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Secuestrados por la “Reina Polenta”

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El país, y no solo Recoleta, ha sido secuestrado por una reina caprichosa. Con lo que le gustan los micrófonos, hasta Sergio Massa quedó opacado con el revoleo a la bartola de mentiras y operaciones de prensa que Cristina Kirchner viene desplegando desde el martes 23, un día después de que el fiscal Diego Luciani pidiera 12 años de prisión para ella por la causa Vialidad. Armas arrojadizas que complican, incluso, el viaje de Massa a Estados Unidos, donde deberá exhibir su programa económico y convencer a Kristalina Georgieva de que la situación está bajo control. Naturalmente, las imágenes de violencia en las calles porteñas ya lo desmintieron en tiempo real. ¿Quién, en su sano juicio, invertiría en un país semejante?

Ese daño autoprovocado en la confianza –un intangible esencial para recomponer la economía, que supuestamente Massa venía a aportar– ineludiblemente impactará en los sectores más vulnerables, seguidores del kirchnerismo, si la inflación no cede. En una palabra: en el alocado ejercicio de su defensa, la “Reina Polenta”, tal como la bautizó la joven influencer Luli Ofman –una oxigenante y aggiornada versión femenina del genial Tato Bores–, no duda en ir en contra de sus propios votantes acotándoles, aún más, el acceso al asado prometido. Según la UCA, apenas un 11% de argentinos tienen, en su mesa, una alimentación de calidad.

La nómina de “secuestrados” es extensa: la agenda del Gobierno, paralizada por la situación judicial de Cristina; el Presidente, que ni siquiera asistió a la última reunión de gabinete; los contenidos mediáticos, que volvieron a centrarse en ella, bajo un extraño fenómeno: la gente no quiere verla, pero quiere verla. El público condena en las redes sociales la obsesión periodística con Cristina y, sin embargo, los contenidos que más se ven, leen o escuchan se refieren a Cristina.

¿En qué quedamos? ¿Morbo o solo se trata de una audiencia hiperpolitizada, siempre minoritaria? Experta en medios, Adriana Amado se inclina por lo segundo. Afirma que las principales búsquedas en Google siguen siendo sobre aspectos de la vida cotidiana de los argentinos –paro de colectivos, fútbol, etc.–, excepto el martes 23, día del furioso alegato cristinista en su canal de YouTube. Más aún: las nueve horas de la acusación de Luciani superaron el millón de vistas. Según Amado, una cantidad muy superior, en términos relativos, que la autodefensa de Cristina.

Entonces, ¿será verdad que la “Reina Polenta” recobró la centralidad política? Y, en todo caso, ¿qué significa? Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, diagnostica que su alta imagen negativa –más del 60%– no cedió ni un centímetro y que si las elecciones fuesen hoy perdería en la provincia de Buenos Aires. Además, siete de cada diez argentinos la creen culpable.

Y, sin embargo, la oposición de Juntos volvió a caer en las garras de Cristina. Aunque convengamos que son sus propios conflictos internos los que la vuelven fácilmente “secuestrable”. Dentro de la coalición, no son pocos quienes piensan que Patricia Bullrich ya no es la candidata presidencial de Macri, quien renunciaría a su propia postulación en favor de Rodríguez Larreta, en una movida similar a la que desplegó en 2015, cuando apostó por el jefe porteño en detrimento de Gabriela Michetti. Una pista de la validez de esta tesis son los armadores de los que se rodea Bullrich, mayoritariamente vetados o enemistados con el expresidente. Emilio Monzó es un claro ejemplo. Como dice la presidenta de Pro, el vallado en la casa de Cristina es un símbolo. Y tiene razón: un símbolo del mar de fondo que se cocina dentro de Pro.

La oposición no quiere enredarse con las provocaciones de la jefa K, pero se enreda: admitamos que habría que ser Mahatma Gandhi para sortearlas por completo. Cristina llegó a sugerir que Patricia Bullrich se emborracha por las tardes y que, en ese estado, escribe tuits desencajados. Bullrich picó. Ayer buscó redoblar la apuesta con otro tuit y, cuando se dio cuenta y quiso borrarlo, ya era tarde. La red del pajarito es implacable.

