicos mecanismos de intermediación propios del siglo XX: el gobierno tiene una estrategia deliberada, no solo de fracturar el frente político, sino también de partir y deslegitimar el universo de los medios tradicionales de comunicación, de ahí la saña del propio Milei y los autodenominados “gordos” tuiteros” con los diarios y canales importantes de cable o aire. Y los dardos contra sus principales periodistas.
“Milei no se la agarra con (Roberto) Navarro o con los periodistas kirchneristas sino con medios o periodistas que le hablan a su electorado. El objetivo es que esos medios, que consumen los “propios”, no lo critiquen. Por eso necesita quitarles legitimidad a sus emisores; que la gente pierda confianza en ellos. Mostrarlos como mentirosos, malintencionados, ensobrados”.
Cerca de Milei admiten que quebrar el bloque percibido como propio -subrayamos aquí la palabra “percibido”- apunta a desgastar a medios y periodistas y deslegitimar sus eventuales críticas. Una visión pergeñada por Santiago Caputo.
El mundo volvió a girar con el triunfo de Trump y ahora la derecha rebelde se instala en el centro del poder. La moneda, como siempre en una historia abierta, está en el aire.
Por Laura Di Marco
Columna LN
Cartografía del nuevo poder: nace La Cámpora de derecha
Tal como sucedía en La Cámpora de Cristina –los pibes para la “liberación”–, la escudería digital del Presidente cobija a los que creen y a los que cobran. Los últimos se autorrotulan –y los rotulan sus “enemigos” internos– como “Gordos Tuiteros”; los primeros son los liberales sin cargo, influencers que dan la batalla cultural por las “ideas correctas”. También, como en la marca original de la escudería joven kirchnerista, hay una tribu que mezcla a ambos: a los que cobran y a los que creen. Ahí se ubican algunos integrantes de “Los Herederos de Alberdi”. E, incluso, hay un cuarto grupo: las viudas de Javier Milei o los “neoliberales”, liberales ligados a la política tradicional de derecha, algunos provenientes de Pro, hoy expulsados del paraíso del poder real, pero dentro del ecosistema libertario.
Todo el ecosistema digital de Milei, los que cobran y los que creen, tienen menos de 40 años. Son creadores de canales de YouTube; de exitosos streamings donde se debaten los distintos matices de las ideas libertarias, manejan cuentas de X que mueven millones porque las monetizan.
Son protagonistas de una subcultura que corre completamente por fuera de la política tradicional y de los medios tradicionales que construyó, como toda subcultura, un lenguaje propio. Nuevas canciones, como diría Kicillof. Son palabras acuñadas al calor de las redes. Algunos ejemplos: “doxear” significa revelar la verdadera identidad de un influencer o la difusión de un documento que puede dañarlo (como un contrato en el “maldito” Estado); “termo” se banca todo lo que diga Milei. Permanecer “tácito”, es decir, escondido bajo un seudónimo. “Incel” es un término que merece un párrafo aparte.
“Incel” es un acrónimo de “célibe involuntario” o involuntary celibate, en inglés. Empezó a usarse en las redes, pero se extendió a la vida: forma parte del lenguaje joven de la derecha alternativa. En su forma más básica, el concepto describe a alguien –generalmente a un hombre– que se siente despreciado por mujeres por múltiples causas, entre ellas la ideología. Entre los jóvenes, reconocerse de derecha –incluida la aversión al feminismo– sigue siendo una mancha venenosa.
Pero la guerra ideológica estalló esta semana en la escudería digital de los jóvenes de Milei.
X fue escenario de una auténtica guerra de guerrillas entre dos tribus bien definidas. Podríamos decir que entre dos ideologías de los sub-40 que siguen a Milei: los voraces por los cargos, una suerte de nueva Cámpora de la derecha que se está gestando en el seno de la Casa Rosada, de la mano de Agustín Romo, versus los “bienintencionados”. Liberales sin Estado en sangre.
Los últimos vienen exponiendo en las redes los contratos y cargos en el Estado de los “Gordos Tuiteros”, cuyos exponentes centrales son Juan Doe –su nombre real es Juan Pablo Carreiro– y El Gordon Dan. Daniel Parisini (Gordo Dan) es el conductor de La Misa de Dan, en el canal del streaming libertario Carajo.
