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Milei y Tucker Carlson, los nuevos gurúes de la derecha

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13 de septiembre de 202317:23

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

Tucker Carlson, el polémico periodista norteamericano que viajó a la Argentina para entrevistar a Milei, cenó con cinco personas en un restaurante de Puerto Madero el último miércoles y se encontró con una cuenta de 75.000 pesos. “Casi 100 dólares; prácticamente lo que cobra por mes un jubilado –le informó uno de los asesores del libertario que lo acompañaban–. Y el mes que viene, esto mismo va a valer un 10% más”. El norteamericano quedó aturdido. Y solo cuando se recuperó preguntó lo obvio. ¿Cómo se puede vivir así? Luego pidió visitar una “cueva” para entender algo más sobre la lógica de un país ilógico. Un país destrozado, con casi el 40 por ciento de sus ciudadanos fuera del sistema, que lógicamente incubó a un candidato antisistema.

Los mileístas que lo guiaron en sus dos frenéticos días en la Argentina le explicaron algunos secretos poco analizados del fenómeno Milei. Un sector importante de la Argentina trabaja y vive en negro, no está bancarizado, acude al trueque o al canje. Pero este mundo paralelo o antisistema, podríamos decir, no sucede solo en la villa 31, donde el trueque, en las ferias, es moneda corriente. No. Sucede en la pujante clase media, ahora venida a menos. Desde hace un par de años, y por los precios astronómicos de la ropa nueva, surgieron ferias alternativas, puntos de intercambio de ropa de marca, adonde acude la clase media para dejar sus prendas (que obtuvo cuando aún podía darse el lujo de comprar ropa de marca) y las deja en consignación. También puede intercambiarlas por dinero o por una suerte de cupo para llevarse otras prendas, también usadas, pero en buen estado.

En una palabra: la clase media también reinventó su propio sistema de supervivencia tratando de mantener, como puede, un nivel de vida que cada vez le cuesta más sostener. Un fenómeno difícil de percibir para quienes aún tienen mucho para perder. “Lo de las ferias de la clase media suena lógico –afirma Fernando Cerimedo, estratega comunicacional de La Libertad Avanza–. Un pantalón en un shopping te sale 80.000 pesos, por eso los centros comerciales están vacíos. La gente común no vota a Milei porque es de derecha. La cuestión no es ideológica. La gente lo vota porque va al súper y no puede comprar un bife de chorizo y luego ven en la tele a un candidato que grita eso que le pasa. La gente razona: este siente lo mismo que yo”.

Entre otros emprendimientos, Cerimedo es dueño de La Derecha Diario, un periódico en espejo con La Izquierda Diario. Figura como uno de los principales aportantes en la campaña de La Libertad Avanza, tal como publicó recientemente la nacion. Antes, había sido consultor de Patricia Bullrich hasta que, según su versión, se apartó de la candidata de Juntos por el Cambio porque no definió “halconizarse” lo suficiente y a tiempo. Milei le terminó arrebatando la idea de cambio radical y Patricia debió conformarse con encarnar la idea de “orden” y “coraje”. ¿Le resultará suficiente? Cerimedo también había asesorado al candidato derechista Franco Parisi en las últimas elecciones chilenas, donde las coaliciones tradicionales quedaron rezagadas frente al avance de postulantes antisistema por derecha y por izquierda. Parisi hizo toda su campaña en forma virtual, nunca puso un pie en Chile y quedó tercero. ¿Por qué? Por la misma razón que Milei e, incluso, que Boric, el triunfador de esa contienda. Resultó que el jefe del Estado chileno es un presidente que encarna a la izquierda, sí, pero a una izquierda muy diferente de la clásica latinoamericana. Todo lo clásico parece estar muriendo. Parisi tuvo éxito en su campaña por internet desde Estados Unidos justamente porque se opone a lo tradicional.

Pero ¿cómo fue que Carlson se interesó por un libertario del fin del mundo? El nexo con el mundo mileísta fue el actor mexicano y activista de derecha Eduardo Verástegui, un fervoroso militante contra el aborto y flamante candidato a presidente recientemente inscripto en el país azteca.