Los que vienen zafando, por ahora, son Lula, Boric y la totalidad del Frente Amplio uruguayo. La diplomacia K buscó desesperadamente un apoyo de los amigos continentales para su “perseguida”, pero no lo logró. ¿Cómo es que dejan que el lawfare se instale así, alegremente, en América Latina, con la complicidad del “imperio” y los medios “hegemónicos”? ¿O será que no quieren quedar pegados a un latrocinio? De izquierda, sí, pero no suicidas.

Por Laura Di Marco para lanacion.com

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Karina, “la Evita libertaria”

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10 de abril de 2024 17:53

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

Más que la hermana menor, es una madre. De vendedora de tortas y soleros por Instagram, en 2018, a la mujer más poderosa del país y a la estratega política más influyente. Aunque su hermano la define más coloquialmente: “A mi hermana le encanta la rosca”. Tan extraordinaria es la historia que una importante editorial ya prepara su biografía. Tiene lógica. Porque, aunque en la Argentina el 2025 suena a una eternidad, los hermanos ya piensan en la próxima elección e, incluso, mucho más allá: en 2031.

Lo cierto es que Karina es un misterio del que aún se sabe muy poco. ¿Estamos antes un proyecto sucesorio de los hermanos? ¿O ella es, más bien, la “Marcos Peña” de Milei, ¿una estratega sin ambiciones propias? Los jóvenes liberales la llaman “la Evita libertaria”, no solo por su color de pelo sino por ser una mujer al servicio de un jefe, aunque paradójicamente sea ella “el Jefe” para Milei. El Presidente lo diría así: Karina es Moisés, el gran líder, y yo, Aarón, apenas un divulgador.

Los hechos revelan que su hermana menor siempre fue el sostén emocional presidencial, sobre todo cuando Milei estuvo separado de sus padres. “Karina sigue en contacto con ellos, aunque para eso tiene que pagar el precio de la humillación”, dirá Milei, en la intimidad. Karina lo acompañó en su carrera por el mundo del fútbol, fue su groupie en la banda de rock y, más tarde, la factótum de su exitoso espectáculo El consultorio de Milei, con teatros a sala llena. Recién entonces, años más tarde, empezó a tomarle el gustito al poder.

Como todos, tiene amigos y enemigos. Los amigos la describen como una mujer inteligente, incluso brillante y de una arrolladora capacidad de trabajo. Sus enemigos la señalan como el filtro político y emocional del Gobierno: ella es la que hace ascender o descender a las figuras que orbitan alrededor de su hermano. Un ejemplo es Ramiro Marra, referente en la ciudad. La “Evita libertaria” lo corrió de un plumazo y, en su lugar, colocó a Juan Pablo Scalese y a María del Pilar Ramírez, en la Legislatura porteña.

Sin embargo, otro sector de LLA y del macrismo afirman que la hermana sí tiene ambiciones políticas y que podría competir al frente de la lista bonaerense, en 2025. Lo argumentan: “En 2025, el apellido Milei tiene que estar en la provincia”. La idea es depender cada vez menos del extinto Juntos por el Cambio y sobre todo de Macri. Si lo segundo es cierto, ¿es por eso que compite y desconfía de Victoria Villarruel, por su supuesto juego propio y cercanía con Mauricio Macri? Una dirigente muy cercana a la vicepresidenta lo explica: “Karina, [Santiago] Caputo y Milei creen que solos arreglan el mundo, imposible que entre allí otra idea que no sea las de ellos”.

Macri cayó definitivamente en desgracia frente a ella, que esta semana lanzó la Libertad Avanza en el territorio porteño. Un abierto desafío hacia los Macri y sobre todo hacia Mauricio. El impulso se lo dio paradójicamente Patricia Bullrich, que quedó herida con su antiguo jefe. Patricia nunca se sintió realmente respaldada por Macri, durante la carrera presidencial.