Con bajada de línea de la Casa Rosada, hay streamings que devinieron en una suerte de 6,7,8 en formato digital. Los “puros”, incluso, acusan a los “infectados” por el “maldito” Estado, de que estas plataformas recibirían dinero del Estado. Rencillas del mundo Peluca. Critican, por caso, que diputados liberales como Agustín Romo tengan familiares nombrados en Trenes Argentinos.
En esta semana negra para los “Gordos Tuiteros”, Augusto Grinner, de la escudería neoliberal junto con Álvaro Zicarelli (Zicarelli fue asesor en política exterior de Milei, en sus orígenes) reveló en X, desde su cuenta @DePeroncho, los supuestos nexos entre el Estado y Carajo: Iván Gómez, editor del exitoso streaming es, a la vez, coordinador de gestión de comunicación digital de la Casa Rosada. ¿No era que a Télam había que cerrarla porque funcionaba como una usina de propaganda oficialista? Las contradicciones de Santiago Caputo.
Durante la campaña 2023, en una de esas rencillas entre tribus libertarias, Carreiro le hizo una seria promesa a uno de sus interlocutores: “Antes de ser empleado público me corto la yugular. Todo empleado público es un ladrón”, exageró. El 4 de junio de este año fue designado director de Comunicación Digital. El martes, su salario –expuesto por los “puros”– fue tendencia.
Alejandro Alfie, periodista de Clarín especializado en medios, escribió en su cuenta: “Veo que el joven tuitero Juan Doe es tendencia. Algunos comparan su salario como funcionario con el de docentes y personal no docente de las universidades públicas. ¿Será porque Juan Carreira, director de Comunicación Digital del gobierno de Milei, cobra $3.424.640 por mes?”
El Gordo Dan no la pasó mejor. Esta semana también se blanqueó que su pareja, María Belén Casas, fue designada jefa de Gabinete en la Subsecretaría de Política Universitaria. Cobrará un sueldo de más de dos millones de pesos. La guerra entre los “liberales” vs. los “cabeza de termo” (así se llaman ellos) está desatada. Termo alude a obediencia ciega, tan propio de La Cámpora original. Hoy es patrimonio de “Los Gordos”.
En los albores del siglo XXI Herrero Liberal, cuyo nombre verdadero es Matías Bernal, se hizo kirchnerista, como tantos jóvenes de su generación que hoy rondan los 40. Era un pibito, dice él. ¿Qué lo fue alejando de aquel mundo para cruzar, de lleno, al charco libertario? El doblevarismo, el feminismo, la ideología de género. Bernal se reconoce, además, como cristiano. En la campaña de 2023, Matías, que es realmente herrero de profesión y vive en Lomas de Zamora, grabó un video en defensa de Milei que tuiteó el propio líder libertario y se terminó viralizando. La novedad era que un trabajador del conurbano explicaba su voto a Milei.
Un par de meses más tarde se convertía en el primer youtuber en entrevistar a la inasible ministra Sandra Pettovello, a quien contactó por Instagram. Hoy es uno de los dueños del exitoso streaming Anima Digital e integrante del programa de debate crítico Táctica liberal, junto con Cristopher Marchesini y Lucas Apollonio. A su vez, Cristopher y Lucas manejan dos medios digitales, Mate con Mote (con un millón y medio de seguidores) y En el Ojo del Poder, respectivamente. Un mundo completamente nuevo.
“No me gustaría saber que algunos de mis compañeros no están acá solo por la batalla cultural; por las ideas correctas –dice Herrero Libertal–. Enterarme de que algunos están por los cargos, como una Cámpora de la derecha, me dolería mucho. El solo hecho de que un influencer reciba dinero del Estado lo convierte automáticamente en lo que vino a combatir”, destaca Bernal, hoy integrante de la escudería de Pettovello.
Otro de los bienintencionados, en cruzada contra los “Gordos”, acerca: “Si no ves el cambio de paradigma y lo ponés a tu favor, vas mal”. La autodenominación de “Gordo tuitero” viene del propio grupo, que siempre se jactó de que “seis gordos ‘boludeando’ en las redes pusieron a un presidente”.