Con más de 10 millones de seguidores en la plataforma X (ex-Twitter), a través de la cual difunde sus entrevistas con líderes de perfil internacional –la última con Donald Trump logró una audiencia de 300 millones de personas–, el tour argento de Carlson le sirvió de insumo para el mano a mano de una hora cuarenta con Milei.

La entrevista fue grabada en una locación alquilada especialmente para la ocasión. En 2021, la revista Time había destacado a Carlson como “el conservador más poderoso del país”, mientras se revelaba como un aliado crucial de Trump.

Pero ¿hablamos de liberalismo o de conservadurismo? Los nuevos líderes de la derecha o la ultraderecha son muy distintos entre sí, en una gama que va desde posiciones muy conservadoras, como la militancia en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, hasta posturas ultraliberales, como la propuesta de crear un mercado de compraventa de órganos humanos. Así, el chileno Juan Antonio Kast se perfila mucho más conservador que Milei; Bolsonaro integró la “casta” política brasileña durante años, con sucesivos cargos en el sistema carioca, y Trump es un exótico megamillonario mediático desde hace décadas. Todos son parecidos, pero también muy diferentes.

Carlson se negó a grabar la entrevista en inglés, aunque Milei se lo propuso: quiso sentir la intensidad del candidato en su lenguaje original, así que optó por contratar a un buen intérprete. El norteamericano, que fue la cara de Fox News desde 2016 hasta este año (la cadena lo apartó de su staff por difundir noticias sobre un supuesto fraude en las elecciones estadounidenses de 2020), caminó las calles porteñas, habló con la gente que encontró a su paso y también entrevistó a Diana Mondino. Según los asesores de Milei, las preguntas no se acordaron previamente. Una frase del libertario impactó especialmente en el showman norteamericano. “Digo lo que pienso y hago lo que digo”. Aunque es verdad, también, que Milei fue moderando sus opiniones en sus declaraciones post-PASO, del mismo modo que Trump nunca erigió el muro con México que había prometido en campaña.

En la larga previa a la grabación, el líder de LLA le prometió a su entrevistador que, una vez que logre el “gran cambio” en la Argentina, se irá a su casa. Dejó entrever que no está allí por la plata sino por el bronce, aunque, claro, no lo dijo en esos términos, pero esa fue la idea. Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre, es su eslogan estrella. Tal fue el impacto del anuncio del mano a mano Milei-Carlson que, hasta Elon Musk, el megamillonario dueño de X, había elogiado inicialmente con un tuit en su propia plataforma, aunque después pareció arrepentirse y lo borró. Milei se apropió de lo que visualizó como un apoyo de Musk y subió la apuesta: “¡Ambos (Carlson y Musk) son más que bienvenidos a venir a la Argentina el próximo año si tenemos éxito!”.

Ni el propio Milei esperaba la performance que tuvo el 13 de agosto. “Y ahora es un bilardista, tampoco da por ganada la elección”, afirman cerca de él. La noche anterior a las PASO, en una cena con los más cercanos, nadie creía realmente que Milei pudiera rozar siquiera el 30%. La novedad es que la derecha salió del clóset. No solo no se oculta la filiación, sino que además hay una reconfiguración de su significado. Tanto, que sus mentores tildan de “demagogos” a quienes se definen en el “centro”. El centro no existe, diagnostican: o sos de izquierda o sos de derecha.

La llave parece estar en los caídos del sistema, que eligieron saltar al vacío esperando que el paracaídas funcione. ¿Y si no? Nadie lo sabe.

Laura Di Marco

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Karina, Victoria y la Selección. Populismo periodístico

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El problema del populismo es que es contagioso. Impregna a sectores de la oposición, del periodismo y de nuestra vida cotidiana porque no se trata solo de un sistema político sino, también, de una forma de socialización. Todos hemos sido socializados bajo ese mantra y su sistema de creencias. Como diría el italiano Loris Zanatta: la cultura populista que nos coloniza desde hace casi 80 años o más –depende desde dónde se arranque a contar– forma parte de la biografía de la nación y salpica para todos lados.

El nacionalismo berreta, de bajas calorías, es un insumo básico de la cultura populista y el fútbol su vehículo estrella. Intocable, además, en un país que es potencia futbolera y que exporta sus talentos al mundo. Para un país roto en su autoestima, la selección argentina es uno de los pocos motivos de orgullo para exhibir ante el mundo. Sus triunfos son reparatorios y compensatorios para tantas frustraciones económicas. Por eso, la fibra que toca es delicada, irracional. Casi religiosa.