En una palabra, Macri devino una piedra en el zapato. Un dirigente libertario, de los puros, le pone contexto: “Es que él quiso ser el líder de la centroderecha y no pudo. Entonces, a diferencia de Patricia, no viene con humildad a colaborar sino a decir lo que hay que hacer. Impone. Y ellos lo viven como invasivo”. La ecuación para Macri es clara. Si a Milei le va mal, él pagará un costo político. Pero, si le va bien, ¿qué gana? Dilemas republicanos.

Como su hermano, Karina es vulnerable a las teorías conspirativas. Un experto en trabajar sobre su cabeza es Santiago Caputo, el joven creador de la llegada de Milei a la Casa Rosada. Es que Caputo, integrante de la mesa más chica de Milei, no quiere competidores. Si lo dejan avanzar, Macri podría ser uno de ellos. Victoria Villarruel, también. Incluso, el círculo rojo “se hace los rulos” más con ella que con Milei. Karina tiene entre ceja y ceja a ambos. Pobre jamoncito.

Por separado, y también juntos, Caputo y Karina trabajan sobre la cabeza presidencial para meterle fichas contra Macri. La cabeza de Milei es un coto de caza. El ascenso de Karina ocurre en la paradoja de la Argentina política: la derecha, que desprecia al feminismo, empodera a más mujeres que el peronismo, el kirchnerismo y los radicales juntos. Sucedió en los 80 y los 90 con la Ucedé, de Álvaro Alsogaray, cuyas estrellas políticas eran dos mujeres: su hija María Julia y Adelina D’Alessio de Viola. Luego, el macrismo puso al tope de su grilla a Gabriela Michetti, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal.

El peronismo, en cambio, como toda monarquía, siempre fue el territorio de las viudas poderosas, las “esposas de” los caudillos. Sin embargo, Karina y Cristina tienen una inesperada familiaridad en común: el nombre. Karina Elizabeth y Cristina Elisabet. El destino es caprichoso.

Laura Di Marco

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Entre matones de autos blindados y golpistas pochocleros

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24 de enero de 2024

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

A 44 días de haber sido elegido por 14 millones de argentinos, Javier Milei afrontó ayer el primer paro de una CGT que permaneció cuatro años en estado vegetativo –1700 días para ser más exactos–, mientras la inflación del 200% devoraba los ingresos formales y, mucho más vorazmente, los informales. El último paro de estos extraños ejemplares fue el 29 de mayo de 2019, durante el gobierno de Macri. Obvio.

Un gráfico del economista Fernando Marull detalla la foto cruda de la caída del salario real: desde 2016, los ingresos informales han perdido el 56% de su poder adquisitivo. Hablamos de la orfandad económica de la mitad de los argentinos que trabajan y que no pueden darse el lujo de las paritarias, como sí lo hace la oligarquía sindical.

Es que el abominable mercado viene haciendo el ajuste por su cuenta desde hace rato, un detalle que se le escapa a Pablo Moyano, devenido matón. Ayer, el más violento de los Moyano no tuvo mejor idea que amenazar con tirar al Riachuelo al ministro de Economía de un gobierno que fue votado para arreglar el descalabro que agudizó su propio candidato presidencial. Sergio Massa agregó, en apenas un año de gestión, casi tres millones de nuevos pobres. También Hugo Yasky justificó los 1700 días de silencio de sus compañeros con el desopilante argumento de que, durante el gobierno de Alberto, había paritarias y empleo.

Como dirían los libertarios: no la ven. ¿O será que no la quieren ver? Otro que no la ve o que no la quiere ver es el “golpista pochoclero” Pepe Albistur. O el pope sindical Héctor Daer, que también amenazó con escrachar a los diputados que aprueben la ley ómnibus o el DNU, desde la comodidad de su Audi.

Audi y Daer reproducidos al infinito por las redes sociales, una de las auténticas llaves del cambio. Cuando posteó la foto, Nik, el dibujante de Gaturro, se preguntó: ¿cómo hacen los sindicalistas para andar en autos de 120.000 dólares? Ni en sus sueños más revolucionarios Alfonsín habría podido imaginar lo fácil que puede ser exponer a la Argentina corporativa, a través de imágenes en X, Facebook, TikTok o Instagram.