El choque de las ideas, pensadas desde el llano, con el poder real parece producir una extraña alquimia en algunos cerebros. El famoso teorema de Baglini se eleva aquí a la categoría de verdad científica: se puede reproducir en cualquier escenario y bajo cualquier ideología. El consumo de poder, la secretaria, los choferes, el dinero, tienen alta capacidad de penetración en los egos. Lo de izquierda o derecha se siente, apenas, como un detalle.
Columna LN
La voz de Fabiola, una bomba neutrónica sobre el pseudoprogresismo K
PARA LA NACION
La voz de Fabiola ha terminado de dinamitar lo que quedaba del pseudoprogresismo K. Si cuando estaba peleado con Cristina Kirchner Alberto prometió acabar con el kirchnerismo, su promesa parece haberse materializado con creces en los últimos días. Tal vez deberíamos haberlo captado de un modo literal. El testimonio de Fabiola sobre la violencia de género que padeció mientras fue primera dama –violencia que su exmarido jamás desmiente en los chats que se filtraron– tuvo el efecto de una bomba neutrónica sobre la bandera feminista, que, aunque tiene más de cien años de historia en la Argentina, en los últimos años había sido apropiada por Cristina y sus seguidores.
¿Alguna fuerza política recogerá esa bandera, en lugar de aguijonearla como hacen los libertarios? ¿Los radicales, el centro político? Parece un buen momento para poner las cosas en su lugar y reapropiarse de la defensa de los derechos de las mujeres –una defensa poco creíble hoy en manos del peronismo– y en sintonía con el clima de época del mundo occidental.
La voz de Fabiola –que nadie conocía hasta el momento– dejó mudos y confundidos a los protagonistas de la constelación K. Los dejó mareados, peleados, contradictorios, shockeados. Dijeron barbaridades, luego se desdijeron. Los operadores más avezados, viejos lobos de mar, aprovecharon el affaire para armar dudosas teorías conspirativas que no llegan a tapar el sol con la mano. Fabiola habría llegado a declarar que Fernández le pegaba cachetazos a diario delante de su hijo de dos años y que le habría dado una patada en la panza, mientras estaba embarazada. Ayer, ante el juez Ercolini, explicó que había empezado a consumir alcohol después de un aborto que el propio Fernández le había obligado a practicar.
No solo el peronismo quedó mudo. También las exparejas de Alberto Fernández. Ni Marcela Luchetti, madre de su hijo Tani, ni Vilma Ibarra salieron a defenderlo públicamente frente a acusaciones tan graves. Al menos, no hasta ahora.
La socióloga Dora Barrancos, de 83 años, leyenda viviente del feminismo en la Argentina y exdirectora del Conicet, quedó envuelta en una guerra de guerrilla en las redes. Según el portal de Horacio Verbitsky, El Cohete a la Luna, en un chat con científicos, Barrancos –una vaca sagrada de la academia– habría escrito: “Estoy en condiciones de asegurar fehacientemente que nunca A.F. agredió físicamente a Fabiola. Ella arrastra una compleja situación psíquica, a lo que se unió su adicción alcohólica”.
LA NACION le consultó a Barrancos si esas afirmaciones eran reales, pero ella no respondió. La autora de numerosos libros sobre feminismo y, referente indiscutida (hasta ahora) en el área no solo le dio cursos sobre políticas de género y diversidad al propio presidente Fernández sino que también dictó clases de feminismo para la policía y las Fuerzas Armadas. Barrancos ha sido una suerte de emblema que el kirchnerismo exhibió en viajes y eventos como un símbolo intelectual de las nuevas generaciones de derechos.
Atendiendo a este rol, Fernández se comunicó con su antigua maestra para explicarle “su” verdad, tal como lo había hecho con los más íntimos. Por ejemplo, con Luis D’Elía. En ese diálogo, Barrancos le habría dicho:
“No tenés que explicarme nada. Mi esposo atendió a Fabiola y yo conozco toda la verdad”.
D’Elía no estuvo tan empático: le aconsejó a Fernández que se pegara un tiro en la cabeza (y luego fue denunciado por instigación al suicidio). El esposo de Barrancos es el médico acupuntor Eduardo Moon, quien sería testigo en la batalla legal contra Fabiola. The Crown es La Cenicienta al lado de la novela del peronismo.