Fue precisamente esa fibra la que manipularon con éxito los militares y, luego, el kirchnerismo, que elevó prácticamente a santo la polémica figura de Maradona. Ahora le toca el turno al mileísmo. Tanto, que llegó a echar a un funcionario por condenar la discriminación contenida en un canto homofóbico, racista y xenófobo. Un amplio sector del periodismo criticó a Julio Garro, el funcionario echado e, incluso, a la vicepresidenta Victoria Villarruel, que llegó a festejar los estribillos emitidos por Enzo Fernández con un tuit en el que, de paso, agredió gratuitamente a Francia. “Yo te banco, Enzo”, escribió. Lo paradójico es que el propio Enzo ya se había disculpado.

Sin embargo, muy pocos periodistas se atrevieron a criticar el contenido del mensaje y, muchos menos, a sus emisores: nuestros jugadores. Un sector más ínfimo aún se permitió avalar un pedido de disculpas de Messi, como líder de la selección –Dios no lo permita, como dirían las abuelas– o, quizá más pertinente, un comunicado de disculpas de la AFA. Al margen, la que sí podría pronunciarse críticamente sobre el contenido del “canto de cancha”, como minimizó Villarruel, es la FIFA.

¿Y por qué parte del periodismo fue tan indulgente con nuestra selección? Por pánico a la reacción de sus audiencias; por temor a navegar a contracorriente. Populismo periodístico, digámoslo así. El sesgo de confirmación mete miedo a criticar cualquier cosa que tu público ame. Nadie está exento.

De ese 57% de apoyo popular que tiene el Presidente, según las encuestas, la mayoría celebró gustosa el tuit populista de la vicepresidenta y reprobó fuerte el pedido de disculpas de Karina Milei, cuando el último jueves tuvo que acudir de urgencia al palacio Ortiz Basualdo a explicarle al embajador Romain Nadal que lo de Villarruel había sido una “iniciativa personal”. Una movida lógica: sin disculpas oficiales, el viaje de Milei a Francia para la inauguración de los Juegos Olímpicos corría peligro.

El último martes, una cordial reunión en la embajada de Francia entre el ministro Luis Caputo y empresarios de ese país pareció empezar a sanar la herida abierta por Victoria. Nota al pie: el círculo rojo quedó horrorizado con el mensaje violento de la vice, que pareció por un momento más movida por su base de votantes que por su evidente proyecto de poder a largo plazo. “Nos parecía que los imprevisibles eran los Milei, pero esta vez quedaron invertidos los roles”, comentó, sorprendido, un hombre de negocios que participó de la reunión con Caputo.

Pero lo interesante fueron las excusas para justificar lo injustificable. Una: es solo un canto de cancha. ¿Puede separarse la cancha de la vida? Los cantos de cancha son los que aprenden los chicos, cuyos padres luego se quejan o, peor aún, son víctimas de la violencia en las escuelas. Dos: no nos van a imponer criterios racistas europeos. Nosotros no somos racistas. Falso. Un reciente estudio de la UBA reveló que uno de los grupos que reciben los mayores niveles de prejuicio son los inmigrantes latinoamericanos, que viven en villas o barrios populares. Y la frutilla del postre: Messi fue destratado en Francia cuando jugaba para el PSG y también lo fueron los argentinos, de lo que se desprende que la selección francesa “merecía” el cántico. Tal vez porque usaba la pollerita demasiado corta.

Un tuitero libertario, enfurecido con Karina Milei, escribió: nosotros no nos arrodillamos y no pedimos disculpas. Traducción: para el argento populista disculparse no es sinónimo de fortaleza sino de humillación.

Claro que, si queremos ir hacia un país más serio y respetado, con reglas claras, convendría revisar lo que pensamos y por qué lo pensamos. Salir del pozo tal vez implique un completo reseteo cultural. Porque son estas creencias, y no otras, las que nos trajeron hasta aquí.

Laura Di Marco

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Los casos Brieger, Rakauskas y Alice Munro: la lenta agonía del “no te metás”

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Alice Munro, rozada por una denuncia que conmueve al mundo literario
Alice Munro, rozada por una denuncia que conmueve al mundo literario.