De hecho, lo que no lograron Alfonsín ni Macri probablemente lo logre el tiempo. El tiempo y una nueva generación de argentinos que percibe a la vieja casta sindical como quien observa una antigualla de la Segunda Guerra Mundial. Dinosaurios pronunciando palabras que no entienden. Matones confiando en un poder extorsivo que se les esfuma. Millonarios a caballo de una revolución tecnológica que les roba, a tajadas, rebanadas de influencia. Lo “viejo” no está en su edad sino en su mentalidad.

Y, sin embargo, los viejos jerarcas mantienen sus privilegios. Durante el gobierno de Macri se trabajó políticamente para que los Moyano de la vida presentaran declaraciones juradas. No lo lograron. ¿La excusa legal? Aunque manejan millones de sus afiliados, no son funcionarios públicos. Pasado en limpio: si se enriquecen y no lo pueden justificar, no es delito. A lo sumo, y como cualquier ciudadano, afrontarán problemas impositivos. Hay varias causas, pero ninguna condena, por lo que todos sospechamos: la mayoría de los líderes sindicales –sobre todo, los que desde hace décadas están sentados en sus poltronas– son proveedores de sus propios sindicatos, a través de empresas gerenciadas por testaferros: a veces, incluso, por sus propias esposas. Hay algunos que hasta son dueños de diarios y canales de televisión.

Asistimos a un mundo nuevo que puja por nacer, mientras que el viejo no termina de morir. Un ejemplo: solía decirse que un presidente necesitaba 100 millones de dólares para llegar a la Casa Rosada y un enorme aparato. La llegada de Milei al poder desmintió esa máxima. Hay “verdades” consagradas de un viejo paradigma que deberían revisarse. De nuevo, no se trata de Milei sino de un cambio más global y profundo, aunque cambio no siempre signifique algo bueno. De hecho, no lo sabemos.

Otro ejemplo: el “golpista pochoclero” fue denunciado dos veces por su provocador video desde una reposera en Cariló. Primero lo hizo el abogado penalista Jorge Monastersky y luego una ciudadana de a pie, que simplemente entró a Comodoro Py y lo denunció por incitación a la violencia. Argumentó que Albistur no es un ciudadano común sino un publicista del peronismo, al que le ha ido muy bien, y que además conoce el poder de fuego de las palabras. La causa tramita en el juzgado de Ercolini.

El sonoro silencio de Kicillof ante el aberrante asesinato de Uma, hija de un custodio de Patricia Bullrich, no le impidió protestar en la movilización de la CGT. Fue tranquilo, a pesar de que en los últimos diez días se cometieron diez asesinatos en la provincia que gobierna. Kicillof llegó con increíbles laderos, entre ellos el Cuervo Larroque, que esta semana tuvo una brillante idea: colocar una pileta en una cárcel de Virrey del Pino desde donde los propios presos se grabaron, disfrutándola, con sus teléfonos celulares. Argentina, no la entenderías.

Laura Di Marco

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¿Hay que temerle a Milei? Claroscuros de un presidente atípico

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11 de enero de 202400:17

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Laura Di Marco

PARA LA NACION

“A mí no tienen que evaluarme con un político tradicional”, le decía, pacíficamente, Javier Milei esta semana a una periodista con la que tiene trato diario, en la Casa Rosada. Lo dice en la misma semana en la que estalló desproporcionadamente contra otra periodista, a raíz de una información errónea sobre sus perros, un punto de extrema sensibilidad para él, aunque una minucia en medio del maremoto de urgencias en el está embarcada la Argentina. ¿Quién de los dos es Milei? Ambos, tal vez.