Las preguntas que se abren para Barrancos y algunos voceros kirchneristas que le echan la culpa a la víctima son muy concretas.
Siguiendo el razonamiento de la socióloga: ¿la supuesta “compleja situación psíquica” de Fabiola la hace merecedora de golpes o, más bien, de un tratamiento? ¿Y qué hay del resto de las mujeres que Fernández grababa, como trofeos, en su despacho? ¿También ellas padecían de una “compleja situación psíquica”?
Yañez aseguró, en la entrevista con Infobae, que las mujeres con las que su marido habría tenido affaires –y fotografiaba desnudas, según su testimonio– le enviaban a su propio teléfono imágenes de esos encuentros, tal vez en un amago de sororidad. ¿O de perversidad?
Otra que no tuvo ni una pizca de sororidad fue la periodista militante Julia Mengolini, cuando no titubeó en ningunear la voz de Fabiola –dijo que “vale poco”–, a contrapelo del mantra feminista “yo te creo”. Mengolini y el inefable grouchomarxismo K.
¿Para qué grababa Fernández a las mujeres con las que supuestamente estaba? ¿Qué pasa por la cabeza de un hombre que le da a su mujer –y a su pequeño hijo para que juegue– un celular con videos eróticos o en obvias situaciones de coqueteo?
El psiquiatra Enrique de Rosa Alabaster, director de la Asociación Argentina de Victimología, asocia las filmaciones con episodios fetichistas, donde las mujeres ocupan el lugar de trofeos de guerra. “Muy típico y común del macho alfa”. Una satisfacción autoerótica, cuya narrativa es: “yo pude estar con Fulana y la hice hacer esto”. Son relaciones de sometimiento, aunque las grabaciones hayan sido voluntarias. Al menos en la filmación que se viralizó con una periodista en la Casa Rosada, él parece estar tomándole examen.
¿Por qué Alberto Fernández dice “no recordar” el diálogo por chat con Fabiola de agosto de 2021 –el período en el que se conoció la foto de Olivos– cuando ella le reprocha por los golpes recibidos durante tres días seguidos? Es más, ¿por qué desaparecieron esos chats del celular incautado al expresidente?
Muchas preguntas para los intelectuales del kirchnerismo, que dejan en claro que una gran formación intelectual no necesariamente otorga sentido común ni discernimiento. Que Barrancos sea defensora del feminismo es una suerte. No podemos ni imaginar qué habría dicho si abonara en las filas del machismo.
¿Estuvo extorsionando Fabiola a Alberto Fernández? Eso no se puede descartar. Ser víctima en cualquier situación, incluso en asuntos de violencia de género, no vuelve heroína a nadie. Creer en un mundo de buenos y malos es entrar en la lógica infantil de los cuentos de hadas.
Quizá sin saberlo, Alberto Fernández eligió la misma estrategia que los defensores de Carlos Monzón hace 36 años, cuando aún ni se hablaba de violencia de género. La serie de Netflix sobre la vida del boxeador muestra cómo su equipo de abogados elige deliberadamente a una mujer como defensora de un femicidio con la idea de generar empatía frente a la platea femenina. Fernández designó a Silvina Carreira guiado por esa idea. “Si puede dar una nota televisiva, no la revictimiza tanto la situación”, arrancó Carreira. La empatía te la debo.
La que no tuvo piedad con su fallida criatura fue Cristina Kirchner. Ella sí que le creyó a Fabiola. Aunque le es imposible despegarse del presidente que ella misma inventó, nunca dudó de los golpes ni de la veracidad de las fotos que “delatan los aspectos más sórdidos y oscuros de la condición humana”. Cristina siempre lo supo.
¿Y qué puede pasar ahora con el peronismo, luego de la implosión de la encarnación K? Para el historiador Loris Zanatta, una vuelta al conservadorismo y a la raíz nacional católica del peronismo clásico.
Cristina lo diría de un modo más coloquial: más perdidos que turco en la neblina. Aunque ahora la frase, dirigida inicialmente hacia los Milei boys, aplica perfectamente a ella y los suyos. Nunca escupas hacia el cielo.ß
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