Un atardecer del 21 de abril de 2003, la adolescente Lucila Yaconis, hija de Isabel –una de las Madre del Dolor– moría asesinada intentando evitar un ataque sexual. Sucedió en un cruce de las vías del ferrocarril Mitre. Más de veinte años después, el crimen aún sigue impune. Pero tal vez lo más espeluznante de aquel asesinato es que dos personas podrían haberlo evitado, aunque eligieron no meterse en lo que consideraron un “tema personal”.

Uno de los que podrían haberle salvado la vida a Lucila era un técnico de ascensores, cuya oficina quedaba justo sobre el terraplén del ferrocarril. El hombre escuchó los gritos de una chica en la oscuridad y, al salir, vio una pareja que se revolcaba sobre la tierra, como si estuvieran peleando: eran Lucila y su agresor. “¿Qué pasa, che, qué son esos gritos?”, preguntó. “Tranquilo, jefe, no pasa nada Estoy con mi novia”, le contestó el asesino. La contraseña cultural tranquilizó al técnico, que siguió con su trabajo.

El mantra del “no te metás” (hablamos del “no te metás” para denunciar o impedir un delito) es una de las marcas culturales identitarias del argento: recordemos que el “argento” es la versión degradada o menos evolucionada del argentino.

¿Y cuál sería la novedad, entonces? Que esa creencia con la que fuimos socializados parece estar en retirada, en sintonía con un clima cultural global de destapar lo silenciado. El “no te metás” alcanzó su pico más corrosivo durante la dictadura, cuando muchos eligieron mirar para el costado cuando el terrorismo de Estado secuestraba ciudadanos argentinos, por fuera de todo marco legal.

La avalancha de denuncias públicas de acoso, encubrimiento, violaciones o abuso sexual contra políticos intocables o escritores y académicos famosos, blindados por su prestigio, son indicadores de que la opaca creencia del “no te metás” empieza a entrar en crisis.

¿Serán las nuevas generaciones, que parecen más sanas y transparentes? ¿Serán las redes sociales, que multiplican al infinito lo silenciado? ¿Será el principio de revelación del que habla Milei? ¿Será el efecto pandemia? Lo cierto es que ahora descubrimos que se puede ser venerado por las elites y también abusador. O supuesto acosador, como el caso de Pedro Brieger, denunciado por 19 mujeres y expuesto por una presentación colectiva de Periodistas Argentinas.

Fue un hombre valiente, el periodista Alejandro Alfie, el que decidió meterse y darle crédito a la denuncia de una de sus víctimas, a pesar de las amenazas de juicio por parte de Brieger. Decidió seguir adelante y publicar su denuncia en X. Un signo de los nuevos tiempos. A partir de la determinación de Alfie, muchas otras víctimas perdieron el miedo y se animaron también a hablar. Eso sí: gran parte del mundillo académico y mediático conocía las conductas inapropiadas que habría tenido Brieger con mujeres, durante al menos treinta años. Pero nadie habló. Un sonoro silencio que dice mucho.

Días atrás la Justicia confirmó el procesamiento del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, acusado de abusar sexualmente de su exsecretaria, Melody Rakauskas. “No me mataron de casualidad”, revela hoy la presunta víctima del poderoso barón del conurbano. Y sigue: “Todavía me pregunto cómo sigo viva, me costó mucho llegar a este punto. Esto no se remonta solo al día del abuso, hay agravantes, a mí me atacaron en más de una oportunidad, he llegado a estar en terapia intensiva, me han perseguido fuerzas de seguridad y me han chocado el auto, me pasaron un montón de cosas”. Tuvo que venir un cambio de gobierno para que Melody pudiera ser escuchada finalmente por la Justicia, a menudo dependiente de las señales del poder político.

Rakauskas vivió años prácticamente recluida. Nadie le creía. Espinoza fue políticamente blindado y protegido por el peronismo y su encarnación K. Pasa en las mejores familias, como en la de la premio Nobel de Literatura, Alice Munro. Salvando las distancias, claro.