Hacía muchos años que los argentinos no discutíamos temas tan profundos y sensibles como los contenidos en los más mil artículos que, entre la Ley Ómnibus y el DNU, Milei envió a un Congreso poco entrenado para esta gimnasia de alto rendimiento. Una clase política mareada por la derrota, a la que le dieron vuelta de golpe el escenario. Un giro que reconfiguró, incluso, al propio Congreso: topadora Milei eliminó de un plumazo la grieta K-anti K, que dominó al Parlamento durante las últimas dos décadas. Ahora, hasta se los ve a los legisladores trabajando a full, en pleno enero. Primer triunfo de la motosierra: la “casta” se quedó sin vacaciones.

Desde esta semana, el plenario en Diputados está cruzado por gritos, reproches, pero también con debates sobre asuntos medulares, en un abanico que va desde modificaciones en la educación -como la exigencia de un examen al finalizar la secundaria o la habilitación de los padres para que supervisen las notas de sus hijos- hasta la Ley de Pesca. Desde un proyecto de defensa de la competencia -una herramienta orientada a corregir la distorsión de los oligopolios- hasta los privilegios de la industria farmacéutica o de la casta sindical.

“Cada cosa que toca es un tongo”, afirma un dirigente que almorzó recientemente con Milei. Y agrega: “no va a bajar sus banderas esenciales, aunque al programa que le armó Sturzenegger lo va a tamizar con la política. No se va arriesgar a que todo fracase por no ceder en temas secundarios”. Ese es uno de sus problemas: mezclar lo esencial con lo accesorio.

En el grupo más cercano al presidente ronda el fantasma del fracaso de Ley Mucci, un proyecto de democratización sindical desbaratado por el peronismo, en los albores de la primavera democrática. La obsesión de Milei es, claramente, la reforma económica y, en ese plano, afirman quiénes hablan con él, está dispuesto a morir con las botas puestas.

La excentricidad del personaje atrae a la prensa del mundo, tanto o más que, en su momento de gloria, lo hacía Cristina Kirchner. Un equipo francés esta grabando en Buenos Aires un documental sobre el libertario para la TV nacional francesa. “Milei es una telenovela. Huele a drama”, afirma Robin Milner, uno de sus productores. Las primeras imágenes que llegaron a su país del nuevo presidente fue la de un outsider con pelo enrevesado, que conectaba fuerte con la sociedad, blandiendo una motosierra en medio de una multitud. “Eso nos asustó, pero a la vez nos generó mucha curiosidad”, afirma el francés, quien compara a Milei con la ultraderechista Marine Le Pen.

¿Será una comparación acertada o, como dice el propio Milei, habrá que abandonar las categorías clásicas de la política, como las europeas, para analizarlo?

Una postal de esta semana revela la magnitud del cambio. El flamante secretario de Integración Socio Urbana (Sisu), Sebastián Pareja, estrecho ladero libertario, le anunciaba a la tropa de Juan Grabois la caída de sus contratos. Cuando en la era Macri, sus funcionarios quisieron aplicar la motosierra gradualista en territorio piquetero, no pocos terminaron físicamente enfermos. Un tema del que se habla poco.

¿Hay que temerle a Milei?

Si al libertario le agarran ataques de furia por la red X y arremete contra periodistas, Néstor y Cristina financiaban escraches en medios del Estado, con programas corrosivos como 6,7,8; perseguían a medios con la AFIP y no dudaban en usar el aparato cultural, que alimentaban con dinero del Estado -o sea, de todos- para asociar a la prensa crítica con la última dictadura. Al lado de la perversidad orquestada por el matrimonio patagónico contra opositores y medios -uno de sus blancos predilectos-, los desbordes del nuevo presidente parecen, más bien y por ahora (habría que subrayar el “por ahora”), pataletas solitarias de su costado más infantil. Allí donde en Milei hay berrinches contra la “casta” o la prensa, en los Kirchner había una aceitada escuela de cálculo y estrategia.

Aunque con un final completamente incierto, la excentricidad del personaje logró lo que ninguna fuerza opositora había podido: poner en debate, incluso en sectores populares, ochenta años de populismo en la Argentina y disparar, en el Congreso, uno de los debates democráticos más ricos de los últimos cuarenta años.

Laura Di Marco

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