La fuerte revelación de una de las hijas de la prestigiosa escritora, Andrea Robin Skinner, generó un cataclismo cultural en Canadá. El último domingo, en una columna publicada en el diario canadiense Toronto Star, denunció que había sido abusada por el segundo marido de Munro, Gerald Fremlin, desde que tenía apenas nueve años hasta su adolescencia. Y dijo más: que su madre, conociendo la situación, simplemente le dijo: “Hablaste demasiado tarde”. Peor aún: Munro eligió proteger al abusador hasta su muerte, en contra de su propia hija.

Para quienes supongan que se trata de casos aislados, les digo que no: la Justicia criolla acumula muchas denuncias de madres que, primero acuden a los tribunales para denunciar al padrastro o, incluso, al padre biológico abusador, pero que luego se retractan. Retiran la denuncia inicial para, como Munro, proteger a su pareja.

El caso de Andrea Robin Skinner, que solo pudo denunciar públicamente diez años más tarde de la muerte de su madre, recuerda las revelaciones de la hija adoptada de Woody Allen, Dylan Farrow, cuando escribió una extensa columna en The New York Times revelando que había sido abusada sexualmente por el cineasta cuando tenía 7 años, en el ático de la casa que compartían con Mia Farrow. Allen nunca fue arrestado, pero el relato de Dylan arruinó gran parte de su prestigio.

El 2021, la escritora y editora Vanessa Springora, con su libro El consentimiento, generó otro cataclismo cultural, esta vez en Francia. Con apenas trece años y una situación de vulnerabilidad familiar, Springora había conocido al escritor Gabriel Matzneff, una celebridad de la época. Treinta y seis años mayor que ella. Ambos empiezan una “relación”. Matzneff formaba parte de la élite cultural francesa y sus aventuras con menores de 16 años eran festejadas en los programas de televisión. Hoy padece una condena social y sus libros fueron retirados de la venta.

Aún hoy, en algunos círculos, se considera “temas personales” lo que definitivamente son temas políticos porque atañen a las relaciones de poder entre las personas: es obvio que cuando, dentro de una empresa, familia o sociedad, alguien tiene una posición de superioridad –porque es una “vaca sagrada” venerada, por ejemplo, como sucedió con la reciente denuncia contra la escritora Alice Munro, que protegió a su marido abusador– hay una obvia disparidad de poder que mete miedo a la víctima. Y la paraliza en su denuncia.

Vayamos a un tema “menor”: el bullying hacia un empleado, que se toma de punto, por parte de un jefe o una jefa: El acoso moral en el trabajo es un extraordinario ensayo de la psiquiatra Marie-France Hirigoyen, que expone esta dinámica de silencio o de indiferencia de los compañeros de la víctima acosada. No se meten, aunque presencian el daño. Callan por miedo a ser ellos los acosados o los echados. O, peor aún: se alían con el depredador.

La Argentina parece moverse hacia un momento de mayor verdad, en sintonía con el mundo occidental. Lo que antes era mudo hoy tiene palabras. Lo que hace veinte o treinta años era naturalizado hoy podría ser un delito. O una atrocidad. Las nuevas generaciones ya no lo toleran, como no toleran los privilegios de la casta. Cualquier casta. Tarde o temprano, la taba se da vuelta. Y, sí, hay mucha gente nerviosa.

Laura Di Marco

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El caso Loan. Durmiendo con el enemigo

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27 de junio de 2024

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

Una noche de noviembre de 2021, un niño de cinco años –la misma edad que Loan– era asesinado en su propia casa a manos de dos mujeres: la madre y su pareja. El resultado de aquel horror fue la ley Lucio, que vino a iluminar y a reparar un asunto indigerible: la violencia contra los chicos, perpetrada por quienes deberían cuidarlos y amarlos. Lucio Dupuy fue asesinado porque el Estado le falló. Nadie lo vio realmente. Ni el sistema médico ni el judicial.

Otro noviembre, pero de 2017, fallecía otra nena de 12 años esperando un corazón sano que jamás llegó a tiempo. El drama de la familia Lo Cane alumbró la ley Justina, que amplió la conciencia sobre la importancia de donar órganos, pero sobre todo cambió paradigmas y esquemas mentales.

En los 90, el caso del soldado Carrasco terminó con el servicio militar. En los 80, el asesinato de Alicia Muñiz, perpetrado por un boxeador idolatrado, allanó el camino para acuñar el término “femicidio” (hasta entonces solo se hablaba de “crimen pasional”) y habilitó el debate sobre la violencia de género. Incluso, el horror de la dictadura terminó generando un nuevo consenso democrático, que se inauguró en 1983 y que, con sus vaivenes, en líneas generales se cumplió: nunca más a la violencia política.

Casos atravesados por un denominador común: el dolor familiar y social. Un dolor de tal hondura que es capaz de penetrar en las zonas más opacas y falladas de una sociedad, de un Estado, y de generar una enorme conmoción. Una conmoción que irrumpe sin permiso y desnuda “eso” que se niega.

Pero ¿es necesario atravesar noches tan oscuras para evolucionar, poner sobre la mesa lo que antes permanecía oculto o para despertar lo dormido? Tirar del hilo de esa pregunta resulta inquietante.

Y ahora, con Loan, ¿qué nos está mostrando la desaparición de este niño pequeño, que nos hiere el alma, que pudo haber sido vendido a una red internacional de trata mientras almorzaba con su propia familia? Toda la trama del caso Loan y sus personajes configuran una pequeña Argentina.

El intendente de Nueve de Julio, Hugo Ynsaurralde, que un día alerta sobre mafias en su propio territorio y al siguiente se desdice. Y que, cuando lo entrevistan en TV, parece un padre común, un movilero. Hablemos del comisario del pueblo, Walter Maciel, hoy preso. Maciel está acusado de liberar la zona y de plantar pruebas. La Justicia ahora también descubrió que el comisario, que convivía con el intendente en el mismo territorio, tenía una denuncia previa por abuso sexual.

Ynsaurralde –cuyo apellido, aunque sea con “y”, convengamos en que no lo ayuda– también ignoraba, aparentemente, que había nombrado a una funcionaria, María Victoria Caillava, que ahora está presa y sospechada de haber vendido al nene junto con su pareja. La Argentina tiene fronteras porosas. No se trata solo de las “manos porosas” de los políticos, como dice Milei.

El drama de Loan nos muestra, con toda crudeza, que el delito de la trata está instalado, es común e incluso está naturalizado en las áreas fronterizas de la Argentina profunda. Desde el 13 de junio, día de la desaparición, los cronistas televisivos enviados por los canales nacionales de noticias recogieron decenas de testimonios de secuestros de chicos, donde siempre está involucrado el poder local. Definitivamente, no hay trata –ni narco– sin complicidad de la política, la Justicia y la policía.

La última semana, un canal de TV entrevistó a Alicia Enríquez, de 48 años, oriunda de la localidad correntina de Santa Rosa, a 180 km de la capital. Portaba un cartel: “Busco a mi hija desde hace 32 años”. Según su testimonio, Alicia quedó embarazada a los 16 años y su padre, involucrado en la política local, la “entregó” a una funcionaria municipal. Una vez que dio a luz, la funcionaria habría vendido a su bebé.

El caso Loan también le puso un foco al lado más siniestro de las “adopciones truchas”, como revela la hermana Marta Pelloni, coordinadora de la red Infancia Robada. La denuncia de Alicia aún duerme el sueño de los justos. O el sueño de lo injusto.

El policial de Corrientes nos estremece porque desromantiza la idea de la familia Ingalls y desmiente las imágenes edulcoradas que se muestran en Instagram. Según los especialistas, esas postales de la felicidad familiar perfecta –y que, en algunos casos, esconden realidades mucho más duras– son fuente de depresión para quienes viven en entornos tóxicos. Mucho más comunes de lo que nos gustaría creer. Para algunos, la vida dentro de sus propias familias puede ser más peligrosa que caminar de madrugada solo por la zona más caliente del conurbano.

Como si el caso hubiera sido escrito por un maestro de la intriga, en la familia de Loan todos parecen sospechosos. Cualquiera podría ser. Y todos se acusan entre sí. La abuela Catalina desconfía de su yerno y hasta de su propia nuera. Y la madre del niño, apunta hacia su familia política. De hecho, madre y padre contrataron abogados diferentes.

Estremece la foto icónica del almuerzo en el paraje El Algarrobal con 14 comensales en la casa de la abuela Catalina. Frágil, desprotegido, pequeñito, Loan aparece rodeado por cinco sospechosos, que hoy están detenidos. En las pequeñas Argentinas de cada día, dormir con el enemigo es cosa frecuente.

Laura Di Marco

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